12. Todo lo que necesito

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Decidí enamorarme de la vida, es la única que no me va a dejar sin antes hacerlo yo. –Pablo Neruda

Regreso a mi apartamento, son las casi las ocho de la noche y me fui desde medio día a la galería, termine mi última pieza, no he comido desde el desayuno con él, mi día fue una mierda. En la galería se me cayó la paleta con el óleo y tuve que limpiar todo luego de terminar o si no perdía la inspiración, el óleo ya seco es una basura, se pega al suelo con facilidad y con lo único que sale es con tiner. El olor era tan fuerte y desagradable, termine pasadas las siete, salí de ahí y quise tomar el taxi, como cualquier turista, no hay taxis en la ciudad a esta hora, tuve que caminar, había frío y solo llevaba un pequeño suéter de algodón sin botones, simplemente para que el Outfit se viera bien, porquerías que no sirven de nada.

Tiro todas mis cosas al suelo y me siento en el sofá, me tapo la cara con las manos e intento contener las lágrimas. Suena mi celular y lo reviso, no lo he visto en todo el día.

Melissa, 12:23 PM: Hermosa, ¿cómo amaneciste? Me encanto el almuerzo de ayer, llegare hoy a las 3:00 a verte, te veo luego.

Melissa, 3:43 PM: Mínimo si no quieres verme contesta mis llamadas y mensajes, no me hagas esperar como idiota.

Melissa, 7:49 PM: —Mi amor, ¿está todo bien? Ni si quiera te has conectado, por favor dime que no te ha pasado nada.

Es una típica novia, se enoja y luego ruega, sonrío por su ternura y decido llamarle, efectivamente tengo como nueve llamadas perdidas de ella.

—Julianne. —Dice al otro lado, yo sonrío, en verdad ella me hace feliz.

—Hola. Lamento no haber respondido, estuve ocupada. — Digo resistiendo las ganas de derrumbarme.

—Lo sé, tenías que trabajar. —Dice comprensivamente y luego cambia a preocupación. —Pero nada te costaba decirme que no llegara, no soy adivina. —Dice y yo no puedo evitar reír. —Me alegro de que te divierta, ¿qué tal tu día? —Maldición, todo se desmorona ahora.

—Mal día. —Digo sollozando.

—¿Que sucede nena? —Dice con consuelo. —Colín de nuevo. —Ella lo sabe, ella se da cuenta.

—Sí. —Respondo cortante.

—Mi amor, lo siento. —Dice suavemente. —Quisiera estar ahí contigo y consolarte. —Dice con dulzura.

—Entonces ven. —Le digo, las palabras han salido de mi boca sin analizar, ¿de verdad la quiero aquí?

— ¿Quieres que vaya? —Pregunta con cortesía. La verdad sí, no quiero estar sola.

—Sí, me moriré en esta soledad. —Le respondo.

—Está bien, dame una media hora y estaré ahí amor. —Dice tiernamente. —Te amo. —responde y yo sonrió.

—Igual. —Le digo y cuelgo el teléfono, de verdad la quiero, la amo, no como a Colín, no de la misma manera, pero lo hago.

Melissa complementa esa parte de mí que adora recibir el amor. Me da la atención que necesito. Me brinda paz, cariño, consuelo. Sabe escuchar, hacerme reír, querer y me permite sentir lo bueno de la vida. En cambio, Colín, saca lo peor de mí, pero lo más placentero. Conoce mi cuerpo, mis gustos, mis más oscuros secretos y los hace deslumbrar en puro éxtasis.

Reviso las llamadas, han sido seis de Melissa y tres de mi madre y ninguna de Colín, decido no devolverle la llamada a mamá, pues su "instinto maternal" notara que tengo algo y en serio no tengo ganas de lidiar con ella.

Mi TurnoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora