Los días pasaron fugazmente, y con los días, las semanas. Y con las semanas, los meses. Y en un parpadeo, se cumplió un año desde que Scarlett despertó entre los brazos del ingenioso Charlie Wang.
Durante todo este tiempo, no había dejado de recibir obsequios por parte de sus admiradores, invitaciones a eventos, cenas de gala y citas. Todo el mundo quería haber tenido a la "Diamond Panther" en alguna de sus fiestas. Así la habían llamado, en honor al gran truco digno del mejor ilusionista, de entrar en un baúl cubierta de diamantes y que saliera un animal salvaje de piel color ébano. Muchos periodistas y magos habían intentado encontrar alguna trampilla, alguna posible explicación a lo que sucedía dentro del Louis Vuitton, sin éxito. Ese era uno de los secretos que mejor guardaba Scarlett, era una incógnita incluso para su representante y su guardaespaldas. Ambos habían aprendido a no hacer preguntas, al igual que había aprendido ella de ellos nada más llegar a su microcosmos.
El don que le había otorgado Null hacía su vida exponencialmente más sencilla. Tan solo con tocar a su objetivo podía pedirle lo que quería que hiciera y voilà, lo tenía. Un día, se le ocurrió experimentar con Cat, su gatito negro de ojos verdosos. Intentó convencerlo de que subiera por la pared y de que después caminara por el techo. Inexplicablemente, funcionó. El felino andaba alegremente por la superficie, ajeno a toda gravedad. Por supuesto, en cuanto consiguió alcanzarlo, lo persuadió para que volviera a obedecer a las leyes de la Física, por si acaso el calvo entraba y veía aquello. De momento no había tenido que obligar a nadie a olvidar recuerdos, pero no era una experiencia que tuviera ganas de vivir. No como otras.
Otra cosa que Scarlett había aprendido entre bambalinas es que la gente del teatro al final es una gran familia. Heterogénea, llena de rivalidades y secretos, pero una familia al fin y al cabo. Tarde o temprano, la costurera se había enterado por un tramoyista de que cierta contorsionista le había confesado a uno de los maquilladores, en un momento de debilidad, que estaba muy asustada. Dicha contorsionista, Misty, era la madre de Matt, el niño que le dió el ramo de flores blancas a Svetlana antes de su primera actuación. Y el miedo eran más que susurros. El maquillador se enteró por tener que ocultar con una gruesa capa varias marcas moradas y oscuras de golpes, golpes que aparecían en la hermosa piel de Misty cada semana. Pero Scarlett ni de puta coña se iba a quedar de brazos cruzados. ¿Y si ese hombre se cansaba de pegarle a Misty e iba a por Matt? ¿Y si un día, Misty no volvía más? ¿Y si él la callaba para siempre? Scarlett no había intercambiado más de dos palabras con ella, pero el maquillador en cuestión era un cotilla y le gustaba mantener informada a la prima donna.
Después de la última función anterior aniversario de la aparición de Vernier en comisaría con Charlie, la rubia lo vio con sus propios ojos. El tío, el supuesto novio de Misty, apareció hecho una furia. Alegaba que la había visto demasiado cariñosa con su compañero de baile, que había algo más. "¿Cómo coño vamos a tener nada?", preguntaba Misty, en lágrimas, "Si busqué aposta a uno que fuese gay. ¡Es gay, Antonio! ¡Es homosexual! ¡Yo no le gusto!". Y él la cogía por el antebrazo con rabia, mientras se la llevaba a rastras de allí, casi escupiendo espuma por la boca, mientras respondía loco de celos, "¡Puta! No sabes lo que es estar con un hombre de verdad. Pues hoy lo vas a saber, ¡hoy lo vas a saber! ¡Zorra desagradecida! ¡Hoy te mato! ¡Te mato".
Vernier lo observó todo con suma atención, semioculta tras unos burros llenos de corsés y boas de plumas. Tenía que actuar de una jodida vez. No podía quedarse de brazos cruzados. No después de lo que había visto. No después de lo que había sobrevivido. Si Null la había salvado era por una razón. Tenía que proteger a las personas que no podían defenderse de los monstruos. De los peores monstruos: los que sí existen.
Pudo enterarse, preguntando con discreción a unos y a otros, dónde vivía la familia infeliz. Tenía que ser paciente y esperar a poder entrar. A que Matt se fuera a la cama. No quería que lo viera con sus propios ojos. Pero tampoco podía esperar demasiado. El tío iba a matar a la contorsionista. Así que impacientemente, Scarlett Vernier estuvo esperando en la parte trasera del Cadillac. No, no iba sola. Null le había recomendado que acudiese allí con Big. "¿Por qué?", se preguntaba Scarlett. "Le necesitamos", respondía el ser pensante. No le había explicado nada al calvo. Pero tampoco había sido necesario. Él conocía la historia de sobra. Misty no era la primera a la que había tenido que arrancar de las garras de un marido celoso y psicópata. Big se había topado con decenas de "Antonios". Incluso en su propia infancia. Así que cuando la rubita le dijo dónde quería ir, sin decir palabra, condujo hasta allí. Le tenía muchísimas ganas a ese cabrón. Sólo necesitaba una excusa para poder intervenir.
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La Fuga de la Musa
Roman pour Adolescents"Mujer, caucásica, rubia, de edad entre 25 y 30 años. Probablemente de nacionalidad francesa y se sabe que habla varios idiomas además del francés: inglés, italiano, castellano, ruso, alemán, japonés, quizás más. Su complexión es esbelta, y su fuerz...