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Había pasado ya una semana desde que empezó con su trabajo de ayudante en la cocina. Le costó un poco seguirle el ritmo a Asahi, pero pudo acostumbrarse.

¿Que cosa no hacia?...

Decoraba los cupcakes con crema de colores y chispas de colores.

Comenzaba a hacer la mezcla para los bizcochos y se encargaba de estar atento a los hornos.

Ayudaba a Sugawara a reponer las vitrinas vacías con los pasteles preparados.

Y lo mejor de todo... ¡Probarlos! Todo era tan exquisito, sin embargo no probaba los Cupcakes. Cierta persona energética y de cabellos parados se encargaba de ello. Era tan lindo de ambas partes que su relación fuera tan... Dulce y a la vez eran tan opuestos. Si, definitivamente consiguió un buen trabajo sin esforzarse en una entrevista, tan inesperado todo esto.

🍩🍩

- Adiós Asahi, adios Sugawara... ¡Adios a todos!

Se despidió de los demás con una sonrisa leve. Todos se iban con sus parejas a diferentes direcciones. Cuando se enteró que la mayoría salían con chicos, la verdad no se le hizo extraño. Todos se llevaban bien entre ellos, bueno, medianamente hablando de ciertos meseros que con solo mirarse ya tenían una discusión. Pero, ni le era incómodo, todos le caían perfecto, incluso se sentía apenado por todavía no tener una relación o una persona que te ame incondicionalmente.

Pero, esta bien, llegaría en cualquier momento.

De este modo, cuando quedó completamente solo y los demás desaparecieron de su vista, se volteó para ir a si dirección correspondiente a casa. El sol ya se estaba ocultando, las estrellas estaban apareciendo y el cielo parecía un cuadro de acuarelas por la mezcla del rosado con el azul oscuro. En esos detalles le gustaba fijarse al dar sus respectivos paseos diarios.

- todo es tan bonito...

Soltó un suspiro de anhelo, quien fuera él para que alguien también disfrute mirar el cielo. Estaban tan tranquilo y distraído en sus pensamientos, que chocó con alguien birn alto y robusto. Su rostro se volvió pálido en un instante.

- ¡vaya! Una presa facil...

¿Que?

- cierto...se ve que tiene dinero en sus bolsillos.

- n-no tengo dinero, y-yo...

Oh no, ¿como podía ser tan despistado e idiota? Caminar solo, en la noche... Era una presa fácil para ser asaltado por cualquier pandilla, cayendo a la boca de un lobo. Ni siquiera pudo reaccionar como correr o golpearlos (cosa que jamás haría) y rápidamente fue jalado de la muñeca y cerró sus ojos con fuerza preparado para recibir cualquier golpe. Maldición, estaba tan tranquilo caminando. No obstante nada de eso pasó, en cambio los tipos le estaban toqueteando por todas partes en busca de su billetera y se sonrojó bastante, muy avergonzado y enojado porque se estaban pasando de la raya con esas manos sucias.

- ¡n-no me toquen!

- más que dinero también tienes un cuerpo delicioso... Hueles a chocolates.

- no, no, huele a caramelo - interrumpió uno -

- ¡Claro que no imbéciles! - habló el que se suponía que era el que mandaba en la pandilla -

- ¡huele a pastel! - habló otro con los ojos brillantes -

De un momento a otro, los tipos, tres que pudo divisar, estaban discutiendo por su aroma y agarrándose de sus telas de ropa. Confundido también se comenzó a olfatear y definitivamente... No olía a nada. Que estúpidos. Rodó los ojos porque ¿ya lo iban a asaltar o qué?

- creo que ya me vo...

- ¡no!

La mano del pandillero casi aplastó toda la pared al lado de su cabeza y tragó saliva con dificultad. La discusión estúpida ya había pasado a segundo plano y nuevamente estaban ensimismados en robarle su dinero... O virginidad.

- ¡oigan!

¿Ahora qué? En serio no tenía todo el día con esto. O le robaban o su última opción era tener que pegarles en sus penes con un rodillazo y correr. Hasta le dolió imaginarlo.

- ¿ahora que pasó?... Ugh no puede ser... ¡Debemos irnos!

Toda la escena había pasado tan rápido. Primero analizó todo. Estaba caminando, se encontró con pandilleros, lo empezaron a tocar, discutieron por su aroma a cafetería, volvieron a darle atención para robarle y ahora se encontraba a solas con otro pandillero solitario ¡genial!...todos los demás escaparon de sólo ver al tipo de cabeza rapada y dientes un poco afilados. ¿Quien era para dar tanto miedo para que toda una pandilla entera escapara?

- ¡eso es imbéciles escapen!

- ejem...¿Ya me puedo ir o querías tener tu presa a solas? - preguntó con seriedad y ojos cansados de todo esto. Ya quería volver a casa -

- ¿qué? No, no, no. Te equivocas. Te ayudé ¿no? Dime que si

- ¿eh... Si?

- ¡bien! Esos tipos son unos idiotas. Que bueno que pasaba por aquí y escuche la discusión. Discuten por cualquier cosa tonta, ni matan una mosca. No les des atención si vienen de nuevo a molestarte. - sonrió de oreja a oreja, golpeando con levedad el hombro del contrario -

- ¿de mi aroma? - la verdad estaba un poco entretenido con el desconocido. Esperen ¿por qué estaba socializando con él? Ya debía irse. Negó con su cabeza y se preparó para salir del callejón, pero fue detenido por la muñeca. ¡Ugh sabía que lo iban a asaltar!

- ¡oye qué...! ¿Que haces? - perplejo miró la acción del desconocido de cabeza rapada -

- tu olor es a donas...

- ¿ah... Si? - quedó desconcertado, pero desvió su vista algo avergonzado para no ocultar su sonrisa que quería mostrar tímidamente -

- si, me encantan las donas...

Y aunque todo era muy extraño, todo lo sucedido, como el chico que empezó a olfatearlo tal como un perro por todas partes haciéndole cosquillas, se sintió acompañado y con una tremenda suerte de haber sido salvado por alguien como él. Quizás debía agradecerle de una manera amigable. Las apariencias engañan tanto.

- ¿por qué no pasas por la cafetería de unas calles más allá? Trabajo ahí y puedo darte algunas donas... Si quieres. Es mi forma de agradecerte por hacer correr a esos monos

- con gusto, entonces... ¡Nos vemos! Te veo mañana

- te veo mañana...

Finalmente, volvió a quedarse a solas en aquel rincón, que no dudó en salir en cuanto antes. El chico de nombre desconocido se fue por donde apareció y él volvió a su caminata, con mejor cuidado para no ser asaltado de nuevo.

Otra vez en el camino se topó con oro. Y fue tan... Tan.. ¡Tan raro! De esto mejor caminó rápido a casa para poder al fin descansar y dejar de pensar en la cercanía del pandillero ese. Ay no... ¿Que había hecho? Lo invitó a comer donas.

- ¿una cita?... ¡No!

Donas para el caminoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora