Nueve: Agua para matar el fuego

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Ir directamente a atacar no serviría. Los Wen tenían una defensa muy fuerte puesta, pero XiChen había conseguido información de cómo pasar a través de ella. Habían tenido el almuerzo y la cena y aún no habían conseguido planear la mayoría, pero el tiempo estaba agotándose y no podían seguir tardándose, así que planearon en el camino.

XiChen era el que hablaba mayoritariamente y al final del segundo día sabían exactamente lo que harían. La carta fue enviada a la Emperatriz, avisándole sobre su ataque. Para cuando esta le llegase, la batalla ya se habría librado y era exactamente lo que el general quería.

El tercer día a la noche, tomarían todo. Había más de 200 personas entre ambas tripulaciones, y ellos estaban determinados a gana. Pero una batalla era una batalla y no podían evitar derramamiento de sangre.

Los Wens amaban prender fuego las cosas, así que cuando el fuego fue prendido en ellos les tomó por sorpresa. Sin embargo, XiChen era consciente de que estaban peleando en terreno ajeno y su corazón se endureció para enfrentar las consecuencias de tales actos. Wen Ruohan escapó, Wen Xu murió y sólo pudieron capturar a Wen Chao para llevarlo a la capital. El trato había terminado. Mujeres y niños escaparon, los hombres fueron matados.

Aquellos que murieron a manos de las ratas fueron enterrados por sus compañeros de manera respetuosa, en una tierra donde sólo quedaban cenizas de lo que solía ser. Era un tiempo de pena y victoria. Se permitieron beber alcohol para celebrar, tanto como para honrar a los que se habían ido como para liberarse del peso pesado al que se habían sometido.

-¿Estás a cargo de los prisioneros? -Jiang Cheng permitió que su cuerpo cayera junto al de XiChen. Su Zidian hizo que la campana de plata en su cintura sonase.

-Mn. -Lan Huan asintió.

-¿No es aburrido? -A-Cheng preguntó, tomando un trago del alcohol que no había tenido hacia tiempo.

-No voy a beber, por lo menos puedo liberar a mis hombres esta noche. Wangji merece un descanso también.

-¿Se irán en la mañana hacia Beijing?

-Sí, debemos de llevarlos directamente a la Ciudad Prohibida, antes de que escapen. La Emperatriz va a estar recibiendo mis noticias uno o dos días antes de que lleguemos. Es como lo acordamos, Jiang Wanyin está muerto.

-Lo sé. Lo sé. Llamarme a mí mismo Jiang Cheng, volver a hacer negocios legales y toda esa mierda.

-No es mierda, A-Cheng.

-Mantendré mi promesa, A-Huan. No te preocupes. Si no lo hago entonces ven a buscarme y mátame.

-¿Sigues con eso? -XiChen dijo sonriendo mientras negaba.

-Bueno, no voy a morir bajo tus manos. -Tomó un jarrón de su cintura, ofreciéndoselo.

-No bebo. -XiChen quiso empujarlo.

-Es sólo agua, pensé que tendrías sed. Huelelo si no quieres creerme.

Cuando el general lo hizo, no había ningún olor en particular en este.

-¿Cómo sé que no está envenenada? -En sus labios tenía una sonrisa juguetona.

-¿Quieres que lo intente? -A-Cheng dijo sorprendido.

-He probado tu comida en mi barco para que veas que no está envenenada. Por lo menos podría pedirle lo mismo.

-Bien. -Jiang Cheng puso su jarrón de alcohol en el piso y abrió el del agua para beber un sorbo de este. Bajó el jarro, a punto de beber el líquido cuando sus labios fueron asaltados. Un poco de agua se derramó de sus comisuras pero A-Huan tomó la mayoría en su boca. El líquido se movió entre sus labios, Lan Huan tomó todo lo que pudo de un muy sorprendido pirata. Apenas segundos habían pasado cuando se separó, pero se sentía como si el tiempo se hubiera congelado.

-Tienes razón. Es sólo agua. -Le dijo, sus boca apenas a centímetros. A-Cheng sintió toda su cara ponerse de un rojo brillante, sus ojos se encontraron y no supo cómo reaccionar.

-Tú... - Sus labios se movieron pero no pudo sacar palabras.

-En un año.

-¿Qué-?

-Búscame en Yunmeng, en un año. Si aún quieres batallar hasta la muerte, iré al mismo lugar en el cual tu hermano me apuntó con un arma. Sólo tú y yo. Puede intentar y concretar tu promesa de matarme la próxima vez que me veas. -Su aliento caliente envolvió los labios de A-Cheng que ya estaban calientes. -Si estas enojado por lo que acabo de hacer, recuérdalo y peleame entonces. Si intentas algo ahora, mis hombres te matarán sin pensarlo.

-Lan Huan.

-Esta es nuestra despedida, Jiang Cheng. Esperaré por ti siete días y siete noches, asegúrate de aparecer en ese tiempo si quieres un duelo. Pero entrena. Porque el tú de ahora mismo no tiene ni chances de herirme siquiera.

Eso trajo un ceño fruncido a su hermoso rostro. -¿Estás intentando ofenderme? ¡Entrenaré y te demostraré que sí puedo!

Era ese mismo carácter pendenciero que escondía dentro de él tanta suavidad que volvía a XiChen loco. Se contuvo de besarlo de nuevo, pero sus ojos se posaron en aquellos labios suaves. -Vete, o tal vez te bese de nuevo.

A-Cheng se quedó en su lugar, sorprendido, mientras XiChen liberaba sus manos para que pudiera irse. No tenía intenciones de alejar su cabeza, disfrutando de poder mirar sus expresiones de cerca.

El pirata fue el primero en romper el contacto visual, parándose sin enfrentarse al capitán. Movió sus manos y otro jingle se escuchó. -Toma esto. -Le dijo, tirándole a XiChen su campana.

-¿Qué es esto?

-Un recuerdo de una promesa. Vendré a matarte en un año y lo tomaré entonces.

XiChen sonrió, acariciando el globo plateado con sus dedos. -Muy bien. Te veré en un año.

-La próxima vez que te vea, te mataré de verdad. -Jiang Cheng le apuntó.

-Espero ver eso. -Lan Huan sonrió, cómo si le hubieran dado el mejor de los regalos. 

De Pirata a Robacorazones | XichengDonde viven las historias. Descúbrelo ahora