Capitulo 10

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Kikyo estudió el reflejo que le devolvía el espejo de cuerpo entero del vestidor.

Era Nochebuena, el día de su boda, y llevaba el vestido más maravilloso que jamás habría soñado ponerse. El corpiño, con un delicado bordado de oro y plata, se ajustaba a su cintura, desde donde se abría una falda de vuelo de color marfil revestida en la parte de atrás por una cola con un bordado a juego. Bajó la mirada para ver los zapatos de satén adornados con rosas de tul y la alzó después para contemplar mejor la luz de la moderna tiara de oro y diamantes y el elegante velo que cubría coquetamente su rostro.

Pero nada de aquello tenía sentido. A pesar de lo mucho que se había esforzado Kikyo en intentar perderse en el fervor de la boda, sabía que estaba a punto de salir para enfrentarse a una terrible verdad: Sesshomaru no era feliz. Kikyo estaba dispuesta a casarse con un hombre que no la amaba, pero que deseaba ser un buen padre para su hijo.

Sintió un cosquilleo en la nariz mientras intentaba contener las lágrimas. Sinceramente, sólo después de haber aceptado la propuesta de matrimonio de Sesshomaru se había dado cuenta de que los principales motivos por los que Sesshomaru le había propuesto matrimonio eran la culpabilidad y el deseo de ser un padre para Ren.

Habían pasado días desde la última vez que la había besado. De hecho, no había vuelto a hacerlo después de la primera noche. Al día siguiente, cuando Kikyo había vuelto a casa después de ir a elegir el vestido de novia, una ligera diferencia de opiniones entre ellos había dado como resultado que sus pocas posesiones terminaran en una habitación de invitados situada al lado de la de Ren. Aquel cambio de habitación, por el que ella misma había optado, se había convertido en un arma de doble filo para Kikyo. Sesshomaru no había ido nunca a buscarla y en ningún momento había dejado entrever que la echara de menos por las noches en su cama.

Estaban durmiendo en camas separadas cuando todavía no se habían casado, pensó con tristeza. Justo cuando creía que se habían aclarado todas las sombras que había en el horizonte, se había erigido una barrera entre ellos que no tenía manera de derrumbar. Desde entonces, Sesshomaru no podía haber dejado más claro que Ren era su único y principal interés.

Mientras ella estaba de compras, él había pasado todo el día con Ren. Cuando había vuelto, estaba bañando al niño y hundiendo los barquitos de plástico en la bañera con el mismo entusiasmo con el que Ren disfrutaba de los sonidos y las salpicaduras. Pero la irrupción de Kikyo en aquel momento había sido recibida con una frialdad mucho mayor.

—¿Has encontrado un vestido para la boda? —le había preguntado Sesshomaru con distante educación.

—Sí, y ha costado una fortuna, gracias —contestó ella.

Sentía la mezcla de culpa y euforia de una mujer que había encontrado el vestido de novia de sus sueños, acompañado de un velo y unos zapatos también de ensueño y un conjunto de lencería que quitaba la respiración, y que había pagado por todo ello una pequeña fortuna.

—Es curioso que esta vez lo de la boda no parezca molestarte tanto como la primera ocasión que mencioné lo del anillo —dijo Sesshomaru, arrastrando las palabras con un aterciopelado ronroneo.

Invierno CalidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora