La luna brillaba en medio del cielo oscuro aquella fría noche del 14 de octubre, y parecía seguir los pasos del chico mientras éste iba de camino a casa. La ciudad estaba ya casi dormida, pues eran pocas las casas en las que se veía actividad.
Dave llevaba puesto un gran suéter negro de lana sobre el uniforme de la universidad. Eran ya las 9:00pm, y el chico no había llegado aún a su casa desde la mañana, que salió para ir a clases. Su cuerpo temblaba desenfrenadamente, pero él estaba consciente que la razón de aquel temblor no era el frío, si no una mezcla entre impotencia, ansiedad y pánico que hacía retorcer las tripas dentro de él.
Dos semanas atrás, luego de la visita hecha a su amiga, el chico se vió envuelto en una serie de eventos que, como consecuencia, lo llevaron a colapsar mentalmente.
El primer suceso ocurrió la mañana del lunes 2 de octubre. Durante el desayuno, al ver a sus hermanos comportarse de una forma tan común como siempre lo hacían, al ver que en ellos no había mi una pizca de remordimiento, Dave había sentido una extraña sensación dentro de él, algo que no recordaba haber sentido nunca. Sentía odio. La sangre dentro de sus venas hervía de furia.
¿Acaso éste sentimiento era causado por el hecho de que él supiera lo que ellos habían hecho? ¿Tanto podría importarle su amiga?.
Dave sintió la necesidad de golpear a sus malditos hermanos, y de someterlos de forma tan drástica que no tuviesen más remedio que pedirle perdón a Nayla por todo el daño que le hicieron. Sin embargo, algo lo sacó drásticamente de sus pensamientos.
Dave sintió un fuerte golpe en la cara, como si alguien le hubiese dado una bofetada. En efecto, su padre se hallaba frente a él con la mano derecha alzada, preparado para darle una segunda bofetada.
El chico estaba desconcertado, no entendía lo que sucedía.
– ¡Esta será la última vez que maldices a tus hermanos – gritaba Reginald, furioso –, o te juro que para la próxima no será solo una bofetada lo que voy a darte!
– Pero qu... – "¿acaso pensé en voz alta?", Se preguntó Dave dentro de sí.
– Dave, no respondas, por favor – Layna se hallaba ya en medio de el chico y su padre, intentado impedir que las cosas se pusieran peor de lo que estaban –. Reginald, por favor. Baja la mano, quizá entendiste mal lo que él dijo.
– Por supuesto que entendí muy bien lo que dijo – el hombre seguía furioso.
– Por favor. Dejemos esto como un mal entendido – la mujer se volteó de pronto hacia Dave –. Cariño, ve a la universidad. Se te va a hacer tarde.
Dave salió de la casa. A pesar de lo que acababa de suceder con su padre, el sentimiento que nació de pronto en él al pensar en lo que los gemelos habían hecho, no se había aplacado ni un segundo. Incluso, parecía haber incrementado.
El chico no comprendía para nada los sentimientos, pero si de algo estaba seguro, era que lo que sentía no podría ser nada más que odio.
Aquella tarde, su rutina se vió desecha una vez más, pues durante las clases no podía concentrarse debido al ardor en su pecho y sus entrañas, ardor causado por la sensación de odio que crecía dentro de él "porque ésto solo puede calificarse como odio", pensó.
Rota una vez más su rutina, cualquier esperanza de volver a sentirse bien aquel día se desvaneció. En busca de una solución a su problema, fue hacia la biblioteca e intentó leer para despejar su mente. Creyó haber tomado cualquier libro de la biblioteca, pero se sorprendió a sí mismo cuando notó que el libro que tenía en sus manos era nada más y nada menos que "El hombre sombra".