Capitulo 4

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Una hora después, justo cuando Kikyo se disponía a salir de la casa para empezar a trabajar, llamaron a la puerta.

Al abrir, descubrió con extrañeza que era Kagome Taisho la que estaba esperando al otro lado. Aquella atractiva morena, vestida con un traje de lana verde y con todas las facciones en tensión, aprovechó la sorpresa de Kikyo para entrar en la casa aunque nadie la hubiera invitado a pasar.

—Quiero dejar esto bien claro —le advirtió Kagome en tono cortante—: si te descubro intentando seducir a uno de nuestros invitados otra vez, informaré a mi marido de lo ocurrido.

Kikyo la miró con expresión de absoluta incredulidad.

—¿Seduciendo a...?

—Me refiero a Sesshomaru Taisho. Oh, no te culpo. Si yo estuviera en tu lugar, seguramente habría hecho lo mismo. Sesshomaru es un hombre encantador, además de un buen partido —Kagome le dirigió una sonrisa que apenas ocultaba su envidia y su resentimiento—. Supongo que eres consciente de que me di cuenta de lo que estaba pasando cuando ayer os interrumpí en la suite de Sesshomaru.

Kikyo se encontraba en la embarazosa situación de saberse en cierto modo culpable de la acusación que Kagome estaba lanzándole. Sabía que no se había comportado correctamente. Y aunque en un primer momento su intención era enfrentarse a Kagome por haber manchado su reputación, comprendió que no iba a ser tan sencillo.

Si admitía que Sesshomaru la había informado de sus acusaciones, revelaría que su relación con él era mucho más íntima de lo que en sus circunstancias podía admitir. Se encontraba en una situación muy peligrosa, se estaba arriesgando a perder su trabajo. Y verse obligada a hacer confidencias personales para defenderse no era lo que más le convenía en aquel momento.

—Señora Taisho, yo...

—He hecho todo lo que he podido para evitar el daño que pudiste hacer anoche e intentar que Sesshomaru Taisho se aleje de ti —confesó Kagome, sorprendiendo a Kikyo con su admisión—. Y una vez aclarado esto, quiero que sepas que aunque Sesshomaru tenga ganas de una aventura diferente, no va a disfrutarla en esta casa, con nuestra jardinera. ¿Ha quedado claro?

—Sí, creo que lo ha dejado muy claro —respondió Kikyo entre dientes.

Tenía que clavarse las uñas en las palmas de las manos para evitar decir algo de lo que después pudiera arrepentirse.

La otra mujer golpeó suavemente con la punta de su zapato de tacón el tren de juguete que había en el suelo.

—Ah, me había olvidado de tu hijo. ¿Dónde está, por cierto? Ahora que pienso en ello, hace días que no lo veo.

—Estoy segura de que para usted eso no tiene el menor interés.

Tras haberse preguntado por qué Kagome habría olvidado decirle a Sesshomaru que era madre soltera, Kikyo disimuló el alivio que le produjo saber que, sencillamente, se había olvidado de la existencia de Ren. La verdad era que no le sorprendía, puesto que, desde un primer momento, Inuyasha Taisho había dejado muy claro que no quería verla en el jardín fuera de sus horas de trabajo.

Kagome se encogió de hombros, mostrando así su acuerdo con las palabras de Kikyo.

—Te estás tomando esto bastante bien...

—Quizá —respondió Kikyo.

Kagome abrió de nuevo la puerta y le dirigió una mirada cargada de ironía.

—En realidad, te estoy haciendo un favor. Mi marido te habría echado de casa ayer mismo. Inuyasha es un hombre muy conservador en lo que se refiere a la moral de sus empleados.

Invierno CalidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora