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- ¡Corran! - gritó la canadiense. Había más de cincuenta policías para el grupo de seis alterados. La puerta del almacén explotó y el caos inició. Los pasos hacían eco mientras los uniformados subían escaleras. Era inútil pues los chicos habían bajado al sótano que quedaba oculto, pero era cuestión de segundos para que los encontraran.

- ¿Cómo mierda encontraron el escondite? - gritó el ruso pasándose las manos por su cabello platinado.

-No lo sabremos quedándonos quietos- dijo el chico alemán comenzando a congelar la puerta. No pasaron segundos antes de que los golpes empezaran del otro lado.

-Lost, ¿qué haremos? - le preguntó la morena mientras abría la compuerta. Estaba conectada a un túnel que los llevaría al drenaje sin ser detectados. El problema es que si no alteraban la vista de los soldados encontrarían el túnel y su escape sería en vano.

-Plan boomerang- dijo la canadiense con una sonrisa.

-Odio que tengas razón- le dijo el francés con pesar.

Del otro lado los policías golpeaban con fuerza. Estaban cada vez más cerca de abrir esa puerta para poner fin a los alterados. Después de varios golpes lograron derribar la puerta, pero el escenario que encontraron era inesperado. Había una chica atada de manos y pies en una silla. Iba sin calzar y vestía un camisón largo de color rosa pastel. Sus ojos estaban vendados, pero eso no evitaba que las lágrimas cayeran por sus mejillas. Forcejeaba con fuerza provocando que marcas rojas se quedaran en sus muñecas.

- ¡Ayúdenme! ¡Por favor! - gritaba mientras seguía forcejeando. El sargento fue el primero que pudo reaccionar quitándole la venda de los ojos. Al ver al oficial lloró con más intensidad.

- ¡Necesito ayuda médica aquí! ¡Revisen el lugar! - gritó el hombre mientras le quitaba los amarres de los pies. En cuanto las manos de la chica estuvieron libres abrazó con todas sus fuerzas al sargento.

- ¡Van a matarme! ¡Me van a buscar y me matarán! - le dijo totalmente aterrorizada. El oficial la abrazó tratando de darle la seguridad de que eso no pasaría.

-Ya te tengo, esos fenómenos no volverán a ponerte una mano encima- le dijo.

Unos paramédicos llegaron, pero la chica se negaba a separarse del sargento. Al final, el hombre la cargó y llevó fuera del almacén. Por más que buscaron no encontraban rastro de los alterados. Habían desaparecido.

-Soy el sargento Jordan. Debemos de llevarte al hospital para que te revisen- le dijo el sargento a la chica. Estaba sentada en la parte de atrás de la ambulancia con una manta sobre sus hombros. Su mirada trataba de enfocar todo lo que la rodeaba.

- ¿Me puedes decir tu nombre? - preguntó el sargento. La chica enfocó su mirada en el oficial, sus ojos estaban llenos de miedo.

-Creo que es Rachel- dijo la chica confundida. Parecía querer recordar si ese era su nombre o si se lo había inventado.

-Estas personas te llevarán a un lugar para que sepamos si estás herida- le dijo el sargento Jordan señalando a los paramédicos pero la chica aferró su mano al brazo del mayor.

-No me deje, no quiero quedarme sola- dijo mientras las lágrimas se acumulaban en sus ojos. El sargento suspiró.

-Cabo Ryan, se queda a cargo. Debo de acompañar a la chica al hospital- dijo Jordan por su radio. La ambulancia se puso en movimiento en dirección al hospital. Rachel llevó sus piernas hacia su pecho y las abrazó.

-Ellos vendrán por mí, me buscarán- dijo completamente asustada. El sargento se posó frente a ella y le tomó las manos con sumo cuidado.

-Esos alterados jamás te encontrarán. No volverán a verte nunca más- le dijo el sargento. La chica temblaba a pesar de que hacía calor en la ambulancia.

RadiaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora