El sol de medio día brillaba en todo su esplendor, iluminando así el asfalto de aquella carretera que parecía ser infinita en aquel momento. Aún así, no parecía poder opacar el frío clima que arreciaba desde hacía semanas y que tendía a intensificarse a medida que la noche caía, para hacer de esta una especie de infierno helado. Al menos así sentía él que eran las noches.
Emeth Dunkel, no era ningún amante del frío, pero hacía uso de este cuando necesitaba serenar su mente. Tal y como lo necesitaba justo ahora.
Luego de aquella larga noche, hacía una semana atrás, en la que le fue asignada la misión de encontrar un culpable al asesinato de Rethen Letzen, el detective había llegado a su casa con el cuerpo y la mente agotadas de cansancio. Sin embargo, no pudo pegar ojo en lo que quedó de noche.
Había tenido una semana entera para pensar en todo lo que sucedería de allí en adelante. Predecir el comportamiento de los implicados y perjudicados del acto de homicidio perpetrado aquella noche. Aún así, teniendo tantas cosas en las que pensar, solo había un pensamiento que no desaparecía de su mente ni aunque tratase de omitirlo.
Aquel tormentoso pensamiento era el diálogo que sostuvo con el señor Reginald Letzen, mientras lo interrogaba.
— Parece usted un hombre muy estricto, señor Reginald — decía el detective, aquella noche durante la interrogación –, pero
no siempre fue así. Mis compañeros se encargaron de investigar su pasado, y no es la primera vez que se ve implicado en asuntos de asesinatos. Ni siquiera la segunda, sino la tercera.— Que le puedo decir, detective — el hombre hablaba con una serenidad anormal a pesar lo que había sucedido, pero Emeth no se dejó intimidar por aquello —. Durante mi adolescencia no fui precisamente un santo. Nadie lo es.
— A los catorce años de edad le fue acusado de asesinar al joven Narbi Klent, con un arma blanca durante una pelea — Emeth observó al hombre esperando haber creado alguna impresión, pero solo halló indiferencia—. Sin embargo, no hubo testigos de lo acontecido y se le declaró inocente en el segundo juicio.
— Mi esposa no sabe esto — dijo Reginald —, así que le agradecería si pudiera guardarme el secreto.
— No tengo ningún interés en contar su vida personal a su familia, así que puede estar tranquilo.
"Estricto y controlador", pensó Emeth. Aquel hombre creía tener el control de todo, pero si una pequeña semilla de duda podría llegar a destruir un sociedad entera, también podría derrumbar la seguridad de aquel hombre, aunque aquello tendría que esperar.
— La segunda vez que se vió implicado en un asesinato, no fue de forma directa, y se le declaró inocente, pero ¿No tenía usted algún motivo para asesinar a su hijo?
— Yo estaba con mi...
— Para ser culpable de un homicidio no necesariamente se necesita haber empuñado el arma y hacer el acto, pues aquel que planea un asesinato o paga para llevarlo a cabo, es igual de culpable. ¿Tiene usted contacto con personas que puedan hacer este tipo de trabajos?
Reginald, pareció dudar durante un instante. "He allí lo que buscaba", pensó Emeth.
— No podría negarle que tengo ciertas amistades...
— A los que no les costaría nada hacer un trabajo sucio, lo sé — Emeth hizo un intento de intimidar con la mirada a aquel hombre, pero fue en vano —. Quizá no haya querido matar a su hijo, quizá solo quería darle un susto para que recuperase el rumbo de su vida, y ese susto terminó saliéndose de las manos. Eso lo hace aún culpable, así que...
— Lo que usted busca es un culpable, detective — Emeth, frunció el ceño, evidentemente molesto por la interrupción —. Pero lo único que está haciendo es perder el tiempo, pues el verdadero culpable de todo esto estuvo en esa habitación con mi hijo, y es el único a quien no ha entrevistado.
Aquellas palabras se clavaron en la mente de Emeth, quien comenzó a analizar la situación detenidamente.
Evidentemente, Reginald hablaba sobre su hijo Dave. No era extraño que existiera resentimiento en las familia, y en el caso de un padre tan estricto como Reginald Letzen, el resentimiento era algo muy común. Sin embargo, acusar directamente a su propio hijo de asesinato, era ya un caso que sobrepasaba lo natural.
— No entiendo de que me habla — dijo el detective.
— Sabe muy bien de lo que le hablo — respondió el hombre, lanzado una mirada penetrante sobre el detective —, solo que quiere que le diga un nombre para tener una base sólida al momento de sacar conclusiones junto a sus colegas.
Emeth entendió en aquel momento que Reginald Letzen, no era cualquier persona. " No solo es estricto y controlador, sino que además sabe jugar con la mente".
Antes de que el detective pudiese decir algo, Reginald volvió a hablar.
— Hablo de Dave Letzen. La única persona que estuvo presente durante el asesinato de mi hijo, y por ende, también el culpable — el hombre parecía convencido de lo que decía.
— La suya es una fuerte acusación, señor Letzen, y no es algo que pueda tomarse a la ligera — Emeth se hallaba contra la espada y la pared, pues aquella acusación no tendría ninguna valides sin al menos una prueba —. Sin embargo, a menos que usted tenga alguna prueba de lo que me dice, yo no puedo proceder a arrestar al individuo.
— Lo sé, por eso estoy dispuesto a ayudarle en cuanto a la búsqueda del culpable...
— Preferiría que no interfiera con las autoridades, recuerde que a menos que se demuestre lo contrario, usted sigue siendo igual de culpable que el resto de las persona que se hallaban dentro de la casa durante el homicidio.
— Como diga, detective — la última palabra salió de su boca cargada de un tono de repudio —. Aún así, solo hace falta que usted hable con el chico y vendrá a mi en busca de información. Información que puedo apostar que no tiene en esas carpetas suyas.
— Quizá cuando mis oficiales no logren encontrar información sobre algo, vaya y pida su información — Emeth sonrió, inmaduro —. Aunque eso sucederá cuando las serpientes tengan alas.
Al terminar aquella conversación, Emeth solo logró quedar un poco confundido, tanto por el comportamiento de aquel hombre, como por sus palabras.
Minutos más tarde, luego de interrogar a Dave Letzen, Emeth comprendería que había cometido un error al retar al señor Reginald.