Capítulo 9

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El dolor de cabeza iba en aumento, y éste ligado a la soledad solo lograba traerle recuerdos de lugares recónditos de su memoria. Recuerdos que creía él, se habían borrado desde hacía mucho tiempo.

Así pasaba día y noche encerrado tras aquellos barrotes de acero. Las horas parecían eternas, los pensamientos inagotables y el dolor incesante.

Habían pasado ya siete días desde que el detective que lo estaba interrogando lo acusara del asesinato de su hermano.

Dave había pasado horas y horas recordando aquella noche. El momento en que la luz de la habitación se apagó, la imagen de su hermano con la garganta traspasada por el cuchillo que apenas un instante antes él mismo había tenido en mano, y el cual empuñaba con la misma intención, pero no fue él quien cometió el acto, de eso estaba seguro.

Sin embargo, ¿Que le diría a la policía?. El hombre sombra había asesinado a su hermano, pero eso no hacía que éste dejara de ser un personaje ficticio. "¿Entonces como es posible que lo haya matado?", pensaba Dave, pero por más que le buscase lógica, nada la tenía.

En medio de su laguna mental llegó a pensar que quizá los oficiales habían encontrado el cuchillo que él empuñaba esa noche. De ser así, pudieron haber encontrado sus huellas en el cuchillo.

Si era esta la razón por la que lo habían encerrado, Dave sabía que estaba en graves problemas, pues no habría forma de convencer a las autoridades de que él no era el culpable.

Un pensamiento que rondaba la mente de Dave, era también el hecho de que no se le había presentado aún ningún abogado. Según tenía entendido, al ser acusado de culpable de cualquier delito, se le permitía a la persona en cuestión contratar un abogado para su defensa ante el juzgado que dictaría su sentencia. En dado caso que el acusado o sus familiares no pudiesen contratar tales servicios, el estado asignaría un abogado al susodicho.

Sin embargo, ya habían pasado siete días, y ningún abogado había llegado siquiera para aclarar sus dudas. En dado caso de que su familia no haya querido contratar un abogado para él, cosa que era comprensible, el estado ya debería haberle asignado uno.

El octavo día por la mañana, Dave se despertó de pronto al escuchar el murmullo de varias personas que caminaban por el pasillo donde estaban ubicadas las celdas, incluyendo la de él. Solo llamó su atención dos voces en particular, la primera era una voz grave, siendo la que más palabras pronunciaba, evidentemente dando órdenes; la segunda voz la reconoció de inmediato, pues estuvo varios minutos oyendo hacer preguntas y dar la orden de su encierro. Era el detective Emeth.

Cuando las personas en cuestión llegaron hasta la celda donde estaba el chico, supo que no estaba equivocado. Eran seis personas, entre ellas el detective. Otras cuatro eran oficiales, y entre ellos logró reconocer al que se encargó de encerrarle. Y la sexta persona, que era la que se hallaba frente a todos estos, era imponente, iba vestido de traje y corbata. El hombre tenía buen porte, fornido, de piel trigueña y ojos verdes e intensos. Fue este último quién rompió el silencio.

— ¿Quien es este chico? — preguntó a sus oficiales, aunque mantenía su vista clavada en el chico.

— Dave Letzen, teniente — respondió el detective Emeth —. Es el acusado del homicidio que me encargó investigar hace una semana.

— ¿El que parecía ser un caso de fractricidio? — preguntó el teniente, respondiendo él mismo su pregunta —. Por lo visto no era solo una suposición. ¿Cómo supieron que era él?

Hubo un incómodo momento de silencio en el cual ninguno de los oficiales presentes respondió a la pregunta del teniente. Éste, en evidente confusión por el repentino silencio, habló de nuevo:

El hombre sombraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora