Dave hacia todo lo posible porque su acompañante no llegase a notar la incomodidad que sentía.
El detective Emeth Dunkel, estaba absorto en sus pensamientos, tanto así que incluso no parecía estar consciente de que aún iba conduciendo el auto, mucho menos la dirección en la que debía ir, pues ya se había pasado dos desvíos que debía tomar para llegar a casa del chico.
La carretera se extendía inmensa frente a sus ojos, y Dave realmente disfrutaba un poco de aquel pequeño viaje, aunque no mucho de la compañía. El chico era fanático de los paisajes naturales como bosques, prados, playas, e incluso de la hilera de árboles que se extendía a cada lado de la carretera. Aunque no sabía cómo categorizar eso.
Disfrutaba del sol y la brisa fría que se colaba por la ventana a su lado. En un principio, al detective pareció molestarle un poco que el chico abriera la ventana, pero al no protestar, Dave ignoró aquello. Quizá aquel hombre no era muy amante del frío, o quizá no tanto como Dave.
El chico no podía negar que sentía algo de admiración por el detective. Era un hombre joven, con una profesión y una vida ya hecha, o eso le había comentado el teniente a cargo de la Bundeskriminalamt.
Luego de que el teniente diera la orden al detective de llevar al chico a su casa, Emeth le había pedido esperar unos minutos para terminar de ordenar algunos archivos, y esos minutos los pasó Dave junto al teniente, quien no paraba de hablarle sobre lo bueno que sería para el chico trabajar en la agencia. Todos sus intentos por convencer al chico fueron en vano, pero Dave aprovechó la oportunidad para hacer una pregunta que rondaba por su mente desde la noche que lo interrogaron, pero el teniente no tenía una respuesta, así que no le quedaba más alternativa que preguntar directamente al detective.
— ¿Le molesta si le hago una pregunta? — dijo el chico, rompiendo de pronto el silencio y sacando bruscamente al detective de sus pensamientos.
— Siempre y cuando no se te haga costumbre, puedes.
Dave no pareció comprender la molestia que sentía el detective al dar su respuesta, así que continuó.
— Aquella noche, cuando usted me estaba interrogando, el oficial que cuidaba la puerta en aquel momento entró a la habitación y le dijo algo al oído — Dave pareció dudar un momento sobre si debía o no seguir —. En aquel entonces pensé que el oficial le había confirmado de alguna forma que yo era culpable, pero hoy luego de sacar mis conclusiones, supe que usted no tenía pruebas. ¿Entonces que fue lo que le dijo el oficial aquella noche?
El detective frunció el ceño.
— ¿Acaso hay algo que pueda confirmar que tú seas culpable de la muerte de tu hermano?
— Hay cosas que podrían hacerme parecer el más sospechoso, pero no se puede confirmar algo que no es verdad. A menos que esa supuesta confirmación sea una mentira.
El detective parecía irritado por la respuesta del chico, pues creía que Dave estaba reprochandole que hubiese mentido para encerrarlo. Pero el chico solo estaba usando la lógica.
Dave se quedó observando fijamente al detective durante más de un minuto.
— ¿Que sucede? — preguntó el detective, evidentemente incómodo ante la mirada insistente del chico.
— Aún no me responde la pregunta — dijo Dave.
— Es información que no puedo darte, chico. Que no se te olvide que aún eres sospechoso.
— ¿Me permitiría decirle lo que yo creo que pudo haberle dicho el oficial aquella noche?
— La verdad preferiría que n...
— Teniendo en cuenta que usted estaba convencido de que yo era el culpable — dijo Dave interrumpiendo la respuesta del detective —, y sabiendo que en aquel momento estaba centrado en la interrogación, debo suponer que lo que sea que le haya dicho el oficial, estaba relacionado con el caso. De otra forma usted se hubiese visto distraído de su propósito y no se le hubiera ocurrido la idea de mandarme a encerrar. Siendo así, llego a dos conclusiones.
"La primera, es que el oficial le comentó sobre algún pequeño detalle que solo podría hacerme más sospechoso, pero no culpable, y usted aprovechó el momento para jugarme una especie de trampa psicológica, haciéndome creer que se había confirmado mi culpabilidad"
Dave observó un momento al detective para ver si este confirmaba su teoría, pero al ver que el hombre no daba señal alguna, prosiguió.
— La segunda, es que el oficial entró en la habitación para informarle que no se había encontrado pruebas ni rastro alguno del culpable del asesinato, pero usted aprovechó la ocasión para jugarme alguna especie de trampa psicológica haciéndome creer que se había confirmado mi culpabilidad.
Si mientras decía aquello, Dave hubiese mantenido su vista fija en el detective, se hubiera percatado de la brusca reacción de éste con respecto a la segunda teoría, y quizá hubiese confirmado así que ésta no estaba muy lejos de la verdad.
— ¿No le parece extraño que en las dos teoría usted termina intentando jugarme una especie de trampa psicológica? — preguntó Dave.
— La verdad no me intere...
— Eso se debe a que solo fue eso, una especie de trampa psicológica. Una mentira que en su determinado momento no pudo mantener. — Dave pareció meditar algo durante un instante, luego continuó —. Pero en el momento que el teniente pidió respuestas de porqué yo estaba encerrado, usted no dijo nada, lo cual me lleva a concluir que mi segunda teoría es cierta. Pues de haber tenido la más mínima prueba en mi contra, usted le habría dicho al teniente.
— ¿Y todas esas teorías las hiciste durante tu encierro? — preguntó el detective, de pronto lleno de curiosidad.
— No — respondió el chico —. Las teorías las acabo de concluir.
El resto del camino transcurrió en silencio. Ni Dave ni Emeth parecían dispuestos a continuar con aquella conversación. El primero; porque sabía que el detective no confirmaría su teoría, y el segundo; porque se sentía un poco opacado por la rapidez mental del chico.
Al llegar a su destino, el primero en bajarse fue Dave. Mientras el detective terminaba de estacionar el auto, el chico caminó hacia la puerta de la casa, pero al abrirla recibió un golpe tan fuerte en su rostro que pensó que quedaría inconsciente allí mismo.
Cayó al suelo, y al levantar la vista para ver a su atacante, se encontró con la eufórica mirada de Reginald Letzen, quien venía sobre él como un toro apunto de dar una segunda embestida.