2. El Barman

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¡Hola a todos! o/
Estoy de vuelta con un nuevo capítulo y muchas ganas de seguir con esta historia. La verdad es que leyendo el viejo fic me despertó muchos sentimientos bonitos (?) jajaja no pero ya en serio, estoy feliz de compartir este contenido remasterizado con ustedes y espero lo disfruten tanto como yo :D

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"¿Qué podría salir mal?"

Aún húmedo y parado sobre la playa, Eren miraba su único medio de transporte alejarse por la costa. Suspiró, cansado.
—No pasa nada. Sólo debo hallar un taxi, autobús o tren que me lleve a Dublín—se dijo a sí mismo, alzando un puño cerrado.

Todo estaba bien. Encontraría una solución.
Determinado, comenzó a caminar por la playa, buscando algún rastro de civilización.

La taberna estaba casi vacía. De vez en cuando se podía escuchar el murmullo incoherente de algún ebrio o las risas de algunos amigos que disfrutaban una plática interminable. De pronto, las oxidadas puertas se abrieron de par en par y un joven de ojos verdes entró a paso decidido.
—¡Buenas noches!
Dos chicos, en apariencia de su edad, se acercaron entre ellos.
—...Alemán.
—No creo... Tal vez turco.
—En realidad soy estadounidense—dijo el recién llegado—. Eren, de Boston, un gusto. Disculpen, ¿hay algún servicio de autobús que me lleve a Dublín?

Nadie respondió. El barman, que antes estuvo platicando amenamente con aquellos jóvenes, se limitó a observarlo. "Genial. Un idiota americano ha entrado a mi bar", eso podía leer en su mirada.
—1989.
Eren volteó a su izquierda. Uno de los jóvenes, calvo y bajito, le miraba con cierto aburrimiento.
—¿Cómo dice?
—1989. Fue el año en que el último autobús salió a Dublín.
—¡Eso no es cierto, Connie!—interrumpió la chica a su lado, delgada, de ojos café y cuyo cabello castaño estaba recogido en una coleta—. Fue en el 87. Lo comentó el otro día el viejo O'Connor.
—Mentira. Dijo que fue en el 89.
—87, Connie.
Eren puso los ojos en blanco y se dirigió hacia la barra, donde el barman aún le sostenía aquella mirada despectiva. Parecía ser de su edad, quizás uno o dos años mayor; era media cabeza más alto que él, delgado, de ojos pequeños y con un extraño corte de cabello.
—¿Hay algún servicio de taxi o algo así?
Sin decir ni una palabra, el barman se volteó y sacó una tarjeta de una cajita que tenía detrás. Después se la entregó.
—¿Y el teléfono?
El otro señaló el aparato que se encontraba en una esquina del pub.
—Gracias.
Eren sacó el poco cambio que le quedaba en sus bolsillos mientras se dirigía al teléfono; los dos jóvenes de antes y el barman intercambiaron miradas de complicidad, luego el último se dirigió a la parte trasera. Para esto, el ojiverde ya estaba marcando el número.

Un timbre, dos, y escuchó cuando descolgaban.
—¿Hola?
—Hola. Mire, necesito un taxi que me lleve a Dublín.
—Claro. ¿De dónde llama?
Eren miró a su alrededor.
—No tengo idea. Estoy en un gracioso bar llamado "Troch"... "Trossh"...Algo así.
—Ya... El problema es que no llevamos americanos de ojos verdes.
—¿¡Cómo que no llevan!? Espere, ¿cómo sabe el color de mis ojos?
En ese instante, el joven escuchó unas carcajadas a su espalda. Al voltear descubrió al barman, que sostenía un teléfono y le sonreía con burla. Eren le lanzó una mirada furiosa y colgó con brusquedad.
—Muy gracioso.
—¡Lo fue, lo fue! —exclamó entre risas la chica de la coleta.
Eren se llevó una mano al rostro, respirando hondo.
—Muy bien, entonces tú eres el taxista. Necesito que me lleves a Dublín.
El barman colgó el otro teléfono, después se cruzó de brazos.
—Heh, déjame decirte algo sobre Dublín, Eren de Boston: es una ciudad de ladrones y traidores. Donde lo peor de la humanidad se concentra. Así que yo no conduciría hasta allá ni aunque me ofrecieras 500 euros.
Se escuchó una exclamación ahogada por parte de los otros presentes.
—Rayos, yo te vendería por 500 euros, Sasha.
La chica de la coleta arqueó una ceja y luego sonrió.
—Y si yo lo intentara contigo, creo que ni dos euros me darían.
Eren le dio la espalda al barman, confiado.
—Está bien, ¿alguien de aquí quiere llevarme a Dublín por 500 euros?
Un hombre mayor, calvo, con bigote y claramente borracho se levantó de su asiento, tambaleante, y alzó el índice.
—Yo con ¡hic! gusto...lo puedo llevar...
Acto seguido, se desplomó en el suelo, frente a él. Eren hizo una mueca.
—De hecho no es bueno que salga hoy, joven—intervino Sasha—. Es de mala suerte comenzar un viaje en viernes.
—¡En sábado, Sasha, es en sábado!
—...Martes ¡hic!
—¡Bah! El domingo es más seguro.
Eren hizo un ademán desinteresado.
—No importa, de cualquier forma ya es tarde. ¿Alguien puede decirme cómo llegar al hotel más cercano? ¿O a una posada...?
Tanto Sasha como Connie y el ebrio anciano le señalaron al barman quien, al encontrarse con su mirada, puso los ojos en blanco y se recargó en la barra, arqueando una ceja. Eren parpadeó.
—Ah. Esto también es un hotel ¿verdad?

Año Bisiesto | JeanxErenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora