Lo que descubrió cuando volvió en sí no le gustó en absoluto. Estaba en una comisaría, esposada. Nunca había estado en una, pero reconoció el escenario gracias a todos los episodios de Ley y Orden que se había tragado durante muchas tardes de puro aburrimiento. ¿Qué coño hacía ahí dentro? ¿Qué podría haber hecho tan grave para que la tuvieran encadenada como un chucho? Una rasposa mano en el hombro parecía querer darle respuestas, eso sí, dándole un buen susto antes.
— Buenos días, princesa.
Tenía un diente de oro que brillaba desde el interior de su boca oscura. Una mirada vibrante, cautivadora. Vestía con un traje bastante gastado, pasado de moda y de una talla que no era la suya. El desconocido se presentó, intentando besarle la mano a la rubia.
— Me llamo Charlie, y vamos a ser muy amigos.
— ¿Qué...?
— Vamos, tienes pinta de chica educada. ¿Cómo te llamas?
— Soy la Du... —se cortó a tiempo. No debía decir quién era, y menos en una celda llena de delincuentes—. Quiero decir, me llamo...
— Vaya, sí que has tenido un buen viaje. Me encantaría probar de la mierda que te hayan dado pero estoy trabajando ahora mismo. Olvídate de tu nombre. Veamos... Tienes pinta de Barbie de Europa del Este. Hm... ¡Ya lo tengo! Natasha, tú te llamas Natasha.
— Ehm...
— ¿No te gusta? Vaya, público exigente. ¿Svetlana?
— ... Puede... Y algo como... ¿Katiuska?
— No, cariño. Tú eres la guapa, yo el cerebro. De hecho, me has dado una idea. En el resto de colchones te llamas Svetlana, pero en el mío serás Katiuska...
— ¿¡QUÉ!? ¿¡Crees que soy una...!?
— Yes, creo que eres una princesa en apuros. Y acabo de pagar la fianza que te obligaba a quedarte en esta apestosa mazmorra.
Scarlett arrugó la nariz, girándose hacia la pared de barrotes con los brazos cruzados, todo lo que le permitían las esposas que tenían atrapada su zurda. Sin embargo, el "Voldemort" que había conocido recientemente en el interior de su cabeza comenzó a transmitirle señales de que aceptar la oferta del chino era un plan bastante sensato, y que no soportaba estar doblemente encerrado más tiempo. Vernier forzó una sonrisa y respondió, con mal disimulado sarcasmo:
— Vámonos, caballero de brillante armadura.
— Así que además de ser un pibón eres lista. Nos vamos a llevar muy bien, princesita.
Al apelativo el oriental añadió una palmada descarada en las nalgas de la rubia. Ella suspiró resignada y esperó a que el agente que Charlie le había indicado que entrara, la liberara de las esposas. Acto seguido, su salvador de dudoso sentido del honor la cogió en volandas y se la llevó de la mugrienta comisaría, dejando atrás a una docena de personas ebrias, drogatas en el suelo y prostitutas de todas las edades y colores. La luz del mediodía le golpeó en la cara a la rubia en cuanto salieron a la calle. Era como tener una resaca fuerte. No le costó deducir que el encuentro con Null la había dejado cao y que la habían recogido de la calle pensando que estaba borracha. Y en el fondo estaba agradecida, porque podría haberle pasado cualquier cosa. El hombre de traje magenta la dejó en el suelo con cuidado, murmurando para sí que "mercancía dañada, mercancía tirada". Vernier no daba crédito a lo que Null iba a permitir que la prostituyeran. ¿Esa era su idea de salvar el mundo? ¿Vender su coño? No entendía nada. Tampoco tenía mucho tiempo para pensar, porque Charlie tiró de su brazo y la metió en la parte trasera de una furgoneta gris que los estaba esperando.
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La Fuga de la Musa
Teen Fiction"Mujer, caucásica, rubia, de edad entre 25 y 30 años. Probablemente de nacionalidad francesa y se sabe que habla varios idiomas además del francés: inglés, italiano, castellano, ruso, alemán, japonés, quizás más. Su complexión es esbelta, y su fuerz...