Cap.III

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Ángela

¿Sabes esa noche en la que no pegas ojo?

Pues esa a sido mi noche. Pero en parte me ha ido bien, porque he aprovechado el tiempo y he decorado la habitación con las cosas que compramos ayer. Ahora ya tiene mi estilo, le da el toque de: Ángela Parker. Como si lo dijeran en un anuncio con letras grandes. El punto es que ya me siento más cómoda, en la pared de detrás de mi cama, arriba he puesto unas leds, las típicas que puedes cambiar de color. Y luego en mi tocador, un cactus pequeño para que se vea un espacio más cálido y fresco.

Ahora me encuentro con una toalla en la cabeza, rodeando mi pelo castaño mojado, y visualizando en el espejo mis ojos verdes irritados por el agua de la ducha. Salgo del baño y me dirijo a mi habitación, abro el armario y rebusco entre la poca ropa que tengo algo que ponerme.
Una vez me decido, me pongo unos pantalones de chándal color beige a conjunto con una camiseta blanca con letras del mismo color que los pantalones, y unas zapatillas Nike air force one. Necesito ir cómoda para patinar, en una hora tengo que estar allí. Son las nueve, así que voy al comedor y me encuentro a mi madre con unas fresas y un yogur en la mesa esperándome para desayunar. Ella esta como siempre, con sus rizos color miel y su mirada perdida; mientras comíamos me ha explicado que se ha pasado toda la noche repasando los estudios de enfermería. La pobre quiere empezar a trabajar cuanto antes, y la entiendo yo si fuera ella estaría igual de agobiada y desesperada.

Una vez acabé, cogí mi monopatín  y me dirigí hacia la pista que quedaba a cinco minutos del apartamento.
Estoy girando la calle y puedo ver de lejos el skatepark, se ven chicos, ninguna chica. Cuanto más me acercaba más rápido latía mi corazón y más nervios me generaba.

Okey Ángela, tranquila no pasa nada. Solo que si te caes delante de ellos se reirán de ti y te llamarán "la pringada que no sabe patinar" durante años, nada más, no pasará nada más.

Entro caminando y fue la típica cámara lenta de las películas, todos se voltearon a verme, y yo entraba con la cabeza en alto como si fuera a dar mi vida con esa entrada.
Me fijé en los chicos, habían cuatro. Dos de ellos se parecían mucho, juraría que son gemelos. Otro de ellos es John, que fue el que se levantó para saludarme primero y presentarme a los otros chicos.

Jackson, el cuarto chico, rubio con tupé, de ojos marrones, fue el que se presentó abrazándome como si nos conociéramos de toda la vida.

Tyler, uno de los supuestos gemelos de pelo negro y ojos de un azul profundo como el mar, me saludó con un gesto de cabeza y siguió mirando su teléfono con un skate debajo de sus pies. El brillo de sus ojos me impresionó, le hacen realmente atractivo. Bueno todos los chicos de Nueva York son atractivos.

Cristian, el otro  supuesto gemelo, con los mismos rasgos que Tyler. No tenían ni una sola diferencia. Se limitó a hacer un gesto amable con su mano derecha y seguir a lo suyo mirando a la nada.

Los miré por última vez y seguí a John quien se dirigía a la primera rampa del parque. La veía bastante sencilla, pero para empezar después de tanto tiempo ya está bien.
Primero se tiró John con mucha agilidad y rapidez . Parecía fácil.
Me tocaba a mí. Sabía que si fallaba y me caía, las miradas penetrantes de los tres chicos se transformarían y se convertirían en el típico "como no". No podía cometer ese error.

Sin pensarlo dos veces, me tiré. Y no me caí, todo lo contrario, seguí patinando, haciendo trucos todo lo que iba recordando, subiendo y bajando por esos muros y rampas que tanto me hacían disfrutar antes cuando patinaba. Sentía como algo dentro de mí se tranquilizaba y podía respirar tranquila otra vez. En una pequeña pausa entre dos rampas, de reojo vi como los chicos, incluso John, estaban con la boca abierta. Me entraron ganas de decirles que las chicas no somos tan patéticas como ellos creen, pero tengo que causar buena impresión y no podía mostrar mi carácter el primer día.

Love among skatesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora