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Camino a casa una fuerte lluvia mojó toda la ciudad de Oxford, algo oportuno para mi porque mi ropa estaba empapada cuando saqué a Harry de la piscina, durante casi dos horas esperé para abordar un taxi hasta que un hombre se detuvo enfrente de mi. Aquella persona me ofreció llevarme a casa en su motocicleta, no lo conocía y nunca lo había visto antes pero ante la mala situación acepté, se que no era lo correcto pero después de todo ¿Qué podría pasarme al subirme a una motocicleta de un desconocido?. Me ofreció su chaqueta y pude notar algunos tatuajes, vestía de ropa oscura y su cabello era del mismo color.

Aquel hombre se detuvo al frente de mi casa, le devolví su chaqueta y se marchó, no supe su nombre y no se lo pedí en ese momento, pero sin duda era un hombre extraño. Subí a mi habitación,  me quité la ropa y sobre mi cama reflexioné sobre lo que había hecho; pretender dejar morir a Harry en la piscina e irme con un extraño, una locura. Esa noche Morris estuvo en mi casa, como siempre tierno y atento, le relaté con detalle el porqué lo había dejado de un momento a otro en la universidad, me abrazó y yo a él, luego juntamos nuestras frentes y al mirarlo lo besé. Quizás no estaba tomando decisiones con cabeza fría, pero Thomas Morris era un buen chico y merecía una oportunidad. Lo que pasaba entre Morris y yo no era una relación si no  una forma de conocerlo un poco mas, aunque besarlo me causaba ganas de algo mas. 

Por otra parte Harry me acechaba pretendiendo excusarse y volver conmigo, lo evitaba de todas las formas posible pero en algunas ocasiones era imposible, lo veía en los pasillos de la universidad o afuera de mi casa, e incluso hablando con mis padres.

Viernes - 8:00 am.


Esa mañana me desperté algo inquieta, o mas bien pensativa. Un mal presentimiento me helaba los huesos y por como resultaron las cosas la ultima vez que tuve un mal presentimiento no quería ir lejos de casa. Mi padre me esperaba para llevarme a mis clases, por algún motivo se veía muy feliz y radiante, entonces tuve ese extraño frio por mis huesos. Subí a su vehículo y en el camino la radio hacia un sonido ensordecedor, entonces lo apagué.

— Oye, ¿Qué te pasa? — dijo mi padre — ¿Por qué me quitas la música?

—¿Acaso no lo oyes?

— ¿Oír que? solo escucho buena música — me miró fijamente — cariño ¿Estas bien? te veo algo extraña.

— No, no es nada — dije mirando por la ventana - olvídalo.

— Esta bien. Quiero darte una buena noticia, probablemente encontremos a Camila en el trascurso de estos días, creemos que podría estar cerca del bosque. 

Al llegar a la universidad me bajé del carro de papá, me incliné para verlo por la ventana del copiloto.

— Sabes, me gustaría ver al tío Hernández ¿Qué dices si te acompaño al trabajo?

—Vete ya, llegaras tarde a tus clases — me sonrió — si te preocupa que algo me pase, no tienes que hacerlo, recuerda que soy un policía.

— Esta bien papá.

Antes de marcharse dijo.

— Te amo hija. 


Viernes - 12: 20 pm

Afuera de la universidad abordé el bus, por la ventana veía el paisaje, las calles y las personas caminando por el, era dinámico y colorido, nunca antes lo había notado, nunca fui tan detallista en lo que pasaba en mi alrededor. Llegué al paradero de buses  y caminé hasta mi casa, dos horas después Morris fue a buscarme para tener una cita conmigo, iríamos a la Plaza Radcliffe y de paso a la librería Waterstone's, no pude negarme si uno de esos sitios era de mi  completo interés, además, ahí vería a la madre de Camila Stone. Al llegar a la Plaza Radcliffe vi cruzar una furgoneta, mis ojos la seguían hasta perderla de vista.

— ¿Está todo bien? —preguntó Harry.  

— Si claro, todo en orden — entonces empezamos a caminar.

Un indigente ciego extendía  sus manos para pedir unas cuantas monedas o algo de comida, las personas pasaban por su lado ignorando su presencia, Morris se conmovió y me llevó hasta él, sacó unas cuantas monedas y se las entregó al hombre ciego, me pareció un gesto admirable de Morris, siempre demostraba su amabilidad. Igual que Thomas quise ser amable con el pobre viejo, saqué unas monedas y las puse en sus manos, entonces fue ahí que sus palabras logró intrigarme profundamente. 

— Oh... veo que tienes un don — me sostuvo la mano — si... premonición... — dijo el indigente —pero aun no lo ves, aun no tienes fe...

 — ¿Y que mas ves? — dije bromeando.

— Veo... un hombre — miré a Morris pensando que hablaba de él — aquel parece un demonio, pero te guiara en la oscuridad...—  una vez mas palpo mi mano — también veo sufrimiento — en una frase entonada dijo: tic...tac. El tiempo se acaba. 1, 2, 3... Estás secuestrada. Su risa casi ahogada era inquietante. 


Plaza Radcliffe.

Plaza Radcliffe

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librería Waterstone's.

librería Waterstone's

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