7· LAS VEGAS - V

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Llegó el día del primer trabajo de "Svetlana": uno de los clientes de Charlie, un millonario del norte de Europa de gustos extravagantes, le había pedido al chino una muchacha a la que observar mientras hacía de modelo de "body painting" (ella la modelo, evidentemente). Big mismo fue el que se encargó de asearla a conciencia, preocupándose de que estuviese absolutamente limpia. En un piso tan pequeño, no había espacio para el pudor. No lo hicieron en la ducha, pues el techo estaba demasiado bajo para el guardaespaldas. La tumbó sobre la mesa del comedor, sobre varias toallas, y frotó cada centímetro de su piel con una esponja y agua tibia. No hubo ningún problema mientras él evitó las "zonas prohibidas", es decir, los senos, el pubis y las nalgas. Cuando estaba a punto de armarse de valor para hacerlo él, casualmente llamó Charlie a la puerta. En realidad, no había sido casual en absoluto, pues había estado observándolos por las pantallas que tenía instaladas en su piso. Se hizo el sorprendido al encontrarlos de esta forma y tomó la esponja. Ninguno de los tres había dicho una sola palabra en ningún momento. El calvo se colocó tras la cabeza de la chica y la sujetó por la espalda, cogiéndole los brazos. El oriental empezó masajeando los senos, utilizando las manos en las que previamente se había echado jabón. Mantenía una expresión totalmente inexpresiva. Cualquiera diría que aquello que estaba haciendo no lo excitaba en absoluto. Era una actitud que había aprendido a fingir a la perfección tras años de experiencia para no intimidar a "sus chicas". Hizo unas cuantas pasadas bajo las mamas, con cuidado para no provocarle rojeces, y pasó a la entrepierna. La idea era hacer que se corriera, para asegurarse de que el "canal" estaba impoluto. Sacó de su maletín lo que parecía un vibrador y lo utilizó sobre Scarlett. Ella se retorcía de vez en cuando, por el placer, por eso el guardaespaldas la sujetaba. Charlie miró el reloj de pared. Iban con retraso. Sin avisar, puso el aparato con la potencia al máximo, logrando su objetivo. La rubia jadeaba profundamente. El oriental se encargó de recoger el flujo con un pañuelo que posteriormente guardó en un pequeño tarro de su maletín. Probablemente, lo vendería. Era una época en la que todo podía ser vendido y todo podía ser comprado. Volvió a pasar la esponja por los muslos, ahora algo más firmes que antaño, pues la joven se estaba tomando en serio lo de mantenerse en forma. Despacio, los dos hombres le dieron la vuelta y el de canas teñidas le repasó las nalgas. Finalmente, Big la vistió con ropa interior de algodón blanco, una gabardina clásica de Burberry y unas botas de pitón que le llegaban por la rodilla. Gafas de sol de tamaño exagerado y un pañuelo vistoso para cubrirle el cabello. Sin maquillaje. Estaba lista.

El cliente los esperaba en un estudio de fotografía que había alquilado para todo el día. Lo acompañaba el artista que ejecutaría la obra, un equipo de catering por si tenían hambre y personal de seguridad. A pesar de ser el debut de Scarlett, Charlie no podía quedarse, tenía otras obligaciones que lo requerían. Big estaría con ella en todo momento. El fondo escogido era un papel continuo, totalmente negro. La joven debía sentarse sobre un taburete alto con respaldo y tener paciencia. El observador tomó asiento en una butaca frente a artista y "lienzo", oculto por la semioscuridad del resto del estudio. El guardaespaldas de Vernier estaba a un lado de la sala, más pendiente de estar alerta que de disfrutar del espectáculo.

El pintor desvistió a la rubia con cuidado: gafas, pañuelo, gabardina y botas. El holandés pidió que también quería la ropa interior fuera, así que también se la quitó. Se acercó lo justo para verla mejor sin salir de las sombras y volvió a tomar asiento. El pintor, que era francés, elogió la higiene con la que la modelo había llegado. Tras darle un beso en cada mejilla, empezó su trabajo.

Comenzó aplicando una base negra en las zonas que iba a pintar: rostro, cuello, torso y hasta la parte baja de la cadera. Los brazos y las piernas se quedarían al aire, por petición expresa del cliente. La aplicación de la pintura negra duró su tiempo, pues fueron tres pasadas ininterrumpidas con un tiempo de secado entre ellas de unos cinco minutos.

El resultado final sería en vídeo, así que el francés aplicó pinturas plastificadas. Durante toda la sesión, estuvo sonando música de Jan Van Gilse. El holandés era totalmente, un excéntrico y un patriota.

El francés pintaba sin descanso, preocupándose de que la modelo no se deshidratara y por supuesto, que no sudara. Scarlett miraba de reojo los tonos de los botes de pintura, intentando adivinar qué le estaban pintando encima, pues no se lo habían dicho. Cinco horas después, en las que fue alimentada con salmón ahumado, lo supo. Colocaron un espejo de cuerpo entero frente a ella, cubierto con una tela, y lo destaparon de golpe. Ella se sorprendió, suspirando, y no pudo evitar ponerse a danzar: la habían convertido en la noche estrellada de Van Gogh. En ese momento sonaba "Trio: Ruhig frei". Se sentía como una estrella fugaz. Le dejaron espacio para que pudiera moverse a sus anchas, pusieron a grabar la cámara y ella siguió danzando. Su estilo era como el de la danza contemporánea, muy libre, elegante, arriesgado. Había sido todo un acierto dejar las extremidades desnudas, pues así contrastaban aún más con el fondo y la pintura. Sus ojos verdes centelleaban, como si fueran dos estrellas más, y sus perlados dientes no podían evitar asomarse en alguna que otra sonrisa que se le escapaba. También había sido lienzo su espalda, y Scarlett lograba mover su espina dorsal de manera que parecía que "De sterrennacht" se moviera. Todos los que allí estaban se quedaron fascinados, hipnotizados por los movimientos de la joven duquesa. Danzó durante los cinco minutos que duró la pieza y se detuvo con parsimonia, mirándose en el espejo. Tras este, estaba Big, absolutamente boquiabierto. El maldito Charlie tenía toda la razón del mundo con esa muchacha.

Era bastante obvio que el esfuerzo de cinco horas no podía reducirse a cinco minutos de baile improvisado. Así que Scarlett bebió algo de agua con ayuda de una pajita, se esnifó una raya que le preparó Big y volvió a estar lista. Pidió que sonara algo más lento, petición que les pareció natural a todos y volvió a ocupar el centro del estudio. "Concert Overture in C Minor" escogió el holandés. Era una pieza que comenzaba muy lenta, y progresivamente iba aumentando de velocidad y se volvía apasionada, majestuosa, sangrante. La Duchesse la interpretó a la perfección, notando que no era ella la que elegía el próximo paso, ni siquiera Null, sino la música en sí misma. Scarlett se estiraba, se comprimía, saltaba, giraba, volvía a comprimirse, se detenía, posaba, otra pirueta, otra más, ahora con desorden, ahora una perfecta. Abría los ojos, los cerraba, sonreía, se mostraba furiosa. Era como si una estrella de verdad hubiera bajado del cielo en forma de meteorito, para quedarse y deleitarlos durante los siguientes 90 minutos. Como el holandés pensaba que la bailarina era rusa, la última pieza escogida fue la Suite final del Pájaro de Fuego, de Igor Stravinsky.

Al terminar, Scarlett estaba exhausta, pero muy satisfecha. Muy satisfecha. Hacía demasiado tiempo de la última vez que había podido bailar, bailar como quería, como lo sentía. En realidad, el holandés solo había pagado por ver cómo pintaban a la modelo, así que cuando Charlie recibió el cheque que le extendió, se le olvidó cómo se hablaba en inglés y sólo podía decir palabras de agradecimiento en su lengua materna. Mientras tanto, Big, le quitaba la pintura a Scarlett de encima de su preciosa piel junto con los ayudantes. El pintor no podía. Le temblaban las manos de la emoción y no podía dejar de llorar por lo que había podido vivir. Tenía unos cuarenta años, y sentía que aquello era lo mejor que le pasaría jamás.

 Tenía unos cuarenta años, y sentía que aquello era lo mejor que le pasaría jamás

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La Fuga de la MusaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora