Capítulo 8. Celos

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Eran aproximadamente las 7 de la mañana y ya me encontraba despierta, el hombre tan apasionado de la noche anterior ya no se encontraba a mi lado, pues cuando desperté ya se había ido, los recuerdos invadían mi mente y la vergüenza no tardó en aparecer, que haría cuando lo vea? como lo volvería a mirar? como debería actuar? sin darle más vueltas al asunto me levanté y elegí mi vestuario, el anterior ya no servía así que esta vez elegí un bra metálico negro, shorts negros ajustados con detalles metálicos, medias negras que cubrían casi todo mi muslo y botas punk de tacón grueso hasta la rodilla, así las conocen ustedes, para mi son simples botas, coloqué el brazalete en mi brazo, levanté mi cabello en media cola y coloqué adornos de metal sobre mi cabeza, me encontraba lista para salir cuando escucho la voz de Amy detrás de mi puerta. 

-Romina, la reina te solicita- 

la abrí y respondí con una sonrisa. 

-enseguida voy-

Caminé hasta donde se encontraba mi reina.

-madre me necesitabas?-

hablé mientras abría la puerta, enseguida me topé con esos ojos brillantes y esos labios húmedos.

-que haces aquí?-

-Buenos días princesa, su reina madre también me mandó a llamar-

-Así es, primero entregaré las armas a Romina y luego les explico por qué los traje hasta aquí-

Sorprendida por sus palabras pregunté.

-mis armas?-

-Si Romina, tu alabarda y el tridente, con la muerte de Mérida lo despojaste de su poder así que ahora de pertenece, además de que demostraste poder usarlo-

Tomé las armas, una en cada mano mientras mi madre se dirigía hacia Benjamín.

-Ten Benjamín, de ahora en adelante esta será tu arma, las flechas y el arco se volverán uno solo contigo, por supuesto que aquí se te entrenará con todas las armas que tenemos-

Benjamín la tomó con ambas manos y respondió con una reverencia de cabeza.

-si señora-

-Romina, necesitas entrenar tus poderes, todos estos años has demostrado ser la mejor con respecto a tu fuerza física, pero es momento de entrenar tu alma, hasta el momento sabemos que tienes un poder se sanación además de que eres capaz de controlar el mar y el cielo, así lo demostraste aquella noche-

-pero madre, como se supone que logre hacer eso, lo he intentado pero no logro hacerlos aparecer nuevamente-

-Tranquila, Benjamín te ayudará-

Vi la cara de sorpresa que puso al escuchar a mi madre decir tal barbarie.

-enserio? yo? pero... solo soy un humano y hasta hace unos días ni siquiera pensaba que todo esto era real-

Mi madre sonrió y gentilmente le respondió.

-Ya lo comprenderán, por ahora es todo así que pueden retirarse-

Inclinamos la cabeza en señal de respeto y salimos de su presencia, un silencio incómodo nos abrazó mientras caminábamos en dirección al campo de entrenamiento.

- Estás bien, te sientes bien?-

Lo miré y sonreí mientras asentía con la cabeza y con una bella sonrisa en su rostro volvió a dirigirse hacia mi.

-hoy te ves muy hermosa, ese cambio te sienta bien-

Sentí un beso rápido en mi mejilla y en un instante salió corriendo, acaricié con mis dedos el lugar que había besado mientras sonreía, enserio?, que me sucede, tanto me gusta? seguí mi camino hasta llegar a mi destino y escuché a alguien hablar.

-Otra vez tarde su alteza, gracias por el regalo-

Regalo? pensé mientras me volteaba a ver a la persona que me había hablado y aaaah que fastidio, era la insoportable de Neferet abrazando a Benjamín, lancé una mirada fulminante hacia ambos esperando que la apartara.

-Ya veo por qué te adelantaste-

Se notaban los nervios en las palabras de Benjamín.

-Romina, a ella ni la conozco sabes bien que llevo pocos días aquí-

-Tranquilo que no me debes explicaciones-

Lancé mis palabras secas.

-Enserio me piensas ignorar?-

Que voz tan irritante, como la detesto.

-Neferet, me acabo de levantar y obviamente tu voz es lo último que quisiera escuchar-

-está bien mantendré mi boca ocupada en la de tu novio-

Mis ojos saltaron inmediatamente queriendo asesinarla por sus palabras pero me volteé y seguí mi camino.

-por cierto, no es mi novio así que haz lo que te plazca- 

Seguí caminando cuando escucho alguien corriendo que se acerca a mi.

-Romina, no soy un objeto al que puedas regalar, además a ella ni la conozco, te enojas por cosas insignificantes-

Asenté mi tridente, moví mi cabeza en círculos y le respondí.

-no estoy enojada, no tengo por qué estarlo, entrena tu arco y despreocúpate de mi-

-claro que no, no puedes entrenar, tus heridas aún no sanan-

Lo miré con fastidio.

-no me digas que hacer, yo se perfectamente como se encuentra mi cuerpo-

-pues entonces entrena todo lo que quieras y lastímalo mucho más, al fin y al cabo soy yo quien te va curar esas heridas y sabes bien como podemos acabar-

Su sonrisa pícara se grabó en mi mente mientras mis mejillas reflejaban la vergüenza que estaba sintiendo.

-eres un idiota-

Levanté nuevamente el tridente y me fui a mi habitación, lacé mis armas en la cama, tomé el arpa que tenía desde que era una niña y me dirigí hacia el acantilado, mi lugar favorito para desestresarme, me senté a pensar un par de horas y decidí tocar la canción que hace mucho compuse mirando las estrellas y preguntándome que hay mas allá del horizonte, el sol se estaba poniendo y mis dedos tocaban gentilmente esas cuerdas.

-hay algo que esta mujer no haga bien?-

Mis dedos se detuvieron al escuchar su voz, tomé el arpa y la asenté sobre mis piernas.

-que haces aquí-

-terminé de entrenar y supuse que estarías aquí, al parecer es tu lugar favorito-

Se sentó a mi lado y asentó su arco en el suelo, no quería mirarlo, no tenía ánimos de pelear con él.

-Romi... desde que llegué a este lugar no he tenido ojos más que para ti a Neferet la acabo de conocer y se que te molestó lo que viste, pero no fue mi culpa- 

Di un profundo suspiro.

-ya te lo dije, no tienes que explicarme lo que hagas con tu vida, total tu y yo no somos más que...-

-amigos? los amigos no se besan, los amigos no se tocan como tu y yo-

-pero...-

-pero nada Romina-

Su mano tomó la mía y con la otra en mi cara me obligó a mirarlo.

-Eres todo lo que quiero y eres a quien quiero y si no fuera porque estamos fuera de tu habitación, ya te estaría cogiendo en tu cama-

-idiota... te encanta avergonzarme-

Intenté desviar la mirada pero inmediatamente me beso, cómo había querido sentir esos labios durante el día, esos besos llenos de deseo y sus manos acariciándome despacio, se alejó de mi lentamente pegando su frente en la mía y entre susurros me dijo:

-vámonos de aquí o te prometo que soy capaz de desnudarte-

Mordí mi labio inferior, sonreí y asentí, tomé mi arpa, me levanté y caminamos juntos hasta mi cuarto, durante el trayecto me sujetó de la mano, he empezado a sentir cosas que nunca antes he sentido, reconozco que tengo algo de miedo pero no quiero perderme esta etapa por nada en el mundo.





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