6· LAS VEGAS - IV

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El "confinamiento" no era demasiado desagradable. En pocos días, Big se hizo con un tocadiscos que más o menos funcionaba y una colección de vinilos de muchos estilos, pues todavía no sabía qué tipo de música le gustaba a la inquilina. También llegó el famoso sofá-cama, además de un colchón de matrimonio sin muelles rotos, que era de lo que había estado "disfrutando" la duquesa desde que llegó al piso. No se preocuparon al menos por el momento de pintar las paredes. Las modistas aparecieron a la semana con dos burros abarrotados de ropa hecha a medida para la nueva estrella, al igual que cestas con productos para el cabello, la piel, y demás. Había remedios medicinales caseros y también cosméticos de alta gama. Siempre pedían comida a domicilio, y Scarlett se entretuvo en buscar en la guía telefónica los restaurantes a los que podían llamar y que pudiesen de alguna manera, romper la monotonía del encierro. Por suerte para ella, estaba acostumbrada a pasar tiempo en casa. Y por suerte para ella, también estaba acostumbrada a no estar sola, convivir con desconocidos que estaban "a su servicio" y que no la perdían de vista. Mientras tanto, yo intentaba localizarla, pero era imposible. Parecía que se la había tragado la tierra. Y aunque parezca irracional, yo estaba tranquila, algo me decía que ella estaba bien.

Charlie en persona fue el que le llevó el contrato. Esta vez llevaba un traje que sí que era de su talla, parecía nuevo y le sentaba estupendamente bien. Incluso los zapatos eran de calidad. Cuando llegó, justo en ese momento Scarlett acababa de salir de la ducha. Llevaba el pelo algo húmedo, enrollado en una toalla, y se había vestido con una bata de color rosa que le llegaba hasta los pies. Al oriental le gustó el detalle de que no llevaba sujetador. La chica tomó asiento en la nueva mesa de comedor que habían colocado en la cocina prefabricada a modo de isla y lo leyó detenidamente, varias veces. El jefe no se opuso, ya que así podría observarla en directo durante más tiempo. Ella era como un animal feroz en calma. Finalmente, le pidió un bolígrafo y firmó como "S. V.". No iba a usar su nombre, pero la coincidencia de iniciales le hizo gracia. El mayor guardó los documentos en su maletín y dijo, sonriente:

— No sabes lo mucho que me gustaría hacerte el amor ahora mismo, Kat. Pero como has podido leer, en esta vida no podremos. Así que te he traído algo para compensarlo... —El jefe salió de la vivienda y volvió en poco tiempo, pues había dejado los obsequios en la entrada: un ramo de rosas rojas y una caja envuelta en papel de regalo del color de las flores y un gran lazo blanco— ... Es mejor que lo abras cuando estés sola. Bienvenida a nuestra empresa, princesita —La besó en los labios después de que ella cogiera los regalos, le propinó el tradicional golpe cariñoso en el culo y se marchó de allí despidiéndose de Big con una sonrisa—.

Se quedaron solos de nuevo. Scarlett cerró los ojos, oliendo el aroma de las flores. Le encantaban. No eran sus favoritas, pero había sido un detalle. Las puso en agua, utilizando uno de los jarrones chinos que habían traído las modistas en una de sus visitas. Arrancó un par de pétalos, cogió de nuevo el paquete que había dejado sobre la encimera, y estaba a punto de encerrarse en su dormitorio cuando Big impidió que lo hiciera, aguantando la puerta.

— Espera... Espera, Kat.

— Big... ¿qué pasa? ¿Es ya la hora de comer? —Scarlett dejó de hacer fuerza contra la puerta, abriéndola y dejándole pasar al dormitorio, extrañada—.

— No, todavía no.

— ¿Entonces? ¿Qué pasa?

— Me gustaría verte usarlo.

— Pero Charlie ha dicho...

— No te preocupes por eso. Te lo compré yo, así que para mí no es ninguna sorpresa.

— Ya... Pero eso no importa. Además, me gustaría tener un poco de intimidad. Si quieres la próxima vez que use este nosequé te invito. Pero esta vez no. Me ha dicho que lo abra sola y lo voy a abrir sola. Y ahora, fuera de mi cuarto, por favor.

— Vaya, la gatita ha sacado las garras. Que disfrutes tú sola.

Parecía enfadado, pero en el fondo, estaba contento. Aquella era la primera prueba: debía obedecer aunque pensara que no estaba siendo observada. Se dejó caer en el sofá y encendió el recién llegado televisor. Decidió distraerse resintonizando los canales en vez de estar pensando en lo que estaría pasando tras la pared contigua.

Scarlett se sentó en la cama, guardando los pétalos sobre la almohada. Cruzó las piernas, desató el lazo y rasgó el papel decorativo. Tenía mucha curiosidad. Cuando vió lo que era, no sabía si reír o llorar. Aunque la verdad, era algo que echaba de menos. Tiró el "packaging" al suelo y se tumbó en la cama, boca abajo, acariciando el contenido del paquete: ¡un gato! Desde el salón, el guardaespaldas podía intuir algunas de las risitas de la francesa. Lo que ninguno de los dos sabía, al menos en ese momento, era que el piso estaba lleno de cámaras. Estaban siendo permanentemente videovigilados. Big no mentía. Él también estaba en periodo de prueba, pero no comprendía hasta qué punto. Creo que si lo hubieran sabido, se habrían enfrentado con Charlie... Lo cual habría significado el fin de todo para ambos.

La francesa estuvo un tiempo disfrutando de su nuevo compañero. Era bastante pequeño, extremadamente suave y cariñoso, lo cual era raro en un gato. Su pelaje era completamente negro. Scarlett decidió hacerle una camita improvisada con la caja en la que había llegado y una de las mantas que tenía en su cuarto. No quería ponerle nombre, así que lo llamó "Cat", como buena fan de Audrey Hepburn que era. Así serían Kat y Cat y serían inseparables. Big estaba algo celoso, pues la mascota pasó a ocupar un puesto protagonista en la vida de su protegida. Dormía, hablaba, comía e incluso se duchaba junto a Cat. El guardaespaldas trató de convencerse a sí mismo de que aquella había sido una buena idea, pues así la chica no depositaría toda su carga emocional en él, tendría una responsabilidad y se distraería más tiempo. Lograba mantenerla alegra y atenta, lo cual, viviendo en un piso de escasos metros cuadrados habría sido insufrible para cualquiera.

La Fuga de la MusaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora