Mérida pegó un suspiro profundo remarcando su garganta y enseguida me atacó con su tridente, bloqueé el ataque con mi alabarda escuchándose el choque entre ambas armas, recibía uno y otro ataque, todos eran bloqueados por mi, sin embargo pensaba en como podría atacarla, mis pies hacían fricción contra la tierra mientras luchaba y se escuchaban gritos de las que caían en batalla así que tomé mi alabarda en la mano izquierda bloqueando el ataque del tridente mientras que con la mano derecha golpeé el rostro de Mérida, haciéndola caer sobre su espalda, sin dudar salté con mi arma con intención de clavársela en el pecho pero su tridente la salvó por centímetros -ríndete, no quiero matarte- intentaba convencerla de que se retire mientras forcejeaba con ella -princesa...la fuerza no lo es todo- abrió su boca dejando salir una increíble onda de sonidos, a tal magnitud de empujarme y dejarme aturdida sobre el suelo, borrosamente vi como se acercaba a mi con sus hermosas piernas, tomó mi cuello con su mano libre y se acercó a mi oído -el mar y el cielo son uno mismo, el mar me pertenece y el cielo no es tuyo, con el poder divino que me ha sido otorgado, mediante este majestuoso tridente, hoy tomo tu vida como pago de todas las que murieron en batalla hace 50 años- vi alzar su tridente y llenarse de luz...cerré los ojos y sentí como lo atravesaba en mi estómago, mi boca sangraba y con mis últimas fuerzas la golpeé haciéndola retroceder, escuché a lo lejos gritar a alguien, esa voz, tan irritante y tan cálida al mismo tiempo -Romina!!! aléjate de ella!! Rominaaaa!!!- con mis manos llenas de sangre y mi ropa manchada de la misma me pongo de pie y arranco el tridente de mi estómago sin embargo no logro mantenerme de pie y caigo en brazos de Benjamín -huye...ve...ve donde mi madre...- me es difícil y doloroso hablar -ella te ...protegerá- tosí mientras salpicaba sangre en su ropa, sentía como Mérida se acercaba a nosotros y con una mano agarró del cuello a Benjamín mientras con la otra me lanzó al suelo, mis fuerzas eran casi nulas pero mi rabia crecía cada vez mas al ver como lo tocaba, pasaba su lengua por su rostro mientras en intentos inútiles quería soltarse -eres tan apuesto, si te preguntas por tus amigos, mis niñas los devoraron y tu serás mi platillo favorito- reía maliciosamente mientras lamía su cuello y apegaba sus senos desnudos sobre el torso de Benjamín. -Suéltalo...maldita- me apoyé sobre mis codos y con mucho esfuerzo me levanté, sabía que era yo, pero no sentía ser la misma.
Narra Benjamín.
Vi sus ojos, dorados, resplandeciendo de furia, su sangre goteando y el tridente de su mano encendido, ya no es azul, el aura era negra, vi su cuello marcarse con franjas negras mientras con su otra mano recogía sangre de su herida para mancharla en el arma que sostenía, su boca temblaba, no era miedo, era rabia, impotencia emanando de ella -el mar y cielo son uno mismo, el mar no te pertenece y el cielo tampoco, soy vida, doy vida y puedo quitarla- Mérida me soltó, se veía miedo en su mirada -tu no eres solo fuerza.. quien eres?- Romina miró a Amy -retrocedan con todo el clan, tienen 5 segundos para desaparecer de mi vista- sus palabras eran imponentes y tenían algo de maldad, vi a Mérida correr y recibir un golpe de Romina que inmediatamente la lanzó al piso -maldita, como te atreves...- enfurecida le devolvió la mirada -como te atreves tu, a entrar en mis tierras y pensar en salir ilesa- su mano libre se alzó en dirección al mar, hizo un movimiento hacia arriba e inmediatamente las olas crecieron de manera colosal -Benjamín, sujétala en lo que termino con estas basuras...- me apresuré a cumplir su orden y la escuché gritar mientras cerraba su puño envolviendo a las sirenas que restaban obligándolas a regresar a lo profundo del mar -Romina!!! tu herida...- en medio de mi desesperación intentaba detenerla, cada vez perdía mas sangre, obviamente hizo caso omiso a mis palabras levantando el tridente, los ojos de Mérida sobresalían del miedo -Benjamín suéltame por favor, viene por mi, me quiere matar, suéltame- angustiosamente me suplicaba por su vida, muy dentro de mi quería hacerlo pero sabía que esto complicaría las cosas, Romina oscureció el cielo, llovió a chorros con rayos potentes mientras se acercaba con su mano alzada -Benjamín suéltala y aléjate- obedecí y corrí unos cuantos metros detrás, vi los labios de Romina moverse y apuntar el tridente a Mérida seguido de un rayo que canalizó directo a su oponente, solo pasé saliva y me acerqué lentamente para encontrarme con una mirada apagada -te...encuentras bien?- nervioso y agitado le respondo -si...si pero tu no- ella me regaló una dulce sonrisa -me alegra mucho- desplomándose enseguida, ya no tenía fuerzas para seguir, así que inmediatamente la tomé en mis brazos y la cargué hacia la habitación médica, en donde la vi por primera vez.
Safira entró angustiada a curar las heridas de su hija, colocó su mano sobre la herida más grave y con mucho esfuerzo vi como sanaba, no completamente pero si la mayor parte -Benjamín, no puedo hacer más que esto, te encargo de las heridas superficiales en su cuerpo, tengo que ir por mis chicas mal heridas, llévala a su habitación y cuida de ella- me sonrió dulcemente y asentí con mi cabeza, la volví a tomar en mis brazos y la llevé a su cama, su madre había dejado hierbas medicinales, agua, paños y vendajes en la habitación, respiré profundo -tu puedes Benjamín, está herida tienes que desvestirla, asearla y cuidarla- me daba fuerzas a mi mismo para hacer así que tomé una daga filosa y rasgué lo que quedaba de su ropa saltando a mi vista los pechos más hermosos que he visto en toda mi vida, tragué saliva y proseguí a quitar sus zapatos y medias, lo se lo se soy lo peor, es una persona herida pero no podía evitar ver su intimidad frente a mi mientras terminaba de desvestirla -aaaah!! maldición!! enserio? ahora?- le hablaba a mi gran amigo dentro de mis pantalones que había despertado con la presencia de Romina, lo ignoré, tomé un paño humedecido y empecé a limpiar todo su cuerpo, pasaba gentilmente mis manos por su espalda, su cuello, su abdomen, sus piernas, algo en mi estaba evitando sus pechos pero tenía rastros de sangre así que no me quedaba de otra -lo siento princesa- murmuré y empecé a limpiarlos, cuando terminé de verdad quería tocarlos pero no me atrevía, se veía tan indefensa y mi conciencia no me lo permitía así que tomé un cobertor y lo puse sobre ella, le di un beso en la frente -que descanses- y me quedé a su lado toda la noche.
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REALIDADES OCULTAS
RomanceRomina, hija única de la reina del clan de mujeres de la tierra del fuego, una tierra oculta entre el cielo y el mar, existente únicamente en el horizonte y en los sueños de quienes creen en lo "imposible", enamorada de un humano, Benjamín, el cu...