Desde que Scarlett Vernier recibiera aquellas coordenadas, habían pasado dos años y habíamos vuelto a París. Durante esos dos años, que casi había parecido una década, nos había pasado de todo: Charlie Wang había muerto de sobredosis, Big había perdido el juicio por una puertorriqueña de corazón tan grande como sus senos, y la Duchesse y yo nos habíamos dedicado a seguirle la pista a Kurt, sin éxito consumado.
No obstante, habíamos logrado cumplir muchos deseos que intuía, no provenían directamente de Scarlett. No, en ese momento todavía no era consciente del poder de Null sobre ella, ni siquiera era consciente de su naturaleza, ni de su existencia. Y supongo que no habría sido útil, pues de haberlo sido, dudo que Scarlett me hubiese omitido esa información.
Aquel ente la había manipulado y moldeado tanto, que había instantes en los que la francesa dudaba de si cosas cotidianas como pintarse los labios o guiñar un ojo, los hiciese ella misma. La relación entre ente y alma era realmente tóxica, tanto, que en una de esas noches en las que Scarlett gritaba en sueños, confesó que creía que se estaba volviendo loca. Claro que, ella al día siguiente no recordaba nada. Como si durante la noche, Null la "soltara" durante unas horas y se viese ahogada por su propio subconsciente.
Hicimos muchas cosas antes de regresar a París. En primer lugar, despedirnos de Charlie Wang y seguir a esas coordenadas, que nos dejaron justo en la frontera de México. Big, Scarlett y yo tuvimos encontronazos con la justicia, los pistoleros, las mafias, la trata de personas... Y la colección de cabezas decapitadas en la parte trasera de nuestra camioneta no hacía más que aumentar.
Fue en México cuando la Duchesse comenzó a llevarse los cráneos a modo de trofeo. Fue algo que comenzó como una burla, decía ella, "estos hombres han perdido la cabeza literalmente por una mujer", ah, y se reía, se reía a carcajadas mientras sus facciones angulosas estaban impregnadas con sangre fresca y maloliente, y el bigotudo y yo nos mirábamos, nos encogíamos de hombros, y callábamos. Esa era la rutina: nosotros le ayudábamos a llegar hasta sus objetivos, y al final hacíamos parte del trabajo sucio (la limpieza de los escenarios, falseamiento de las pruebas...). Allá en las zonas pobres del país había tantos ajustes de cuentas que la gente se había acostumbrado a salir de su vivienda y tropezar con el cuerpo mutilado de alguien.
También intervenimos en el asunto de la trata de personas. Vaciamos camiones repletos de personas desnutridas y atemorizadas, y conseguimos meterlas en aviones de regreso a casa o hacia países más desarrollados en los que podrían probar suerte sin mafias de por medio. Les dábamos una vida nueva: documentación, cambio de look, de todo. Nos lo podíamos permitir, no sé cómo, porque habría jurado que la herencia que Christine le había dejado a Scarlett había desaparecido hacía bastante tiempo, pero decidí no preguntar. Encogerse de hombros y callar, esa era mi vida, envueltos en una humareda de polvo, balas, y mucha velocidad. Éramos como tres espectros con las ansias de venganza y sangre de demonios despechados.
No solo estuvimos en México. Además viajamos a Brasil, Venezuela... No recuerdo ni siquiera todos nuestros destinos, fueron demasiados, y mi mente ya no recuerda todos los nombres... Pero sí todos los casos. Todas esas cabezas que no dejaban de amontonarse... Un chamán nos contó un modo tradicional de dejarlos sin la carne rápidamente, para quedarnos solo con las calaveras. Aprendimos muchísimo, más que con libros o con la universidad.
Y veía a mi niña cada vez menos niña, cada vez más astuta, más vieja, más diabla... Y eso a la vez que me enorgullecía, me rompía el corazón.
El Château Vernier nos esperaba pacientemente con sus mejores galas. Las mejores galas para un entierro, desde luego, pues había dejado el palacete en manos del servicio de mayor confianza, pero como era evidente que desconocían cuándo regresaría la Duchesse, no malgastarían las mejores sedas para decorar la casa. Y aún así, a pesar de no lucir las cortinas más exquisitas ni las alfombras más bellas, nuestro hogar seguía siendo nuestro hogar. Por suerte, pude avisarles con 48 horas de antelación de que la señorita Vernier regresaba, así que lograron que el aspecto de la casa fuera como mínimo, aceptable, para ser primavera.
Y parecía que Scarlett se había olvidado de Kurt... O eso me había hecho creer.
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La Fuga de la Musa
Teen Fiction"Mujer, caucásica, rubia, de edad entre 25 y 30 años. Probablemente de nacionalidad francesa y se sabe que habla varios idiomas además del francés: inglés, italiano, castellano, ruso, alemán, japonés, quizás más. Su complexión es esbelta, y su fuerz...