Capitulo 7

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Resultó irónico que Inuyasha Taisho no fuera capaz de disimular su consternación cuando Kikyo se presentó en la casa y le tendió la hoja en la que firmaba su renuncia a primera hora de la mañana siguiente.

—No trabajo para ningún medio de comunicación, señor Taisho, y no me voy porque tenga ninguna información que vender —le aclaró con sarcasmo. Desde que había sabido que se iba a ir para siempre de allí, había dejado de importarle la opinión que pudieran tener sobre ella—. A veces Sesshomaru también se equivoca. Me voy de aquí porque creo que este trabajo ya no me conviene.

Después del torbellino emocional de la noche anterior, durante el trayecto hasta la casa de su hermana, la invadió una extraña calma que nacía del hecho de haber aceptado su situación. El trabajo de jardinero no le gustaba. Odiaba que la hiciera tan dependiente de Naraku y de Kagura y que además apenas le permitiera ver a su hijo. Ren estaba creciendo muy rápido y pronto dejaría de ser un bebé. Había llegado el momento de tomar nuevas decisiones y dejar de lado su orgullo y sus sentimientos. El hombre que le había jurado que no daba nunca la espalda a sus responsabilidades estaba a punto de averiguar que tenía una responsabilidad bien seria. No sabía cómo se sentiría Sesshomaru al enterarse, pero la verdad era que no le importaba.

No era fácil sorprender a Kagura. Reclinada en el sofá de su elegante salón y con el aspecto de una princesa de cuento con aquella melena ocura y su rostro exquisito, sonrió complacida cuando Kikyo anunció que había renunciado a su trabajo.

—Puedes venir a vivir aquí inmediatamente. De hecho, me vendría muy bien tenerte en casa para que ayudaras a la niñera con los niños. Y a ti también te conviene. Así podrás ver mucho más a Ren.

—Te lo agradezco, Kagura, pero he decidido volver a Londres —Kikyo tomó aire y su hermana arqueó las cejas con extrañeza—. Voy a contarle a Sesshomaru lo de Ren...

Kagura se levantó de un salto.

—¿Es que te has vuelto loca?

Kikyo habría preferido no tener que admitir que Sesshomaru había estado de visita en casa de los Taisho aquel fin de semana, pero en aquellas circunstancias, era imposible no hablar de ello. En cuanto terminó la precitada explicación sobre por qué había vuelto a hablar con Sesshomaru y dejó claro que creía que habían solucionado parte de los malentendidos del pasado, sin decir nada, por supuesto, sobre sus nuevos desacuerdos, Kagura la miró con expresión de glacial incredulidad.

—Así que a Sesshomaru Taisho le basta chasquear con los dedos para que lo tires todo por la borda y salgas corriendo tras él.

—Eso no es cierto.

—¿Ah, no? No le dijiste nada de Ren y las dos sabemos por qué, ¿verdad?

¿Pero qué sentido tiene decírselo? Ese hombre se reirá en tu cara si intentas insinuar siquiera que tiene un hijo —vaticinó Kagura.

Kikyo palideció.

—Te vas a humillar para no conseguir nada. Volverá a alejarse de ti y si alguna vez vuelves a tener una noticia suya, puedes estar segura de que será a través de su abogado —continuó Kagura.

Invierno CalidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora