VIII. c

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En cuanto llegó al agua se situó a su lado, adquiriendo su misma posición.

Por la cabeza de la joven cruzaban varias cosas. Tenia demasiadas ganas de acaparar a José para ella. Él se había vuelto su compañía, la hacía reír, la escuchaba, le decía las cosas con total franqueza. Y pronto lo perdería. Sí,  había hablado de las postales en las que mostrarse paisajes y de las cuentas telefónicas que pondrían los gritos de las respectivas madres en el cielo, a un lado y otro del océano... Un océano... No sería lo mismo. Ya empezaba a lamentarlo.

Y ahora tenía que darle espacio. Entendía que también quisiera divertirse. Y esa güereja se le había puesto en frente. El chico entre tanto material, pues se echaba su taco de ojo; ahora se daba cuenta que tenía su lógica, pero que no lo había pensado. La verdad tampoco le había encontrado el patrón a los gustos de Chema. Lo había cachado viendo a una y otra chica alguna vez, pero todas tan diferentes; no encontraba el patrón, simplemente no. Alguna vez la habrá mirado a ella?

Pequeña Paulina, siempre echando tanta cabeza. Y justo ahora te estaba mirando. Casi estudiando, prácticamente.

Sus pensamientos la abruman y bufó. Él,  que no había podido sacarla de su ensimismamiento, bufó también remedandola. Y cuando por fin lo miró, poniendo voz de queja, burlándose cariñosamente de ella le dijo:

J: ooouuuh pero que difícil complicarse la cabeza en paz con tanta gente disfrutando de una fiesta, ouuuuh

La hacía  reír, no cabía duda. La arrojaba del otro lado de sus constantes preocupaciones aunque sea por un instante, que era más que valioso. Ahora mismo estaba ahí haciéndose el tonto, tomándole el pelo y a la vez luciendo tremendamente lindo.

El moreno tan singular de su piel, sus ojos y su sonrisa felina tras la incipiente barba, que por momentos le dificultaban prestar atención a nada más. El pelo mojado y las gotas de agua  que salpican su cara y torso... sus hombros... Por favor! Tal y como había supuesto, la concentración a partir de aquí, sería una bestia difícil de domar.

J: qué te pasó?

P: que me pasó de qué o qué?

J: me dejaste esperando allá y ahora vengo y te encuentro con esa cara, cariño. Algo te ha pasado, es claro.

P: ah mira, pues hasta donde yo vi, una rubia despampanante no te tenía solo así muy solo que digamos...

J: estas celosa Paulina?! 

P: oye lo que sale por tu boca, qué dices?! 

J: mírate la cara! 

P: Ay, por favor, claro que no!! (Claro que sí! Claro que sí, Paulina. Podía identificarlo, pero jamás lo admitiría de la boca para afuera.) Digo, bueno, son tus últimos días aquí y habrás querido... ligartela -dijo abriendo los ojos como enfatizando lo que queria implicar-

J: yo te estaba esperando a ti...

Dicho lo cual sumergió la mitad de la cara en el agua, dejando que se le vieran solo sus hermosos ojos verdes.

Hubo un silencio mientras ella lo veía, y esta vez, el escalofrío surco su espalda.

J: ven, nademos un poco

La tomó de la mano y recorrieron la piscina. 

Internamente Pau, sentía que le escocía la garganta,  pero de la cantidad de cosas que llevaba atravesadas sin saber cómo decir.

Al llegar del otro lado, José María, que había alcanzado la orilla antes, se apoyó sobre ésta, contra una de las paredes. Al no poder verlo, Paulina dio contra él, provocando que saliera del agua asustada y tosiendo lo que había tragado de líquido en el susto. El la tomó de las muñecas, llamándola para tranquilizarla, pero ella no abría los ojos. Le acarició el rostro para que lo viera. Y al hacerlo, soltándose del agarre, se lanzó sobre él. Lo abrazó rodeandole el cuello con los brazos.

J: tranquila, tranquila. Estas bien? - rodeandola con sus brazos a su vez-

P: te voy a extrañar mucho

Lanzó Paulina, y apretó los labios para no soltar ese "no te vayas" que no tenía derecho a exigir.

El contacto, sus palabras, eran cosas que no esperaba pero le llenaban el corazón.

Allí estaban los dos suspendidos cuando un grupo de muchachos se lanzó de bomba al agua. Y Paulina, que volvió a asustarse por el estruendo a sus espaldas, se vio prendida del cuerpo de José María. Ahora con los brazos en el cuello y las piernas envueltas en la cintura del chico.

Se miraron un segundo

P: perdón -apresuró-

Pero antes de que se soltara, él le abrazó más fuerte.

J: no pasa nada, que yo también me he asustado, hostias!! Pero que gente más desconsiderada.

P: has visto?! Y luego soy yo la que va quejándose... 

En medio de la algarabía que había hecho nueva aparición, tambien regresó esa burbuja que los rodeaba. Siguieron abrazados unos segundos eternos y nada más importaba.

Aunque nunca se habían abrazado así, les resultaba de lo más natural. Como pertenecer a ese lugar entre los brazos del otro.

J: nos quitamos ya de en medio de todos estos?

P: ay si que horror!

Cuando se separaron, la tomó de la muñeca una última vez.

J: oye y no es que no me gusten tus abrazos, que me han sentado de perlas, Pau.

Ella sólo le sonrió 

P: ay no! Me dejé el.. bueno esa cosa para ponerme hasta allá...

J: quieres que te la traiga? Espérame aquí.

Inmediatamente salió del agua impulsandose sobre sus brazos, corrido a por lo que Paulina le pedía y vuelto, aunque no con lo que le pidió.

J: mira no sé que le haya pasado a tu " esa cosa para ponerte", pero ten, esto te servirá

Le extendía su bata blanca de pie justo al borde. Ella lo escuchaba lejos, estaba un poco distraída viendo sus largas piernas, su porte, lo bien que se veía mojado. Por qué hoy se le figuraba tan guapo?!  Tenia que concentrarse.

La ayudó a salir del agua y luego a amarrarse la bata.

J: vamos, ven. Te voy a contar lo que me decía tu " rubia despampanante " - las comillas la hacía con los dedos sonriendo le divertido a la cara de desagrado de Paulina

Joaquín y ChavelaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora