11. Lo que él necesitaba

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Las nubes que decoraban el cielo apenas comenzaban a resguardar la luz del sol, que pronto iniciaría su descenso. La brisa marítima se internaba entre la tierra y la hierba de la península, despertando variados aunque agradables aromas.
Era otro día tranquilo en Dingle, o al menos para quienes fueran comensales en el pub Trost.

Había un gran ajetreo en la cocina; varios muchachos iban de un lado al otro cargando con ingredientes o utensilios para continuar preparando los pedidos de los clientes. El pub era popular otra vez y ahora todo un éxito, lo que había obligado al dueño a contratar a más personal, incluyendo a sus fieles amigos. Con delantal, una mano lavando un vegetal y la otra sosteniendo un papelito, el joven de ojos dorados leyó:
-A ver, tenemos un kiché, un pastel de carne y una ensalada verde. Thomas, encárgate-añadió, dándole la nota a un chico rubio, el nuevo empleado, que se limitó a asentir con rapidez antes de correr hacia el refrigerador.
Jean dejó la verdura sobre una tablilla para picar y comenzó a cortarla; en ese momento, un muchacho bajo y calvo se aproximó a él con un platillo.
-¿Jean?-llamó, algo incómodo.
-Mm.
-Un cliente dice que el pollo está seco.
-¿Qué?
-.... Que está seco.
El irlandés terminó de cortar el vegetal con ahínco y clavó el cuchillo en la mesa, luego sacó un tenedor del cajón de abajo para probar la comida; tras saborearla negó con la cabeza, incrédulo.
-Delicioso. Está delicioso-sintiendo que la sangre le hervía, Jean se quitó el delantal y lo arrojó a un banquillo-. Sasha, estás a cargo. No lo eches a perder-indicó antes de abandonar la cocina, pero pasados unos segundos volvió, asomando sólo la cabeza-. ¡Y no te atrevas a comer el especial del día!-ordenó, taladrando con la mirada a la castaña, que rápidamente se apartó del platillo y fingió hacer otra cosa.

Jean salió al comedor, que ahora tenía un toque hogareño con los muebles barnizados y manteles en las mesas con sus respectivos adornos centrales, sencillos. El lugar estaba abarrotado, como desde hacía unas semanas.
Denotando su molestia, el joven se colocó en el área que tenía más mesas y se cruzó de brazos.
-Muy bien. ¿Quién de ustedes es el idiota que dice que mi pollo está seco?
Paseó la vista entre los comensales con cara de pocos amigos, quienes lo miraron, confundidos. La tensión prevaleció unos instantes más, hasta que fue rota por una respuesta:
-Yo lo digo.
Jean se tensó. Esa voz...

Volteó hacia atrás. Desde una de las mesas centrales, Eren Jaeger le miraba con una sonrisa burlona; vestía una camisa verde de manga corta, pantalones blancos y un par de tenis, un atuendo sencillo que le hacía lucir mucho más atractivo. El ojidorado estaba sorprendido, pero no tardó en escudarse bajo la máscara sarcástica antes de girar para tenerlo de frente.
-¿Qué rayos haces aquí?
-Hey, no te matará ser amable una vez en tu vida. Volé más de 4 mil kilómetros para llegar aquí-repuso el joven antes de levantarse y avanzar, deteniéndose a mitad de trayecto cuando el otro apartó la mirada, brusco.
-¿Viniste con Levi?
-No.
El resto de los clientes los observaban. Jean lo vio de reojo, luego se descruzó de brazos y fue a reunirse con él al centro del comedor; Eren negó con la cabeza.
-Levi y yo... no iba a funcionar.
-Lo lamento.

El ojiverde hizo un ademán, restándole importancia al tema.
-¿Sabes? De camino a aquí venía pensando en una frase que escuché hace tiempo: "Siempre hay un poco de locura en el amor. Pero también siempre hay un poco de razón en la locura"-chasqueó la lengua-. ¡Me sigue pareciendo simplona! ¿Cómo puedes enamorarte, estar loco y tener una pizca de cordura? Luego pensé... que quizás no se trata de experimentar todas al mismo tiempo, sino que van una tras otra aunque no en un orden específico.
-¿Hah?
El irlandés arqueó una ceja. Era evidente que no estaba entendiendo una palabra, pero a Eren no le importó:
-¿Te digo algo, Jean? Siempre me gustó tener certeza de las cosas... pero desde que te conocí, convertiste mi vida en un desorden infernal ¡y casi me vuelvo loco!
El aludido soltó un bufido y alzó las manos, irritado.
-Ahora yo soy el caos ambulante, ¡qué gracioso!
El contrario frunció el ceño y continuó encarándolo.
-Jamás me habían sucedido tantas cosas ¡y en menos de tres días! ¡Lo peor es que no tenía control alguno!-frotó su cabello, pensativo-. Pero cuando volví a Boston me di cuenta de que... jamás me había divertido tanto.
Eren le sonrió. Jean parpadeó lentamente, luego ladeó su cabeza y puso una mano en la cintura.
-¿Qué estás haciendo aquí, Eren?-ahora el tono era de expectativa.
El ojiverde se encogió de hombros.
-Digamos que mis 60 segundos llegaron. Me di cuenta de que siempre tuve todo lo que quise, pero nada que en realidad necesitara-ruborizado aunque decidido, dio un paso hacia él-. Y lo que creo que en verdad necesito es esto-continuó, señalando el entorno-. Así que vine hasta aquí para preguntarte si crees lo mismo. Vine aquí para hacerte una propuesta-Eren tomó una profunda respiración-. Propongo que no hagamos planes, que dejemos que las cosas pasen como tengan que pasar y esperar que sea lo mejor. Así que... Jean Kirschtein, cuyo nombre es todo menos irlandés... ¿quieres no hacer planes conmigo?

Año Bisiesto | JeanxErenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora