12 · LAS VEGAS X

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La noticia de la oportuna muerte de Antonio corrió como la mismísima pólvora. El latino era alguien conocido en el barrio. Antes de su muerte, era considerado un santo varón, un buen padre, un gran hombre. ¿Después? Un cobarde, un canalla, un egoísta. Había dejado a la pobre Misty sola con un hijo. Y no sólo eso. De pronto, las marcas de golpes que tenía la contorsionista dejaron de ser invisibles para las vecinas. Y no porque hubiese dejado de ocultarlas con maquillaje. Todo el mundo sabía desde el principio lo que pasaba dentro de esa casa, y nadie se había atrevido a hacer nada. Pero ahora, lo había hecho el mismo Antonio. Ahora el barrio se sentía bien por echar pestes de un muerto que antes era considerado de lo mejorcito. No les gustaban los que se mataban para evitar la cárcel. Apenas se comentaba nada sobre el "nuevo novio" de Misty, eso había pasado a ser un tema secundario, pues el protagonista de la historia era el suicida. Hasta muerto les hacía sombra a la madre y al hijo. Pero a ellos les daba igual. Matías y Misty estaban empezando una vida nueva en una casa nueva, una de las muchas casas que tenía Charlie Wang para quien lo necesitara. Cuando empezó a contratar bailarinas, el asiático se dio cuenta al momento de que aquellas mujeres (pues la mayoría eran féminas) solían provenir de entornos hostiles, que o bien las rechazaban por haber escogido esa profesión o simplemente, trataban de escapar de algo o alguien. No eran pocas las que se se topaban con admiradores que se obsesionaban con ellas. Y la mayoría de las veces, la mejor opción era huir a otro lugar. No todas las Mistys del mundo tenían a una Scarlett Vernier escuchando detrás del marco de la puerta.

Lo que mucha gente sospechaba pero nadie admitía en voz alta, era lo del suicidio. No se tragaban que el fanfarrón de Antonio se hubiese tirado por la ventana. Pero como estaban conformes con el asunto y no querían que les cargaran con el muerto, nadie se quejó del informe forense. Antonio García, 49 años, venezolano, muerte por suicidio. Fin de la cuestión. Además, nadie lo había empujado. Se había arrojado al vacío porque esa era su voluntad.

Poco a poco, con la llegada del verano, comenzó a florecer el rumor de que Dios había enviado a un ángel, o quizás a un demonio, que lograba que los maltratadores se arrojaran al vacío, a las vías del tren, bebieran lejía, y sucesos similares. La tasa de suicidios de Las Vegas crecía exponencialmente. La policía tardó lo suyo en descubrir el patrón: se corría el rumor de que una mujer estaba sufriendo violencia, y al poco tiempo, él aparecía muerto en circunstancias "extrañas". Los suicidios en sí no eran inusuales, sino el hecho de que esos hombres se hubiesen quitado la vida. Pero al final, nadie estaba en desacuerdo de que aquella "plaga" se estuviera extinguiendo. "La Plaga", así se refería Scarlett a los cientos de abusadores, violadores, maltratadores y femicidas que "eliminaba" con un par de toques mágicos. Pero aquello no era suficiente para ella, y menos, para Null. El ente seguía con la siguiente parte de su plan: alimentar la rabia de la Duchesse.

Por las noches, en sueños, le hablaba a su subconsciente, convenciéndola de que no debía descansar, no debía dormir mientras hubiese ese tipo de criminales follando y matando a mujeres inocentes. Otras noches, aquellas en las que Vernier había cumplido su objetivo, la adormecía y la masturbaba "desde dentro", dándole placer, premiándola con relajación y satisfacción. Aquel ser la dominaba a su antojo, controlando sus emociones, sus pensamientos, todo. No le permitía que se relacionara con nadie que no le interesara.

El trato con Big se volvió distante. Para Null, el calvo no era más que un peón, e intentaba que Scarlett pensara lo mismo. Pero Scarlett era una persona y sabía que Big también lo era. Y que lo que hacían, les acabaría afectando de alguna manera u otra. La vía de escape del mayor era el alcohol. Si bebía, el dolor le resultaba menos presente. Pero siempre estaba sobrio cuando hacían uno de esos encargos, debía estarlo para que todo fuese perfecto. Para Scarlett, su salida era la danza. Y el sexo.

Null le permitía que se viera con un hombre. Un inspector de policía que la adoraba y la admiraba. Scarlett no se había dado cuenta de que aquello que Tim sentía por ella estaba siendo infundado por Null cada vez que se acostaban. Así, podía tener a las fuerzas del orden en una nube de placer que no hacía preguntas. Tim era un hombre de unos treinta y siete años de edad, alto, de pelo castaño un poco largo, más o menos en buena forma. Tenía la piel algo tostada, cualquiera diría que parecía más un surfero de California que un poli. Estaba soltero, pero tenía muchas amigas y amigas con derecho a roce. Pero para el inspector, su favorita era Svetlana. Lo que más le gustaba era escucharla suspirar cuando la tocaba, eso le hacía sentir vivo. En cuanto tenía un hueco libre, la llamaba para tener una cita. Y si ella estaba disponible, se subía a la parte de atrás de su moto. Una vez llegaban a su piso, intercambiaban cuatro frases y acto seguido, Tim la ponía a cuatro patas para hacerla gritar, gemir y suspirar. Parecía un tipo tierno, pero cuando estaban en la cama, aquello cambiaba. Sí, era cariñoso con ella, la cuidaba, se preocupaba de ponerle la crema del "after care" después de cada cita. Pero conocía la piel de la rubia, y algo le decía (Null) que le ponía un poco la violencia. Tim fue uno de sus ligues más largos, estuvieron viéndose al menos durante dos meses. El típico romance nada romántico consentido entre dos adultos, un entretenimiento, algo que mantenía la cabeza de Vernier ocupada y que evitaba que tuviese tiempo para reflexionar sobre lo que estaba haciendo. Esa fue la estrategia de Null durante una temporada muy, muy larga. Y creo que lo sigue siendo. Casualmente, él o ella o lo que sea, la guía hasta un determinado lugar en el que conoce a alguien. Hablan durante un tiempo, se conocen lo justo, y después se follan. Y cuando el ente nota que ella puede que empiece a encariñarse o el otro está a punto de cagarla, la aparta. La obliga a que lo deje, y a por otro. Null sabe jugar muy bien. Muchas personas hacen eso, jugar un poco y parar cuando perciben que están a punto de enredarse en la red. Así que a ellos no les resultaba descabellado que ella los dejara, duro y doloroso y frustrante sí, pero no era absurdo. No para el tipo de tíos con los que la junta. A veces pienso que Null es una especie de proxeneta, diciéndole a Scarlett con quién se tiene que acostar para cumplir sus objetivos. Es un estratega militar repugnante, pero siempre sale ganando. Y volviendo a la historia, llegó un momento en el que yo volví a interesarle.

La Fuga de la MusaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora