Capitulo 3

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A los diecisiete años, Kikyo había empezado a trabajar en una oficina. Combinaba el trabajo con las clases nocturnas de contabilidad. Había conservado aquel trabajo durante cuatro años. A los veintiuno, había enviado una solicitud de trabajo a un barco comercial, Woodlawn Wyatt, donde había llegado a ser la segunda persona al mando del departamento de contabilidad y había visto multiplicado su salario de un día para otro.


El jefe de su sección le había dicho que ocupaba aquel puesto por una cuestión de cuotas, pero la verdad era que a ella no le había importado trabajar con aquel carcamal que vivía permanentemente amargado porque no habían aceptado al candidato que él había propuesto para ocupar su puesto. Consciente de que tenía una larga carrera por delante y muchas posibilidades de promoción, Kikyo trabajaba durante horas y horas. Estaba tan ocupada que apenas tenía tiempo para la vida social; no había ni amigas ni hombres en su vida. Llegaba a casa agotada noche tras noche, pero animada por la necesidad de demostrar su valía y por el miedo al fracaso.


Había conocido a Sesshomaru en la fiesta que habían organizado en Woodlawn Wyatt para despedir al director general, que se jubilaba.


Durante los discursos, Kikyo no había dejado de sonreír en ningún momento, pero bajaba disimuladamente la mirada hacia los apuntes con los que estaba preparándose su próximo examen. Ni siquiera se había fijado en que Sesshomaru estaba en la mesa de los oradores y, cuando minutos después habían apagado las luces y había comenzado el baile, se había dispuesto a volver a casa, después de haber cumplido con su obligada asistencia a la ceremonia.


—¿Quieres bailar?


Sesshomaru había salido repentinamente de la nada.


Kikyo alzó la mirada con el ceño fruncido, pero se quedó estupefacta ante el efecto de aquellos ojos espectaculares.


—Lo siento, ¿está hablando conmigo? —farfulló.


Le parecía imposible que un hombre como aquél quisiera bailar con ella.


—Por supuesto —contestó Sesshomaru con delicadeza.


—No pensaba bailar. De hecho, estaba a punto de marcharme.


—Sólo será un baile.


—Bailo fatal —musitó Kikyo avergonzada—. No le habrá pedido ninguno de mis compañeros que me gaste una broma, ¿verdad?


Como era responsabilidad suya controlar todos los gastos del banco, Kikyo sabía que no era muy popular entre sus compañeros, que criticaban la insistencia con la que los perseguía para conseguir los recibos y las explicaciones pertinentes cuando había algún gasto extraordinario. Era un trabajo antipático, pero se animaba diciéndose a sí misma que no tendría que hacerlo durante toda su vida.


Avergonzada por haberse traicionado con aquella pregunta estúpida, dejando al descubierto su escasa autoestima, se descubrió a sí misma tomando la mano que Sesshomaru le ofrecía y levantándose.

Invierno CalidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora