Cap. I

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Ángela



Estaba en mi cama, sintiendo las gotas de sudor deslizar sobre mi cara. Solo quedaba un mes para empezar el curso, y no puedo creer que aún no me haya ido de esta ciudad, de Woburn, llevamos mas de seis meses viviendo aquí, si algo tiene Woburn es que es bonito y con poca gente.

Son las siete y media, me levanto y voy directa a la ducha. Me pongo mis tejanos rotos, un top básico y me hago un moño para esperar a que se seque mi pelo, de mientras voy a prepararme el desayuno.  Cojo el bol con leche y me siento en el sofá a esperar a mi madre, debe estar apunto de llegar, ella siempre se levanta primera para ir a comprar el pan.
Enciendo la televisión y pongo el canal que solía ver con mi abuelo.

Antes de que viajara por medio mundo, yo vivía en Los Ángeles, en una casa grande, con mis abuelos y mi madre. Hasta que un día mi abuela enfermo y murió, mi abuelo cayó en depresión y al cabo de un tiempo, lo mismo... Él para mí era como un padre, nunca he sabido lo que es tener uno, así que él había intentado cumplir su papel. Los hecho tanto de menos...

Un ruido interrumpe mis pensamientos, viene de la puerta principal. Apago la tele y miro por la ventana de al lado de la puerta. Es un chico joven, pelo negro, ojos verdes, lleva un pendiente en la oreja, tiene una expresión un tanto fria.

– ¿Quien es?

– Soy el hijo del jefe de la peluquería le traigo una carta.

Mi madre trabaja en la peluquería de la ciudad, es la única en todo Woburn.
Abro convencida de que al ver que no estaba mi madre me dejaría la carta y se iría. Todo lo contrario, el chico me dijo que no pasaba nada que se esperaba a que llegara, pero hacia muchísima calor, no podía dejarlo fuera con este tiempo, así que le hice pasar y le serví un vaso de agua mientras esperábamos a mi madre. Mientras tanto me contó que él y su familia se mudaban a otra ciudad y que no podían seguir el trabajo aquí así que iban a cerrarlo y vender el local.
¿Por que siempre que pienso que las cosas van bien se estropean al momento?

Mi madre abre la puerta, trae el pan en su mano derecha, lleva el pelo corto recogido por un turbante rosa. Al vernos a mi y al chico ahí sentados hace una cara de sorpresa. Ella no sabia que ese chico era el hijo del peluquero.

– Hola hija, ¿y este chico tan guapo?– el y yo nos miramos al momento y reímos.

– Mamá, él es el hijo del peluquero nos ha traido una carta.     
El chico le dio la carta a mi madre y se despidió con un gesto amable cerrando la puerta tras el.

Me quede observando con la mirada perdida el lugar donde acababa de desaparecer aquel chico, el cual no me dijo ni su nombre.

Escucho un quejido, despegó la mirada y miró a mi madre, tiene lágrimas en los ojos, acaba de leer la carta, esta apoyando los codos sobre la mesa y dejando ir un suspiro de cansancio.

– ¿Por qué siempre nos pasa lo mismo?– me acerco y la abrazo, apoyo mi cabeza en su hombro mostrándole mi apoyo.

– Mama, creo que es la hora de llamar a la tía.– ella asiente y se va a coger el teléfono para llamarla.

Mi tía, ¿como explicarlo? La perfección en persona: rica, guapa, casada, sin hijos. Se llama Rose, vive en Nueva York, y aunque esté casada siempre está sola, mi tío todo el tiempo está de viaje por trabajo.   
Ella y mi madre no se llevan muy bien...
A ver, pensarlo. La tía enrollada, rica y sin obligaciones y mi madre, la que lucha cada día para conseguir por lo menos pagarse el alquiler. A mi madre nunca le ha gustado la idea de pedirle ayuda a mi tía, porque se piensa que se reirá de ella por no tener dinero. Pero tras tantos cambios creo que ha llegado el día.

Mi madre cuelga y se acerca a mí.
– Tenemos un apartamento en el centro de Nueva York.
– ¿Hay trabajos cerca?– pregunto para asegurarme de que nos quedaremos definitivamente.
– Es el centro de Nueva York cariño, allí hay de todo.
La miro con una sonrisa en la cara y subo a prepararme la maleta.

Ya ha pasado una hora, mi madre me llama para que baje. Ella ya está lista con 3 maletas en la mano, yo... con 7. ¡No es mi culpa que tenga tantas cosas!

Salimos de la pequeña casa, al final de la calle vemos el taxi que ha mandado la tía Rose. El taxista era un hombre mayor con barba blanca. -¿Dirección?

– Nueva York, el apartamento Avalon Midtown West, por favor.– Respondió mi madre.
El taxista asintió y nos dirigimos a la gran ciudad de Neva York.

Después de un rato mirando el teléfono, apoyo mi cabeza en el hombro de mi madre y me pongo a pensar.
¿Me debería de haber despedido de mis compañeros de clase? No creo que les importara mucho que me fuera, para ellos he sido un estorbo durante un curso, nada más, no me veían ni como una compañera. Pero ahora que lo pienso...

– Mama, si la tía nos deja vivir en un apartamento suyo, ¿eso quiere decir que no viajaremos más? ¿Que no tendré que cambiar más de escuela? 
– Así es cariño, he estado pensando en retomar mis estudios de enfermería, si todo va bien en menos de un año estaré trabajando.

Mi madre en un pasado, antes de que yo naciera, estaba estudiando enfermería , pero lo tuvo que dejar por mi culpa, para poderme cuidar, ya que mi supuesto padre hico todo lo contrario abandonándonos.

– ¡Mama eso es genial! Por fin podrás cumplir tu sueño de ser enfermera.
– Lo se, es demasiado increíble para ser verdad... Bueno ahora descansa, todavía quedan cuatro horas para llegar y empezar una nueva vida, la definitiva.

*claxon*

Me despierto del susto, abro mis ojos y... ¡No me lo puedo creer! Nueva York está delante de mis narices. Dios mío ya hemos llegado, estoy emocionada, nunca antes me había sentido así, esta vez me quedaré a vivir aquí. ¡Y no solo un año sino el resto de mi vida!

El taxista aparca a un lado de la carretera donde enfrente está un gran edificio alto y luminoso, tiene ascensor en el medio donde se puede ver a la gente que sube y baja a través de un cristal. Salgo del coche, cargo mis maletas y me dirijo con mi madre a esa gran puerta con escaleras.

– Buenos días señoritas, supongo que sois las nuevas vecinas, me dice su nombre por favor?– dice un hombre de unos cuarenta años rubio, alto y amable.
– A nombre de Jessy, creo que nos disteis el apartamento 23.– Responde mi madre.
– Bien, acompáñenme por favor.

Seguimos al hombre, el cual nos ha obligado ha dejar que él llevara nuestras maletas. Subimos al ascensor y de mientras nos explica que justo hoy se han mudado también una familia en el apartamento 24, pura coincidencia.

Salimos del ascensor y caminamos hasta pararnos en la puerta núm.23.
– Aquí es, espero que disfruten de las vistas. Cualquier problema llamen a este número.

El señor le da una tarjeta a mi madre y le guiña el ojo.

Dos minutos aquí y ya tiene un pretendiente. Esto va a ser divertido.

G.G

Dark_demonx

Love among skatesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora