8. León

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La noche cayó en Dingle pero la celebración continuaba, ahora con mayor intensidad puesto que una banda local se había presentado en el escenario y su sonido alebrestaba hasta al más tímido para que acudiera a la pista a bailar. Consciente de ello aunque exento, Eren estaba recargado en la barra dándole de vueltas a su bebida con una expresión que era mezcla de aburrimiento y decepción.
Por su parte, Jean había regresado a la fiesta y ahora se movía entre la multitud, tratando de localizarlo. Una vez que lo hizo, apresuró el paso hasta quedar frente a él; ambos se miraron, pero el ojiverde frunció el ceño y rompió el contacto.
—No me gustan las bodas.

Eren le miró de reojo. A estas alturas ya no le sorprendía esperar una disculpa y no recibirla, pero lo que llamó su atención fue el tono que Jean empleó: no era de fastidio, molestia o burla, sólo neutral. Además el joven tenía las manos metidas en los bolsillos y estaba ligeramente encorvado, parecía apenado por lo de antes.
Dio un trago a su bebida. Suspiró y se encogió de hombros.
—Saben mejor con un par de martinis.

Jean le dedicó una pequeña sonrisa. El otro intentó no corresponderla, pero fracasó.
—¡Muy bien todos! —interrumpió el cantante, que había retirado el micrófono de su base—. Ahora hacemos un llamado a todos los solteros y solteras que pasen al centro ¡y empiecen a bailar!
El ojidorado señaló la pista con la cabeza.
—Vamos.
—N-no, gracias. Yo no soy soltero y además...no bailo como ustedes.
El más alto arqueó una ceja.
—¿Alguna vez te desinhibes?
—Sí...cuando me emborracho.
—Interesante—concedió Jean, luego le tendió la mano—. Anda, vamos. ¿O es que te da miedo, nena?
Eren frunció el ceño y cogió su mano.
—¡No soy ningún miedoso!—le sonrió y sin previo aviso lo jaló hacia el círculo que los otros invitados ya habían formado.
Cuando la música comenzó, la figura giró un par de veces y luego se rompió para formar dos filas paralelas; Eren tropezaba constantemente pero logró mantener el ritmo al imitar los movimientos.
—¡Nada mal para un novato!—exclamó Jean desde la otra fila. Estaban frente a frente.
La danza cambió, esta vez era en pareja. Ya no importaba si uno sabía los pasos o no, ambos se dejaban llevar por la música sin parar de reír. En un momento, Jean tomó a Eren de la cintura, lo levantó y empezó a dar de vueltas.
—¡Whoa, whoa! ¡Espera!
Pero el irlandés lo ignoró y continuó girando con él. Pronto pasaron a ser el centro de atención en la pista. Eren reía, sorprendido por lo que estaba sucediendo, pero demasiado divertido para darle importancia. Sin embargo, todo se detuvo cuando uno de sus zapatos se separó del pie y fue a dar al rostro de la novia.

—¡Estoy muy apenado! Por favor, discúlpame...
Eren yacía inclinado hacia adelante, incómodo por la situación. La novia, por medio de una cuchara, observaba los daños ocasionados por el "zapato volador": un párpado rojizo que comenzaba a hincharse. Atrás de ella, de pie y fulminándolo con la mirada, estaba su esposo. Eren podía sentir el aura asesina que emanaba hacia él.
—Lo siento mucho. Sólo...daba vueltas y vueltas...Y-yo...Debí quitarme esos zapatos antes o-
La rubia alzó una mano, frenándolo. Sonriente, le puso una mano en el hombro.
—Y así hubieras acabado con los dedos fracturados. No te preocupes, son cosas que pasan.
Eren la miró unos instantes, antes de sonreír por igual, aliviado.
—Sí, tienes razón. Pudo ser mucho pe—
Su frase quedó interrumpida cuando, al hacer un ademán, tiró una copa de vino...sobre su blanco vestido.
Un jadeo de asombro general se hizo presente. El esposo estuvo a punto de írsele encima, si no fuera por dos invitados que lo sujetaron por ambos brazos. Esta vez la bella mujer no mencionó palabra, sólo contempló su vestido manchado, consternada.
Eren sintió las mejillas arder, sus piernas languidecerse y su aliento acabársele.
—Ah...yo... Mejor me voy... Sí.
Mientras Eren retrocedía paso a paso, Jean colocó su índice y pulgar sobre la boca, dándose la vuelta con disimulo.
—Y yo que pensé que me iba mal en las bodas...

Pese a los inconvenientes, la fiesta se había reanudado y todos volvieron a bailar y divertirse...aunque sin la presencia de ese joven de ojos verdes con muy mala suerte.
Eren ahora se hallaba sentado a la orilla del mismo lago con la maleta a su derecha y una botella de vodka casi vacía a su izquierda. Lucía tan patético. Se sentía patético.
Un carraspeo le hizo salir de sus pensamientos, al descubrir de quién se trataba, alzó la botella hacia él.
—¿No se supone... que debes llevarme a Dublín?—consiguió decir, arrastrando las palabras y balanceándose.
—Ah, ahora tú me presionas. ¿Quién insistió desde el principio y no fue escuchado?
Eren puso su índice en los labios y luego emitió ligeros siseos mientras hacía ademanes. Con movimientos torpes empezó a levantarse hasta quedar erguido.
—Sabes qué, Jean...Sabes... ¿Sabes lo que eres?—inquirió, trastabillando algunos pasos hasta quedar frente a él, invadiendo su espacio personal, aunque a Jean no pareció importarle—. Eres una bestia—Eren se balanceó de nuevo y apoyó su índice en el pecho del otro—. Una...verdadera bestia. Y te odio—su palma se abrió, quedando totalmente recargada sobre aquel pecho—. Mucho.
—Qué sorpresa.
Contrario a molestarse por el sarcasmo, el ojiverde sonrió y dio dos pasos hacia atrás, meciéndose.
—Pero... yo sé... lo que tramas.
—Por favor, ilústrame.

Ahora le tocaba a Jean sonreír, divertido ante la imagen que tenía enfrente: un borracho Eren que no dejaba de balancearse y hacer ademanes. Cuando pudo formular la idea, éste dio un breve paseo en el espacio que había entre ambos.
—Toda tu... bestialidad... es como un acto. Sí, un acto—reafirmó, acercándose a Jean de nuevo—. Es un plan... evasivo... ¡secreto! —sentenció, chocando ambas palmas en su pecho para luego apoyarse en éste—. Te burlas de todo y de todos... gruñes, muestras mala actitud...pero muy en el fondo...
Eren fijó su mirada en la de Jean. La luz de luna hacía que el verde resplandeciera con mayor intensidad. Uno de sus pulgares acarició la tela de la camisa contraria.
Sientes dolor.

Dicho esto, Eren tomó una mano entre las suyas.
—Es como si tuvieras... una espina clavada en tu enorme pata de... como de...—frunció el ceño. Su aturdido cerebro no encontraba la palabra que quería.
—¿Un león?—ayudó Jean, esbozando una pequeña sonrisa.
—¡Sí! ¡Eso!—festejó el otro, acariciando su mano—. Usted, señor león... tiene que sacarse esa espina de su pata...—alargó un brazo para poder alcanzar la parte trasera de su cuello—. O sólo se enterrará más—continuó, recorriendo el área con sus dedos. Ladeó la cabeza y soltó una risita—. Pero ¿sabe algo? Para ser tan gruñón... Usted es un lindo... y adorable león.
—Con que lindo y adorable ¿eh?
—Mhm...
El verde volvía a reflejarse en el dorado. Ambos pudieron decirse que el otro tenía la expresión más tonta imaginable, si hubiesen querido. El suave vaivén que Eren aún mantenía esta vez funcionaba como una especie de danza lenta, una danza que los acercaba más y más; sus labios estuvieron a punto de juntarse... pero...
—¡BLAAARGHHH!

Aferrado a Jean, el ojiverde mantuvo la cabeza baja, vomitando el alcohol que acababa de beberse. El más alto lo miró y luego levantó la vista al frente, arrugando la nariz.
—Genial.
Eren se deslizó hasta el suelo, debilitado.
—L-lo siento... ngh...
—Eres taaan romántico—ironizó Jean, inclinándose para asirle de un brazo—. Arriba.
Cuando el chico estuvo de pie ya no se mecía, ahora se tambaleaba, en cualquier momento volvería a caerse. Encogiéndose de hombros, Jean lo tomó en brazos.
—Y arriba.
—¡T-tú...! No me cargues... ¡como princesita, idiota...!
—Si te llevo como costal, vas a marearte y entonces arruinarás mi chaqueta. No puedo permitirlo.
Emitiendo un pequeño gruñido, Eren se abrazó a su cuello, avergonzado aunque demasiado cansado para discutir. Jean comenzó a caminar cuesta arriba.
—Oye, pesas. Ya ponte a dieta.
—Cállate. Tú comes... como cerdo....ahh... Mi maleta.
—Descuida. Volveré por Armin.

Año Bisiesto | JeanxErenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora