Cuando la alarma del despertador sonó, Dave aún no había dormido nada. Pasó toda aquella noche en vela, perdido por completo en los recuerdos nefastos de un día que se podría decir trágico para él. Todo había sido tan extraño. La repentina ruptura de su rutina, había creado alguna especie de alucinación en su mente. "Pero no fueron alucinaciones – pensó –. Madre también oyó los golpes en la ventana, pensando que era yo el causante". Pero, ¿que había con la figura en la calle? ¿Eso sí lo había imaginado o había sido real?. No lo sabía, pero ahora era momento de levantarse y adecuarse a la rutina nuevamente.
– Un nuevo día, una nueva rutina – dijo el chico mientras se levantaba.
Aquel día, todo transcurrió de forma tranquila. Un desayuno familiar en el cual sus hermanos le golpeaban e insultaban. Llegó a las aulas de clases cinco minutos antes de que éstas comenzaran. Una tarde de tareas y ejercicios, e incluso, aquella noche pudo dormir sin ningún inconveniente.
El día viernes 15 de Septiembre, ya todo volvía a la normalidad. La rutina de Dave, era cumplida en su totalidad sin inconveniente alguno.
El sábado 16, su rutina era más tranquila, y se disponía a hacer labores del hogar como comprar comida, limpiar la casa, etc... Al llegar la tarde, se dispuso a ir a casa de su gran amiga Nayla.
La tarde del día 13, luego del rompimiento de su rutina, la chica le había dejado varios mensajes de textos, y parecía estar preocupada al ver que él no respondía a ninguno. Ahora podría darle explicaciones sobre lo sucedido, ya que Nayla era la persona en quien confiaba, y con la que más cómodo se sentía. Podría haberlo hecho en la biblioteca la tarde del viernes, pues sabía que la encontraría allí, pero prefirió tener más privacidad, aunque irónicamente nadie iba a la biblioteca.
Al llegar a casa de la chica, ésta lo abrazó fuertemente. Él aún no comprendía cuál era la necesidad de la chica de abrazar y mostrar afecto, pero aún así aceptaba que lo hiciera, pues de alguna forma le gustaba.
La sala de la casa de Nayla era toda azul cielo, con algunos cuadros de pintura colgados en una que otra pared, y unos grandes y cómodos muebles de piel marrón situados en el centro del recinto. Ella vivía técnicamente sola, pues sus padres viajaban seguidamente por cuestiones de trabajo, y tardaban incluso meses por fuera.
Dave tomó asiento, mientras su amiga le buscaba un vaso con agua.
– ¿Por qué no me has respondido los mensajes? – preguntó Nayla, mientras le entregaba el agua a Dave y tomaba asiento a su lado.
La chica, de tez blanca, iba vestida con una franela púrpura, una falda corta de tres capas y negra, y unas zapatillas igualmente negras. Su cabello castaño claro le caía hasta la mitad de la espalda a pesar de que la llevaba recogida en una coleta de caballo. Un rastro escaso de pecas se notaba por sus pómulos, y sus ojos de un color celeste resaltaban bajo sus cejas castañas.
– He tenido algunos inconvenientes, y dejé el celular de lado porque necesitaba resolverlos lo más pronto posible.
– ¿Que tipo de inconvenientes? – preguntó la chica en un tono de curiosidad –. ¿Acaso tiene que ver con lo que pasó en la biblioteca?
– Teniendo en cuenta que tú también trabajas allí como bibliotecaria, supongo que debes conocer a la otra chica que allí trabaja, y debes haber obtenido la información, sea lo que sea que te haya dicho, a través de ella.
– Yo no puedo mentirte y lo sabes. Me dijo que saliste muy asustado de allí luego de oír un fuerte golpe cerca de ti, pero que no sabe qué causó el golpe, pues eras tú el único que allí estaba.
– También supuse que algo así te diría, pues ella no conoce el verdadero motivo de mi reacción.
– ¿Y cuál e...
– Rompí mi rutina – interrumpió Dave a la chica antes de que terminase de formular la pregunta.
Nayla abrió los ojos de par en par, impresionada por lo que oía. Desde que conocía a Dave, el chico nunca había roto su rutina. Incluso, desde que ellos habían comenzado a tener relaciones, ella se había disgustado varias veces con él por no darle un poco más de tiempo, pues solo se veían los fines de semana, pero comprendió con el tiempo que el chico no saldría de su rutina, y que ésta era muy importante para él.
– ¿Cómo sucedió? – preguntó Nayla
Dave se levantó del mueble, parecía que aún le incomodaba recordar lo que había sucedido. Hablaba mientras caminaba de un lado a otro.
– Eran las doce del medio día, mi hora de almuerzo y la hora de receso en la...
– Ahórrate lo detalles – dijo la chica, que ya conocía bien cómo era él.
– La hora de receso en la universidad – comenzó Dave a hablar forma rápidamente graciosa –. Fui como de costumbre a la biblioteca...
– Está bien – dijo Nayla mientras reía –, puedes contarme con calma. Escucharé todo lo que tengas que decir.
Dave continuó con su relato sobre lo sucedido en aquel día, pero al llegar al punto en que hubo un ruido en la ventana, fue interrumpido de nuevo por la chica.
– ¿Estás seguro que no había nada ni nadie que pudiera causar aquel ruido en la ventana?
– Sé lo que ví, y aunque no me explico a qué pudo haberse debido el ruido, sé que nada lo causaba. Pero lo más extraño, es que durante la noche el ruido volvió, y había alguien bajo el farol que queda frente a la ventana de mi habitación, pero no pude ver quién era – dijo el chico con un tono de preocupación.
– ¿No será que me engañas con otra y solo me dices esto para distraerme? – preguntó la chica con sarcasmo. Un poco de humor para calmar la tensión del chico.
– Sabes muy bien que no conozco a muchas personas, y mucho menos me sentiría comodo para estar con alguien más – la chica comenzó a sonreír, pues le parecía tierno lo que Dave decía –. Además, tengo entendido que para que sea un engaño, tu y yo deberíamos ser pareja, pero no es así – la sonrisa de Nayla se esfumó de su rostro.
La chica se quedó observando a Dave por unos segundos, estaba realmente enamorada de aquel chico, y aunque él no comprendiera sus propios sentimientos, sabía que él también estaba enamorado de ella.
De pronto levantó una mano y pasó sus dedos por entre el liso y negro cabello del chico. Él la miró con esos ojos verdes esmeralda, y ella sintió que se estremecía ante la visión de aquellos hermosos ojos.
De pronto se lanzó sobre él y se sentó en su regazo, colocó los brazos alrededor de su cuello y comenzó a besarlo lentamente, como tentandole. Cuando el chico comenzó a ceder al beso, ella comenzó a quitarle la camisa.
– No – dijo Dave, rompiendo el beso.
– ¿Que sucede? – preguntó ella, sin apartarse de él.
– Aquí no. Los muebles fueron creados comúnmente para que la gente pudiese sentarse en la comodidad de su hogar. No seremos como esos vulgares de las películas que tú ves, los cuales parecen tener una necesidad vital por el sexo y no miden las consecuencias de hacerlo en cualquier lugar donde el deseo carnal les llame.
Nayla rió con fuerza ante lo que el chico decía. Luego hizo una expresión parecida a la de una niña cuando pide un dulce.
– ¿No puedes complacerme solo por esta vez? – dijo con voz tierna.
– No en esto. Si quieres hacerlo tendremos que ir a la habitación, y espero que la tengas ordenada.
Ella sonrió y se acercó a su oído, dispuesta a conseguir lo que quería.
– ¿Podríamos al menos intentar algo nuevo hoy? – le dijo en un susurro mientras besaba su oreja.
– Si es en tu habitación, sí.
Nayla se puso de pie, tomó al chico de la mano y comenzó a llevarlo hacia su habitación. En su rostro tenía marcada una gran sonrisa, pues sabía que había ganado.