Capitulo 8

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Dos días después, apareció en casa de su hermana una lujosa limusina, dispuesta a recoger a Kikyo.

El chófer uniformado que la conducía pareció desconcertado al encontrarse con una cuna desmontada, una sillita de bebé, un cochecito, dos maletas enormes y un cesto lleno de juguetes.

—¿Podremos llevar todo? —preguntó Kikyo preocupada.

—Por supuesto, señora.

Antes de irse a trabajar, Naraku le había entregado un teléfono móvil.

—Creo que deberías avisar a Sesshomaru de lo que va a encontrarse. Si surge algún problema, estés donde estés, llámame e iré a buscaros a ti y a Ren.

Kagura había sido incluso más brusca.

—Probablemente Sesshomaru te cierre la puerta en las narices cuando vea a Ren. Aún me parece imposible que estés haciendo una cosa así... No lo haría ni una adolescente.

Pero Kikyo no comenzó a cuestionarse la decisión que había tomado hasta que estuvo de camino a Londres. Fue entonces cuando reconoció que habían sido su propia amargura y la necesidad de enfrentarse a Sesshomaru lo que la había empujado a dar aquel paso. Debería haber sido más sensata y haberle contado a Sesshomaru la verdad sobre Ren sin que éste estuviera delante. Pero en ese caso, ¿en qué circunstancias podría haberlo hecho? Porque la verdad era que no había ninguna manera fácil de abordar aquel tema.

La limusina pasó por Holland Park, giró bajo una puerta impresionante en forma de arco y se detuvo delante de una pintoresca mansión estilo georgiano rodeada de exuberantes jardines. Al principio Kikyo pensó que se trataba de un hotel y cuando comprendió que era una residencia privada, apenas podía salir de su asombro. ¿Era allí donde vivía Sesshomaru? Año y medio atrás, tenía un ático; era un apartamento impresionante y lujoso, y aunque a ella no le parecía acogedor, reconocía que era el lugar perfecto para un hombre soltero.

Le abrió la puerta una mujer mayor que se presentó como el ama de llaves y dedicó todo tipo de alabanzas a Ren. Informó a Kikyo de que Sesshomaru estaba en Roma y no lo esperaban hasta las nueve de la noche. En el momento en el que Kikyo comprendió que Sesshomaru la había llevado a su propia casa, comenzó a aumentar su nerviosismo. Por supuesto, eso no significaba que pretendiera que se quedaran bajo el mismo techo durante más de una noche.

Para las ocho, Ren estaba ya en la cuna, en una bonita habitación de invitados. No tardó en quedarse dormido después de una jornada inusualmente ajetreada.

Casi una hora después, Kikyo oyó el sonido del motor de un coche.

Se había vestido con un traje de color burdeos y zapatos de tacón. El pelo se lo había dejado suelto, cayendo en ondas sobre sus hombros. Quería que Sesshomaru tuviera que enfrentarse a lo que había hecho en otra etapa de su vida, pero, definitivamente, no quería que la mirara pensando que no iba a suponerle un gran sacrificio dejarla.

En el momento en el que Kikyo estaba llegando a la puerta del salón, entró Sesshomaru a grandes zancadas. Kikyo apenas tuvo tiempo de reconocer aquellos rasgos tan sorprendentemente atractivos antes de que la envolviera en un apasionado abrazo y buscara sus labios con un gemido de desinhibido deseo.

Invierno CalidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora