La curiosidad mató al gato

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Había llegado el fin de semana y eso llevaba consigo la responsabilidad de cuidar el bosque. Hasta hace poco estaba ahí y ahora estaba algo incómodo por volver a aquella casa, me preocupaba el inminente temor que había nacido en mí, me daba escalofríos pensar que dormiría allí de nuevo. Lo extraño del caso es que yo hubiese preferido dormir a la interperie, en aquel bosque, antes que en esa dura colchoneta.

Como siempre ocurría, Ronny me acompañó a la residencia, donde todos me aguardaban en la mesa para empezar a comer. Mientras masticaba, Annie se acercó a mí desde la parte baja de la mesa y me regaló una margarita recién cortada del jardín; apenas me la entregó me hizo señas de que guardase el secreto, colocando su dedo índice sobre su pequeña boca.

Le hizo un sutil movimiento de agradecimiento y le guiñe un ojo mientras la guardaba cuidadosamente en un bolsillo de mi chaqueta.

Los chicos estaban listos para partir, así que me tragué de un sorbo el café que tenía la taza, y me ajuste el calzado. Esa mañana en especial había amanecido muy húmedo el bosque, el sol estaba cubierto por nubarrones grises que hacían que el día se observara algo triste.

El lodo provocaba que nuestras botas se atoraran sin compasión, nuestro paso lento nos empezaba a irritar, pero estaba fuera de nuestro alcance.

Ronny se me acercó y me rodeo los hombros con su brazo

-hoy a ti y a mí nos toca hacer guardia por la noche también- me comentó con una sonrisa. Yo me quedé en blanco, nunca me habían pedido hacer tal cosa y eso me ponía muy contento. Él había procurado decírmelo en secreto así que, aunque tenía ganas de reír de la emoción, me contuve milagrosamente.

Ronny notó mi esfuerzo por esconder mi alegría, así que sólo se sonrió y me frotó la cabeza.

Entramos a la "selva", eso era lo único que valía la pena para mí. La hermosa fauna me volvía loco no me cansaba de observarla, aunque el clima estaba algo tosco, igual me tenía maravillado, como si de nuevo fuese mi primer día ahí. Alimentamos cantidades enormes de nutrias, que era lo que más se encontraba en esa sección. Las cebras siquiera hicieron acto de presencia, parecían algo extrañas ese día. Las demás criaturas usualmente se alimentaban por sí solas, así que no me preocupé demasiado.

La noche cayó rápidamente y era hora de que volviésemos a la casa. Ronny les indicó a ellos que volvieran, Javier asintió, y se hizo responsable de que el grupo estuviera a salvo. Se despidieron con un abrazo, me pareció extraño al principio, pero lo acepté sin molestarme y luego desaparecieron entre los árboles.

-saben que es tu primer noche aquí, por eso querían felicitarte de alguna manera- me dijo Ronny mientras cerraba la puerta principal.

-creí que estaríamos adentro- mascullé con confusión

-ni de broma- reaccionó él al instante, y luego empezó a hablar

-Los animales siempre han sido calmados, por naturaleza sino te metes con ellos, tampoco ellos se meterán contigo. En la mayoría de casos ha sido porque las personas peturbamos su espacio y simplemente ellos se colocan en modo alerta.

Pero últimamente, cuando el sol se oculta, o un desastre natural está por ocurrir; ellos se alteran. Entiendo que su única forma de acudir a nosotros es esa, pero no tengo idea del porqué todas las noches." me dijo mientras se sentaba junto a la entrada y yo procedí a seguirlo.

Sus palabras me pusieron a pensar profundamente, recordé que una noche sus desesperados gritos me habían desconcertado un momento, pero yo no le había tomado la importancia que requería.

El sol empezaba a ocultarse, y la niebla comenzaba a esparcirse, la hermosa luna ahora se podía observar fácilmente. Se me erizaba la piel con sólo pensar que hoy también gritarían junto a mí, pero al mismo tiempo la curiosidad me mataba lentamente; "si pudiese ver el panorama completo podría descifrarlo" me decía a mí mismo con un poco de desesperación.

El hambre le avisó a nuestro estómago que ya era hora de que comiésemos un poco, pero en ese momento nos tuvimos que conformar con algunas galletas que Ronny traía en la bolsa de su pantalón. Nuestra hora de terminar era hasta la una de la mañana y yo pensaba no poder aguantar hasta tan tarde.

-debí traer algunas galletas más- me comentó encogido de hombros

-espero que nos alcancen las energías- repliqué con esperanza

No pasó mucho para que el ambiente empezara a cambiar, el aire se volvió más espeso y a la vez el frío se manifestaba con más fuerza.

Los repentinos gritos inundaron todo el bosque y retumbaban sin previo aviso. Nos miramos simultáneamente y nos tapamos los oídos; era lo único que podíamos hacer. Pensamos que pararían en poco tiempo, pero en vez de eso aumentaron la intensidad y desesperación. Tanto Ronny como yo, estábamos muy sorprendidos, y así estuvieron más de una hora hasta que él decidió volver a la casa para traer la escopeta e ir a investigar junto a mí.

-¡ambos entraremos cuando vuelva, pero por nada del mundo entres solo!- me gritó para que yo entendiera, mientras se alejaba a toda velocidad. Lo esperé alrededor de dos horas y la espera me estaba matando.

Los animales se habían calmado del todo pero él aún no aparecía. El curiosear se estaba volviendo más que una buena idea.

"Ronny me matará si lo hago" pensaba para sí, como si fuese un regaño para mí mismo. Intenté calmar mis ansias de todas las maneras posibles, y aún así no daba rastros de aparecer. De pronto un fugaz pensamiento cruzó mi mente: "tan sólo iré un momento, luego me devolveré, y así no se dará cuenta". En ese momento me pareció lo más razonable, así que sin más espera me aferré a la malla y empecé a subir para luego saltarla.

Lo hice con cuidado para que ningún animal se volviese a alterar. Pero al caer, se convirtió en una ruidosa caída a lo cuál yo me asusté, pero seguí caminando. No tenía idea de qué buscaba, sólo quería ver con mis propios ojos algo que me sorprendiera.

Hasta ese momento no sabía siquiera que mis deseos se podían convertir en una maldición. Mis apacibles pasos se exasperaron en cuanto escuché una entrecortada respiración a mis espaldas. Al principio me quedé inmóvil unos segundos, y luego me fuí girando lentamente para ver de que se trataba.

Y ahí estaba una figura abstracta entre las sombras, mirándome fijamente, pendiente de todos mis movimientos. En ese momento me dí cuenta que el dicho "la curiosidad mató al gato" no podía ser más cierta...

Bosque clandestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora