El principio de la historia..

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Al fin llegó el esperado día, me costó un poco concebir el sueño, así que me levanté algo somnoliento; pero lo compensaba la emoción interna que yo tenía en mi estómago, ese día sentí que las clases duraron más de lo normal, estaba tan impaciente que ya no podía soportarlo por mucho más tiempo; pero lo soporté de alguna manera. Apenas sonó el timbre, fui a cambiarme por algo más apropiado y me fui como un loco a la parte trasera; me reconfortaba el ver que los guardias ya no podían acecharme como días anteriores.

Llegué al punto de encuentro, y ahí me aguardaba Ronny con una gran sonrisa, -te tardaste- me dijo mientras me enredaba el cabello con sus manos, como si yo fuese un perro. Empezamos a caminar, aún no había obscurecido, pero el frío empezaba a asomarse. Me parecía una fantasía estar ahí; era como un sueño hecho realidad. Llegamos a donde estaba la cinta que decía "precaución" y luego pasamos debajo de ella; la emoción me estaba consumiendo, me sentía como una pequeña hormiga comparada con esos enormes árboles. El aire puro hacía que mi nariz ardiera sutilmente, el olor a tierra mojada me encantaba, la neblina había aparecido delante de nuestros ojos y eso nos empezaba a dificultar el paso. Caminamos varias horas, y en todo el camino Ronny estuvo diciéndome lo que debía y no debía hacer, como el no irme a ningún lado sin compañía o cosas de ese tipo; yo seguía maravillado con la naturaleza, así que no escuché en su mayoría lo que Ronny tenía para decirme.

Al cabo de aproximadamente dos horas y media de trayecto, ya el sol se había ocultado. Por fin llegamos al lugar de encuentro del club; para mi sorpresa era una casita blanca, pequeña, de madera pero por la humedad estaba bastante deteriorada, tenía en los cuatro extremos una antorcha enorme con fuego en su extremo; yo supuse que era por si alguien se perdía en el bosque, para así poderse ubicar con facilidad.

Cuando entramos, noté que los escasos muebles que tenían estaban muy viejos y maltratados; el olor a humedad era notable, y el polvo se colaba con frecuencia. Había alrededor de siete u ocho personas dentro de la casa; tres mujeres y cuatro hombres, sin contar a Ronny.

Entre las mujeres estaba una señora ya entrada en años, era regordeta, con los cachetes pintorescos y unos ojos cafés muy brillantes; había una muy joven, no pasaba de los veinte, tenía el cabello de un tono algo anaranjado y alborotado, pero eso le daba un aire de mucha madurez; al lado de ella se encontraba una niña de unos nueve años tomando su mano, rubia, cabello largo, ojos claros y su piel extremadamente blanca, como una verdadera muñeca de porcelana; todas ellas portaban vestidos muy largos color blanco con delantal, adornados con flores, y en el calzado traían botas negras que no combinaban en absoluto con el atuendo, pero yo entendía que era por la situación.

Entre los hombres se encontraba uno bastante mayor, era muy grueso, con rasgos muy toscos y su cabello estaba casi completamente plateado, otro tenía alrededor de cuarenta años, era muy corpulento a pesar de su edad, tenía el cabello obscuro pero ya pintaba algunas canas y por último estaban dos más jóvenes de una contextura muy parecida, altos, un poco cuadrados y blancos, tenían entre veinticinco a treinta; uno tenía el cabello rubio y el otro lo tenía castaño obscuro. Todos vestían con camisas holgadas, jeans desteñidos y botas algo altas, tenían un aire de leñadores o cazadores.

Y ahí sucedió; apenas entré, la niña se escondió detrás de la muchacha, aferrándose a su pierna muy fuertemente. La señora mayor se colocó en una esquina, el veterano se levantó bruscamente, los dos de treinta se quedaron sentados en el sillón, como si no les importara nada a su alrededor y el último se quedó arrecostado a la pared muy sereno. Nadie dijo nada, sólo nos miramos simultáneamente hasta que el señor corpulento se acercó a mí, demostrando ser el único normal de la casa, me extendió la mano en forma de saludo, -me llamo Javier- dijo con una voz muy ronca, y me apretó la mano muy fuerte, yo no me quería intimidar, entonces le respondí - soy Peter Hook-.

Apenas abrí mi boca la señora mayor empezó a sollozar,

-así se llamaba mi hijo- dijo entre lágrimas; yo no sabía qué hacer, el señor mal encarado al parecer era su esposo y se balanceó hacia mí con intención de golpearme, pero Ronny lo detuvo con su fulminante mirada mientras se acercaba a mí.

-bueno, al parecer de ahora en adelante aquí, serás sólo Hook- dijo tomándome de un hombro, y eso al parecer los calmó a todos, pero nos invadió un silencio muy incómodo en aquella sala.

Después de eso, Ronny me dijo que los fines de semana yo dormiría en esa casa, para no perder tiempo caminando; yo asentí sin reprochar nada. En la casa sólo habían dos habitaciones (una de hombres y la otra de mujeres), eran muy estrechas, pero podíamos entrar todos; en la nuestra habían tres camarotes, yo dormía en la parte de abajo y arriba dormía el rubio, al lado de mi cama estaba Ronny y encima estaba Javier, en la última estaban los otros dos. Yo me sentí algo incómodo entonces me limité a acostarme en mi cama sin decir nada; mientras ellos hablaban de sus cosas, pude notar lo bien que se llevaban. Apagaron las luces a las nueve de la noche e inmediatamente todos se callaron, se metieron en sus camas y se durmieron casi al instante.

Yo no esperaba nada de eso, era muy confuso para mí que todos me vieran con malos ojos. Yo esperaba un grupo de scouts, pero me encontré con personas de vestimenta extraña y muy paranoicas; aun así yo no me haría para atrás, y menos después de todos mis esfuerzos. Entonces decidí, esa noche, soportar todo lo que vendría, costara lo que costara.

Pero yo aún era muy ingenuo, no sabía lo que esperaba más adelante, no sabía que ese rumbo cambiaría mi vida por completo.....


Bosque clandestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora