IV: Bravucones

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Era otro día.

Otro mierdero día de clases.

Se levantó como de costumbre con el sonido de fondo de su alarma de All Migth sonando.

Watashi ga Kita. Watashi ga Kita. Watashi ga Ki-

Con pereza golpeó el botón para apagar el incesante sonido de la alarma. Se sentía agotado, no quería levantarse, sus moretones aún dolían, pero tenía que levantarse e ir a bañarse para ir a la escuela, sino su madre se preocuparia y, esta seguro que su padre pondría una demanda a todos los que le molestan. Es, precisamente eso lo que quiere evitar.

Con pereza se metió al baño y desnudo su cuerpo frente al espejo del baño, dándole una pequeña vista a su mallugado cuerpo. No iba mentir, dolia como la mierda.

Se metió a la ducha y con cuidado de no lastimarse; más de lo ya lo hacen los Bravucones, frega su cuerpo con la esponja de baño, pasándola por su cara y cuello, pectorales y abdomen, pasando por alto el exceso de grasa en sus músculos, pasa la esponja por sus brazos, axilas y después en sus muslos y piernas. Trata de limpiar su espalda lo mejor que puede, pero se le hace casi imposible.

Sale de la ducha al enjuagar su cuerpo y cubre sus partes íntimas con la toalla blanca y pone otra en su cuello para secar el agua que destilan sus cabellos y luego secarlo con la secadora. Seca su cuerpo con cuidado y luego de acabar con ello se viste y procede a tomar su gastada  mochila azul para salir a desayunar.

Sus padres ya no están para cuando baja, lo que significa que les llamaron del bufet temprano. Bufo enojado, pudo haberse quedado en la cama ese día, sus padres llegarían tarde, pero ya se había puesto el uniforme.

Camino a la nevera para tomar algo de fruta y agua, la guardo en su mochila y al cerrar la nevera vio una nota pegada con un imán a la puerta.

Mi bebé, disculpa que no te acompañe a desayunar, pero ya sabrás que me llamaron del bufete. Tu padre esta en su oficina, cuando salgas avisale o sabes como se pondrá. Buen día, Izuku.

Con amor, mamá.

Sonrió, sabía que no era culpa de su madre y que cuando llegara de la escuela ella le tendrá algún regalo de disculpas

Subió las escaleras y camino a la oficina donde debería estar su padre. Tocó la puerta y entró cuando escucho un pase.

— ¿Papá? — en el sillón, detrás del escritorio se encontraba un rubio alto de profundos ojos azules que le miraban con cariño

— Izuku, mi chico — Saludo — ¿Ya te vas? — indagó, a lo que recibió un asentimiento del más bajo — ¿Desayunaste? ¿Llevas todos tus libros? ¿Quieres que te lleve? — pregunto verdaderamente preocupado por su hijo, ya que solia ser muy olvidadizo. Como él.

El peliverde río, asintiendo a las incógnitas de su padre. —Estoy bien, papi. Y puedo ir solo, tranquilo, solo queria avisarte que ya me iba — sonrió

El rubio suspiró — Esta bien, cuidate y suerte en clases —

...

La Campana sono, dando inicio a la hora de la comida. Como siempre sus compañeros de clase le persiguieron hasta el más mínimo rincón de la escuela para quitarle su comida, ya que según ellos, no la necesitaba. Asi que paso la hora del almuerzo sin probar bocado, resignado tomó rumbo al salón de clases y espero que el día acabará rápido, rogandole a Dios y Buda, que hoy le tuvieran piedad a la hora de la salida.  Aunque sabía que eso no sucedería, Buda ni Dios le escuchaban.

Al finalizar la clase tomó sus cosas apresurado para guardarlas y salir a paso rápido de la escuela, con suerte los perdería de vista y podría llegar a casa en paz.

Pero la suerte no estaba de su lado obviamente, lo supo cuando lo arrinconaron en un solitario callejón que estaba cerca de su casa. Solo necesitaba escapar. Pero eso no se podría.

—Mirate gorda... ¿Creíste que podrías escapar? — se burló el líder del grupo. Monoma era un asco de persona y los amigos de este era peor. — Ya deberías saber que alguien con tan poca capacidad física no puede escapar corriendo — explicó el rubio — Pará eso tendrías que ir rodando — se carcajeo.

— Por favor, solo quiero ir a casa — suplicó —

El grupo de chicos se empezaron a reír de él. Bajo la mirada desolado. Quería llorar, gritar, poder defenderse. Pero tenían razón ¿como lo haría? No tiene la condición física necesaria para eso.

Tal vez debió haber tomado clases de defensa personal como le había dicho su padre.

— ¿Casa? Oyeme, no sabía que las ratas repugnantes como tu tenían una — dijo un peli blanco con dientes de tiburon — Después de todo, ¿Quien podría querer a alguien como tú cerca? —

—Solo habría que mirarte de reojo para saber que eres horrible — le dijo una de las chicas que andaba con ellos, Setsuna Sunage. — Eres gordo, Con la cara llena de granos y un nerd. Nadie está lo suficientemente loco para fijarse en ti.

Para ese punto lágrimas caían de sus ojos, era verdad, tal vez nunca conseguiría el amor, pero tenía a su madre, solo la necesitaba a ella y a su padre.

Pero las palabras que le dirigían se le clavaban como puñaladas en el corazón, destruyendo su poca autoestima.

— Aww, la gorda tiene sentimientos — volvió a hablar monoma — ¿Que tal si te damos una razón para que llores más?

Seguido de eso, llegaron los golpes, uno tras otro. Repitiendo una y otra vez las palabras que le dicen a diario. Pero para algún punto de su tortura, su mente se desconecta, no oye nada, no siente nada, pero puede ver a los otros golpearlo y y sus labios moverse. Pero ya nada importa, solo espera a que acaben y se larguen para levantarse y huir a casa, ignorando los gritos y preguntas preocupadas de sus padres.

Por ahora, solo quiere dormir.

ESTHETIC - La belleza lo es todoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora