El deseo de Scarlett Vernier se hizo realidad: había conseguido su propio espectáculo. Se ahorró toda la larga etapa de una vida casting tras casting, rechazo tras rechazo, pues el vídeo de su actuación en el pequeño estudio de fotografía se había vuelto viral. Todo el mundo quería pagar por ver a la fascinante bailarina de cuerpo de estrellas y ojos de esmeralda. La noticia, sin embargo, no le sentó bien a todo el mundo. Muchas de las mujeres que eran "reinas" de los escenarios comprendieron demasiado tarde que les había aplastado una competidora muy potente, incluso más de lo que ellas podrían imaginar jamás.
La duquesa, ahora conocida como "la chica de oro de Charlie", se empolvaba la nariz en su nuevo camerino. Había logrado que le dieran uno para ella sola, así se evitaría compartirlo con el resto de bailarines, ergo, se ahorraría forzar amistades. Necesitaba concentrarse. Sabía que si había el más mínimo error, la echarían a la calle. Charlie había vendido perfección. Y perfección era lo que debía haber en el escenario en todo momento. Había ensayado la coreografía cientos de veces, física y mentalmente. Y el autor de ésta no era ni el asiático, ni el calvo, ni ningún miembro de la dirección artística del teatro, no. La obra era idea de Null. Pero como decir que una voz de su cabeza le había dicho cómo mover el culo exactamente daría problemas, la versión que daba Vernier era que una noche de insomnio se sintió inspirada y la diseñó. No era del todo mentira, pues algo así había sucedido.
Cuando quedaban pocas semanas para terminar noviembre, su jefe le confirmó la buena nueva: habemus show. Sabía que lo terminaría consiguiendo... Lo que no había tenido en cuenta era que tendría menos de 15 días para tener un espectáculo que ofrecer. Esto mantuvo a Scarlett bastante inquieta, como es natural. Parecía haberle contagiado su nerviosismo a Cat, a Big, e incluso a su vocecita maligna interior. Así que el ente, harto de que no le dejaran dormir, pues compartía el ciclo del sueño con su recipiente, a regañadientes, decidió echarle una mano.
Null le pidió a Scarlett que cerrara los ojos y que por favor, guardara silencio, al menos mientras rebuscaba en "el archivo". En un principio la duquesa se extrañó, pero no era nadie para contradecir las órdenes del ente. Después de unos minutos de oscuridad total, sucedió algo maravilloso: a través de sus párpados, cerrados, Vernier estaba "viendo" una "proyección", como si estuviera en el cine. ¿Acaso Null había conectado su mente a internet? Pero... No parecían películas, no, eran demasiado reales. No eran imágenes de ficción grabadas. Eran recuerdos. ¿Se dedicaba a eso, a reencarnarse en bailarinas? La Duchesse sintió a su inquilino mental gruñendo. Debía guardar "silencio", también el de sus pensamientos. Prestó mucha atención a todo lo que le mostraba: los movimientos, las expresiones, el ritmo, la música, la actitud... Todo era importante. Y lo que no era importante, no lo veía con nitidez, parecía que ahora era capaz de usar obturadores en las memorias que le estaba otorgando. Null volvió a quejarse. Scarlett se fijó aún más, concentrándose sólo en aprender. Le sonaba alguna de las mujeres que veía, desnudándose ante un público que parecía difuminado. Le costó un poco darse cuenta de quién se trataba. "Por todos los santos... ¿Viste a Lili St. Cyr en directo? Oh Mon Dieu..." pensó ella, fascinada. "Siento debilidad por las mujeres fascinantes, petite", respondió él, relamiéndose. Así que convertirla en vedette era parte de su plan... Pues la idea a la rubia no le desagradaba en absoluto.
En aquello estaba pensando cuando alguien llamó a su puerta, una puerta que ya tenía sus iniciales grabadas en ella. La chica se cubrió con una de sus largas batas transparentes de seda con puños de plumas de avestruz, esta vez de color rosa, se aclaró la garganta y dijo "adelante". Era un chico joven, demasiado joven para estar allí. Tendría unos doce años. "Para usted", dijo con su boca de dientes separados. Le había traído un ramo de rosas blancas con una nota. El muchacho se lo entregó en mano, sonrojándose, se despidió brevemente y tropezándose consigo mismo con torpeza, salió de allí, cerrando la puerta con cuidado. El chaval la enterneció, a la vez que la entristeció. Algo le dijo que ese chico no estaba teniendo una vida fácil.
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La Fuga de la Musa
Roman pour Adolescents"Mujer, caucásica, rubia, de edad entre 25 y 30 años. Probablemente de nacionalidad francesa y se sabe que habla varios idiomas además del francés: inglés, italiano, castellano, ruso, alemán, japonés, quizás más. Su complexión es esbelta, y su fuerz...