Capitulo 3 El toro rojo.

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Noche 20 de junio 1893 Inglaterra.

Hora 2:20 a.m

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Pitter abrió la puerta con lentitud dejando escapar un chirrido; luego se apreciaba la penumbra que ocupaba la mayor parte de la habitación. Exceptuando a los enormes ventanales cristalinos que le daban la bienvenida a la lluvia suave y la luz de la luna ha quedarse posada en la pequeña mesita de la esquina. Liliana se aparto de la espalda de su hermano acomodando su presencia en el estudio. Pitter dejo la lampara de mano en una pequeña mesa al lado de los sillones girando la pequeña manecilla para avivar el fuego. Así podría apreciar más el lugar sin tropezar.

Liliana tocaba los estantes y apenas sentía el polvo, incluso la escalera al segundo nivel parecía impecable. Todo seguía como la ultima vez que habían estado ahí. Incluso la montaña de papeles en uno de sus escritorios favoritos del tío para trabajar durante todo el día si se lo permitiesen, revisando libros, manuscritos y mapas, qué según decían aquellos dos en ese tiempo. "Mapas más viejos que el reloj del tío." La alfombra que seguía con ese brillo rojizo y esos estantes llenos de libros que Pitter nunca pudo terminar de leer, un armario enorme, en el centro de la pared y una mesa redonda casi en el centro de la habitación. El joven que observaba todo con nostalgia tomo más interés al aparador al que tanto su tío lleno con esmero, con todas las piezas preciadas que obtuvo en cada viaje. Una parte eran tesoros especiales de aventuras de juventud y la otra "premios" como decía él. Entre las piezas había un toro de color rojo. Para el muchacho, aquella pieza de cristal era nueva. No sabía si solo era su mala memoria, aunque tenia la seguridad de que aquel peculiar toro no era de la colección de su tío.

—-Liliana, ¿El tío Luis tenía un toro rojo entre sus piezas?—-Preguntó para calmar sus dudas y ella aparto la mirada de los papeles tomados para prestarle atención.

—-El tío Luis no tenía un toro rojo.—-Ella siguió mirando los escritos de uno de los escritorios y un mapa semi abierto.—-El tío estaba interesado en ir a Alemania, incluso tiene muchas casos extraños en Escocía. Es extraño, ¿No?—-Dijo señalando a el mapa y pedazos de informes.

Pero Pitter aún sentía la molestia de saber como aquel toro acabo ahí. No comprendía porque esa pequeña pieza tomo toda su atención en segundos de verla. Le dolía la cabeza al mirarla demasiado, como si su color brillante le lastimara. Su hermana le había pedido que dejará de ver aquel toro. Su intensa atención la ponía nerviosa y necesitaba una mano para encontrar el libro de su tío. Su hermano hizo caso y comenzó a revisar el librero al lado del aparador de cristal. Noto como algunos de los libros ya se encontraban desgastados, pero su interés fue el hecho de que la mayoría seguían intocables. El joven concentrado en la inspección el sonido de un bramido furioso y grabe, como el de un toro apunto de atacar lo desconcertó. Pitter pensaba que la falta de descanso esta afectando ciertas capacidades y decide ignorarlo, pero a los minutos Pitter vuelve a escuchar el bramido del toro, miró al aparador y vio como el toro rojo había cambiado del lado izquierdo al derecho del estante, justo al lado del muchacho, él bramaba con fuerza y con movimiento de sus cascos pidiendo pelea. Pitter soltó el libro dando paso atrás. Su hermana quién se espanto se acerco para regañarlo.

—-¡Pitter! ¿Tú intención es que nos atrapen? Ten más cuidado, ese golpe tan brusco puede costarnos el pellejo.—-Le dijo casi en susurros.

—-No es esa mi intención, solo me espanto el toro.—-Su hermana no empatizo.—-Aunque no lo creas, ese toro ha soltado dos bramidos y se ha movido de su lugar, incluso raspo sus cascos.

—-Solo fue una ilusión por el sueño.—-Así quedo.

Pasaron casi 40 minutos y no encontraban el libro en los libreros. Liliana rebusco entre los papeles esparcidos en algunos escritorios, por si estaba oculto entre ellos, pero nada. Pitter reviso encima de la chimenea y bajo la mesa redonda, el mayor orgullo de su tío. La Dama del Mundo. Pero no pudo alcanzar ha ver más allá que una llave diminuta y de color dorado, la parte de arriba circular con unas especies de ramas. Una en cada lado y la punta de la llave la parte de abajo más larga y gorda que la de arriba. Pitter la tomo por si la era necesaria. No había más que aquello. Pitter exhalaba con constancia y eso cansaban a su hermana, quién no aguanto.

Secretos bajo el viejo LondresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora