Cap. II

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Ángela

Son las diez, el sol entra a través de las ventanas.  Ayer fui a dormir tarde, estuve colocando mi ropa y mis cosas en él armario.
Hoy mi madre me prometió que después de desayunar iríamos de paseo a comprar accesorios para decorar mi habitación y ponerla a mi estilo.
Y así hicimos, bajamos a desayunar a un bar y después fuimos a comprar. 

Me compre bastantes cosas, entre ellas un skate, es lo que más adoro hacer en esta vida, patinar.  Hace dos años que lo deje de hacer, porque en mis dos últimas "casas" no habían parques de skate.

Después de estar toda la mañana de paseo, fuimos a un restaurante cerca de el apartamento. El sitio es elegante, frío, no hay mucha gente. Mi madre y yo estamos sentadas en una mesa redonda pequeña, con dos sillas acolchadas de color gris.
-Buenos dias  ¿que desean?- pregunta el camarero, un chico alto, ojos marrones del mismo que su pelo alborotado.

¿Porque todos los chicos de Nueva York estan buenos? Va enserio, me he fijado en un par cuando venía caminando hacia aquí y es increíble lo bien que visten.

Mientras mi madre le pide la comida, yo estoy analizando al chico de arriba a abajo, descaradamente, muuy descaradamente.

– ¿Angela? ¿Qué quieres comer? Angela...
Meneo la cabeza para volver al mundo y miro a mi madre que intentaba disimular su risa.
– Eh... sí esto, una ensalada y un filete por favor.
Le digo al chico intentando disimular la vergüenza aunque ya estaba roja como un tomate.
– Bien, en diez minutos os lo traemos.– Contestó mirándome con una sonrisa, se da media vuelta y se pierde entre la distancia.

– ¡¿Has visto como te miraba?! Tía lo tienes loco.
– ¡Mama! Uno, no hables como si fueras una adolescente. Y dos, ponte gafas, porque ves cosas que no son.
– Que aburrida eres... yo a tu edad...– Y se paso diez minutos explicándome lo que hacia a mi edad, y ahí viene de nuevo el camarero con los platos en las manos.
Mientras nos deja la comida sobre la mesa mi madre le pregunta por dónde está el servicio.
– Este pasillo al fondo derecha
– Muchas gracias.– Mi madre se levanta y se va haciendo un gesto con los pulgares arriba y guiñándome el ojo.

Definitivamente, esta loca.

– Disculpa la pregunta pero... ¿sabes patinar? Es que he visto que traes un skate y bien, supongo que sabrás dónde está el parque que hay una calle arriba de aquí.

Oh no, esto si que no, hacia dos malditos años que no patinaba.

– Bueno si lo acabo de comprar pero no tengo ni idea de donde está el parque.

– Si quieres pasarte mañana por la mañana, estaré por allí. Si quieres puedes invitar a alguna de tus amigas, yo voy siempre con amigos.
– No te rías pero no tengo amigas, soy nueva aquí, me mudé ayer. Pero sí por supuesto que me pasaré.

Como no ir, quien no acepte una propuesta de este chico no es humano.

– ¡Vale! Entonces bienvenida a Nueva York ah... ¿como te llamas?
– Angela, Angela Parker
– Yo John Petter. Encantado.– hace un gesto con la mano para que yo la apriete.
– Gracias, igualmente.– digo con una sonrisa tonta en la cara.
– ¿Hola? ya he vuelto, estoy aquí.– mi madre viene corriendo mientras se sienta en la silla.
– Esto... que aproveche.– comenta el camarero antes de dar media vuelta.

Creo que ya os podeis imaginar de lo que estuvimos hablando mi madre y yo durante toda la comida... Sí, de John.

Llega la hora de irse, estoy en la puerta esperando a que mi madre pague, le esta atendiendo el guapo de ojos café. Mi madre se gira y se dirige hacia a mí con una sonrisa malévola. Oh no, esa sonrisa no me gusta.
– Mama, ¿que has hecho?
– ¿Yo? Nada... Ya lo veras, ahora despidete de tu "crunsh" que nos vamos.
– ¡Mama! primero de todo, no es "crunsh" es crush y luego– No me deja terminar ya que me interrumpe.
– Si lo que tu digas ahora vámonos.
Ay... ¿Que haría yo sin ella? Ella es como mi mejor amiga.

Love among skatesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora