𝕊𝕖𝕚𝕤 𝕧𝕖𝕔𝕖𝕤 𝕟𝕠 → KOOKMIN

No Blueberries

Capítulo 3

No Blueberries.

Sobre como conocí al hombre más difícil de mi vida.

Akuma Club, Busan.

Povs Jimin

Cuando lo vi en el club junto a Jaehyun y Hoseok, supe que en caso de pertenecer a la mesa ganadora, yo iría por él.

Aquella noche, no solo él y sus amigos fueron los ganadores gracias a mi insistencia con Yoongi, si no que ellos mismos buscaron una sala privada para poder conocerme.

Yo era el premio y ellos vinieron por mí, sin embargo, yo fui por él.

Bastaron dos minutos para notar que no era heterosexual y que aún así se encontraba muy confundido por lo que estaba ocurriendo. Tal vez tenía novio o tal vez tenía familia. No fue difícil imaginarlo junto a una rubia despampanante de piernas largas y cuerpo infernal.

Todo esto, ocultando su verdadera sexualidad.

Un chico como yo, suelto de ropa y hábil de caderas, estaba haciendo que su polla se inflamara como nunca... y eso podía notarse por el enorme bulto en su pantalón.

Estaba bebiendo whisky Johnnie Walker, pero no el tradicional, si no el Blue Label Ghost and Rare que rondaba los 800 dólares. ¡Era una jodida locura!

Sospechaba que era un hombre filoso y poderoso, lo comprobé cuando me detuve en su traje azul eléctrico que llamó la atención de todas mis compañeras. Tenía un físico envidiable, diferente al mío, pero magnífico. Hombros anchos, cabello más largo de lo habitual, ojos oscuros, una cintura pequeña y un delicado lunar bajo el labio inferior que se llevó mi más profundo suspiro.

Su sonrisa cuando Irene se acercó a él para invitarlo al privado era inolvidable. Arqueó las cejas, bufó molesto al escuchar los gritos de sus amigos y acomodó el cinturón de cuero que armonizaba a la perfección con sus caderas. Era un hombre de película, que enamoraba a las mujeres más lindas y que imponía miedo a la vez, a dónde quiera que vaya. Su simple existencia apestaba a dinero y lujo.

Lo saludé apenas tomó asiento en el amplio sofá de la habitación, era mí zona de confort, dónde yo podía hacer magia y devorar su alma. Le mostré lo que era y lo que estaba dispuesto a hacer. Quería su polla en mi boca, quería sus gemidos zumbando en mis oídos, quería sus manos fuertes sobre mi cabello marcando su ritmo favorito mientras le hacía una mamada.

¡Dios ya estaba duro de solo pensarlo!

Me dejó hacer lo que quisiera. Me sedujo con su voz y sus gruñidos. El aroma a colonia cara me revolvió el estómago, pero no de manera negativa, todo lo contrario. Disfrutó de mis caricias al punto de volverse loco, se corrió en mi boca sin ningún tipo de advertencia. Este hombre sabía a gloria pero también a placer.

Eso estaba mal, porque yo no le permitía jamás algo así a mis clientes. Una polla bajo mí lengua, desconocida, sin ningún tipo de protección, follándome la boca con seguridad y lascivia. El sexo oral era mucho más intimo para mí que cualquier otra practica sexual y aún así, me arrodillé entre sus piernas.