La profunda mirada del ruso repasaba cada detalle de la majestuosa edificación. Si bien los cumpleaños eran considerados una fecha única en la vida de cada persona, él no les daba tanta importancia; pero Nikolai y su esquizofrenia habían ideado un plan que, por primera vez, no fue capaz de anticipar. Eso le agrado de sobremanera, y explicaba además el comportamiento ligeramente extraño que había tenido recientemente: más alegre, más emocionado, más ¿nervioso? Por todo se sobresaltaba, como temiendo ser descubierto haciendo una trastada.
Resultó que absolutamente todo estaba pensado y calculado, hasta lo más simple. Esa mañana su juguetona sonrisa le informó su idea de celebración, pero no sintió el peso de las emociones ajenas hasta el momento en que las tuvo frente a él.
Ahora, sentados en el quinto palco de aquel teatro, ambos de dejaban llevar por los recuerdos, guiados por la sinfonía.
~ •☀️• ~
Finalizaba la primera pieza. Los aplausos del complacido público no se hicieron esperar. Era un espectáculo para la vista y un deleite a los oídos.
Con un leve gesto del director de orquesta los músicos concentraban una vez más en sus respectivos instrumentos, como saboreando las próximas notas que harían sonar.
Segunda pieza: “El Fantasma de la Ópera”.
Fyodor miró de soslayo a su compañero con una sonrisa enternecedora en sus labios. La respuesta del ucraniano un asentimiento acompañado de un dulce beso en la frente. Esa canción les hacía compartir el recuerdo de una noche muy especial.
«Las calles que siempre había caminado, ese día, eran diferentes. Tal vez porque estaba acompañado. Tal vez porque las cosas dejaron de ser aburridas. O tal vez porque, a pesar de sus demonios, en ese momento no sentía miedo de sí mismo.
—¡Dos-kun~! ¿En qué piensas?
Y ahí estaba ese niño de su edad — que hacía apenas dos años había conocido— sonriendo efusivamente; una expresión que conseguía siempre desestabilizar su indiferencia.
Meditó bastante la respuesta que ofrecería; poner en palabras sus pensamientos era una tarea difícil. Observó a su alrededor mientras. Divisó un pequeño parque al que solía ir cuando deseaba estar solo. Tiró suavemente de la manga del abrigo ajeno y le indicó un cambio de dirección en sus pasos.
Se adelantó para llegar a los columpios y tomar asiento. Kolya se posicionó detrás y le proporcionó un empujoncito para que la atracción comenzara a oscilar. Su rostro estaba algo triste. Era bastante común un drástico cambio de felicidad a melancolía cuando no recibía una respuesta a una pregunta que formulaba.
—En un futuro lejano, si llego a sonreír, te lo contaré.
Dijo al fin con una leve sonrisa. Porque sí, bajo esos colores, azul y gris, él ocultaba una sonrisa. Porque las palabras coloridas no eran cómodas, pero las necesitaba. Porque quería ser feliz, pero tenía miedo de buscar una razón para sentir euforia.
El rostro de Nikolai se iluminó. Comenzó a reir con intensidad y en un rápido movimiento separó al ruso del columpio y le abrazó por el cuello. Sus brazos ejercían bastante presión, la suficiente para que Fyodor sintiera la necesidad de respirar con normalidad.
—Me estás asfixiando.
—¡¡Una adivinanza!! ¿Quién es el mejor y más misterioso amigo de todos? Sí, exacto Dos-kun. ¡¡¡TÚ!!!
—¿Cómo se supone que debería tomar eso? Ni siquiera tienes punto de comparación.
—Es verdad. ¡Pero no me cabe duda de que así es!
Dostoyevski suspiró resignado ante su comportamiento. Le gustaba que fuese así después de todo. Seguía con aquella radiante sonrisa, aunque la fuerza de su agarre había disminuido. Sí le había escuchado.
—¡Lo decidí! —dijo separándose por fin y cambiando su semblante a uno firme— Voy a convertirme en la razón de tu felicidad, y en ese momento me vas a decir en que pensabas hoy.
Los ojos púrpura reflejaban desconcierto por la seriedad del payasito frente a él. ¿Era posible lo que veía? ¿Ese era Nikolai Gogol? Parpadeó repetidas veces procesando la información imprevista.
Una pequeña gota de agua sobre su nariz le sacó del trance. En menos de lo previsto la lluvia caía apacible sobre ellos. Las precipitaciones en Rusia eran muy escasas, por lo que ninguno llevaba un paraguas. Llegarían empapados a su casa. Ya podía sentir la fiebre que le auguraba ese clima.
Con las mochilas sobre sus cabezas, como único medio de protegerse, corrieron hasta llegar a la entrada de la residencia. Luego de dejar sus chaquetas mojadas en el vestíbulo y poner a secar su ropa, cada uno se encaminó a su propia habitación para un baño de agua tibia.
El tono naranja del atardecer desaparecía poco a poco, dando paso al manto añil de la noche. Fyodor leía cómodamente en su cama con la iluminación proveniente de una lamparita a su lado izquierdo. Lo único que privaba al ambiente del silencio era el constante y ligero toque de las gotas de lluvia en su ventana.
La atmósfera para una perfecta lectura se vio rota con el sonido de la puerta siendo abierta. Levantó la mirada encontrándose al ucraniano en pijama y con expresión agotada. Debía de tener sueño.
—¿Otra vez no puedes dormir?
La respuesta fue un leve asentimiento de cabeza y un bostezo. Se quedó parado en el umbral de la puerta con los ojos en el suelo. Quería decir algo, pero no sabía cómo. Se podía notar la inseguridad de que el ruso no accediese a su petición.
Fyodor suspiró cerrando su libro y colocándolo en la mesita de noche. Pasó del centro a la izquierda de la cama y palmeó tres veces. Jura haber visto los orbes dorados brillar con ilusión. Rápidamente se encontraba acomodado bajo la frazada negra de su amigo.
—Dulces sueños Dos-kun~.
«Después de haber recogido y encerrado en secreto las palabras que flotaban en mi mente, por fin, puedo descansar.»
—Buenas noches Lailai.»
—Que bonito es saber que estamos juntos en este mundo de cuerdos y que damos los pasos juntos. Las cosas maravillosas no tienen mucha explicación, o son muy difíciles de entender. Y que difícil es tener lo más sencillo y conservarlo bien, contigo aprendí eso.
Pronunció sereno casi al final de la pieza musical. Nikolai giró su rostro por completo. No había comprendido a que venían esas palabras.
—Te debía esa respuesta desde los once años.
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Symphony |•| Fyogol |•| ©
Diversos--"Tus lágrimas son la sinfonía que rompe mi corazón." Gogol lleva tiempo divagando en la idea de pedirle algo a Fyodor; sin embargo, las dudas y demás factores (cofcofesquizofreniacofcof) no lo han hecho posible y ahora teme de que el ruso lo sepa...