Si tu compasión no te incluye a ti mismo, está incompleta. —Buda
Abro mis ojos y pienso —Que perfecto es un azulejo. — Es una superficie plana, lisa, de la forma que tu desees que sea. Su textura es agradable porque no es suave ni áspera, es difícil clasificarlo en un solo espacio. Es lo suficientemente resistente para soportar el infinito goteo de una ducha, pero también es débil y capaz de quebrarse con un poco de presión. La sutileza con la que deslizan las gotas creadas por el vapor y la humedad me hacen sentir como que estoy detenida en el tiempo. Rodeada de azulejos no sé qué pasa en el mundo exterior. El agua teñida de escarlata se desvanece entre mis dedos y se deja ir en el desagüe sin problema, un eterno río rojo digno de cualquier asesino serial. Que placentero el color, que satisfactoria percepción.
Siento que llevo una eternidad aquí sentada dejando fluir las lágrimas de impotencia y decepción. Es un dolor punzante y opresor en el pecho, que te ahoga, que no te deja pensar en paz y meditar lo que sucede. Sufriendo por la partida de un hombre al que ya no le interesa nada.
El sonido del agua cayendo sobre la superficie de mi cuerpo me deja en trance. ¿Sabrá el cuanto lo amo y cómo muero por tenerlo cerca? Vulnerable y desolada, así me define el momento. La sensación de mi dermis recibiendo el calor del agua hirviendo sobre cada poro; increíble la sodomía que solo la energía femenina sabe experimentar. Sabe lo que hace, no le importa hacerme mierda y dejarme triste y patética llorando por él.
Mientras salgo de mi lance depresivo dejo gotas rojizas en cada paso que doy. Como las huellas de una masacre. Un crimen de amor. Cualquiera creería que hablo de un homicidio, desconociendo lo aterrador que es la escena de un tinte cobrizo recién hecho. Aunque, se podría confundir sencillamente. Es una coartada sigilosa.
En la televisión suena la música de aquella película de Monroe Let's Make Love, en la que el amor de un hombre por una mujer hace que haga maravillas por lo que desea conseguir, en este caso, la mujer de su vida. ¿Será así cómo actúan para perdernos? Tan determinados y directos. Profundos. Así son sus ojos, grandes, que no tienen nada en especial, son café como, cualquier otro, incluso más oscuros, casi negro. Me ponen los pelos de gallina, tiene la mirada más profunda, apasionada y cautivadora que he conocido, pueden ver mi alma y hacerme su esclava sin titubear. Como que tronara los dedos y el hechizo se activara. Alguna vez lo escuche decir que son los ojos del Diablo. Su rostro, varonil y sofisticado. Y en el caso de su sonrisa, coqueta, linda. Cuando ríe no puedo dejar de emocionarme, me atrae intensamente; es muy difícil ver a este hombre con una sonrisa de alegría o diversión inocente, se la pasa enojado, es un completo cascarrabias.
Ahora bien, su sonrisa de perversión es muy diferente, en la cama me hace enloquecer, no sabes que pasa por su mente hasta que amaneces adolorida y relajada por tanto éxtasis. Tener sexo con él es como una borrachera, nunca me canso de hacerlo, me divierto mucho, pierdo la noción del tiempo y el espacio. A veces borro partes de la noche inconscientemente y al despertar me juro a mí misma no volver a hacerlo, aunque no es posible escapar de la tentación porque es grato, provechoso, apropiado. Propiedad, eso soy de él. Me tiene a sus pies cuando lo desea, entregada en plata a su merced.
En estos momentos mis nervios están al rumbo del colapso. La ansiedad de la incertidumbre explota en cada centímetro de mi cuerpo. ¿Por qué su ausencia me desarma por completo? ¿Cómo es posible que se lleve mi paz? Un hombre osado y abrasador capaz de devorar el mundo, mi mundo.
Extraño esos momentos de dicha en los que me siento segura y serena cuando al entrar a casa me acomodo en el sofá de terciopelo y colocó los pies sobre la alfombra con estampado de triángulos árabe, mientras respiro la fresca brisa que entra y mueve las cortinas, como si danzaran con las palabras que sopla el viento, las que me susurra y dicen: la felicidad está aquí, aunque yo no la siento. Julianne, mira cómo te tiene este hombre. Me está consumiendo. Mis párpados están hinchados de tanto llorar, mi rostro está pálido y demacrado. Veo mis mejillas, les hace falta color, es ceniciento mi cutis en este momento. Tomo un poco de agua entre mis manos y me lavo la cara, tratando de sentir frescura y vigor al verme en el espejo. Dejó que la toalla absorba toda la humedad y respiro a través de ella. Solo quiero acostarme en la cama, cerrar los ojos, descansar y dormir; pero lo úColín que logro es pensar en su huida.
ESTÁS LEYENDO
Mi Turno
RomanceAntes de empezar a leer hay unas cosas que debes saber. 1. Esta no es una historia de amor. 2. La lujuria te puede controlar. 3. Contiene mucho sexo. Julianne está harta de que su hombre siempre la domine. Que ella siempre caiga a sus pies, desp...