10. Regresamos a lo mismo

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Después de un año de terapia mi psiquiatra me dijo: —Quizá la vida no es para todos...—. –Larry Brown

Me despierto porque mi celular suena. Tengo una llamada de la gerente de la galería.

—Aló, buenos días. —Respondo adormecida y con un bostezo.

—Señorita Morrison, muy buenos días; —Dice al otro lado. —lamento llamar tan temprano. —Dice suavemente.

—No hay problema, dígame en que la puedo ayudar. —Le respondo, reviso que ya son las ocho de la mañana.

—Era para informarle que mañana a las diez de la mañana estarán presentes los encargados del montaje y decoración haciendo la revisión de presentación de las obras, note que a usted le hacen falta una por completar. Únicamente tiene hasta mañana por la mañana para terminar y así poder empezar a montarlas, los señores de iluminación estarán llegando a mediodía del miércoles. Confío en que usted podrá estar preparada para todo, usted es una de las mejores artistas que tenemos, quiero evitar algún mal comentario de ellos ya que son algo cascarrabias. —Dice mientras ríe, ella es una mujer muy amable.

—Si Eleanor, lamento la tardanza he tenido unos malos días, pero ya todo está mejor. No se preocupe que yo hoy terminaré todo, muchas gracias. Llegare a la galería a mediodía cuando todos estén almorzando y así poder tener tiempo a solas. —Le digo con confianza, tengo mucho que hacer hoy, veo a mi lado Colín sigue dormido.

—Si la comprendo, muchas gracias. La veo más tarde. —Dice y cuelga.

Me recuesto de nuevo, Colín tiene una respiración tan profunda al dormir, yo acaricio su cabello, veo su rostro, se ven tan pleno durmiendo ahí tranquilo, relajado y feliz. No parece que dentro de él hay un ser frío que siempre busca como hacer que me enoje, le doy un beso en la mejilla y me levanto. Camino a la cocina y decido hacerle algo de desayunar, saco un par de huevos y algunas especias del refrigerador. Preparo unos huevos estrellados, hago una salsa, pan tostado y algo de tocino. Sirvo jugo de naranja y pongo la mesa, me hace bien cocinar desnuda.

Regreso a la habitación, cepillo mis dientes y me coloco una playera con un short. Salgo del apartamento para ir a traer el periódico, llegando a recepción me encuentro a Mathew, lo saludo con la mano, regreso al departamento, me quito la ropa de nuevo y solo camino a la cama y me subo en su pelvis, el gime y se despierta.

—Buenos días dormilón. —Le digo mientras le doy un par de piquitos en la boca.

—Hola. —Dice mientras se cubre la boca por un bostezo.

— ¿Dormiste bien? —Le pregunto.

—Si gracias, ¿qué tal tú? —Me dice mientras se frota los ojos.

—Muy bien amor. —Le digo dándole otro beso. — ¿Quieres desayunar? —Le pregunto.

—Por supuesto. —Me dice, yo me levanto y camino a la mesa, le doy tiempo para que se cepille y arregle un poco, a los minutos sale solo con su bóxer, y se sienta en la mesa, prueba el jugo y empieza a comer, yo lo acompaño y el desayuno estuvo callado, pensé que por lo de anoche él iba a ser más, cariñoso, supuse.

Al terminar recojo los platos y él me toma por la cintura, me sienta en sus piernas y comienza a besarme. Es un hombre tan raro, se dieron cuenta que hace dos minutos estaba sentado, a frente de mí, leyendo el periódico y comiendo. Ahora me tiene en sus piernas, me da besos y me hace cosquillas ¿qué putas le pasa?

—Quedó delicioso el desayuno Julianne. —Dice con ternura, me da otro beso en la mejilla, yo le sonrió y me levanto para ir a dejar los platos. —Pareciera que todo lo hace rico señorita. —

—Muchas gracias. —Le digo mientras me alejo al fregadero.

De repente el me aparece por detrás y comienza a abrazarme, pero no esos abrazos dulces que dan confianza. No, el me da uno de esos abrazos que dicen con toda el alma, te deseo meter esto en la garganta. Yo pongo los brazos en el desayunador y empiezo a menearle el trasero, quiero esto, quiero sexo sucio en la cocina. Puedo sentir como su erección crece y choca con mi culo. Sin pensarlo levanto mi playera, él me observa con su mirada apasionada, saca a su grande y fuerte pene para derretirme.

Yo abro mis nalgas para que él pueda ver dónde meterlo. Lo coloca y entra. Se siente tan bien, adentro de mi vagina, tomo el mueble con mis manos y el empieza a empujar con fuerza, jamás lo hace con amor y eso me excita más. Yo gimo de tanto placer, él me toma del pelo y lo enrolla en su mano, con la otra me tiene de las caderas empujando más a fondo. Yo estoy de puntitas, me abro lo más que pueda, gimo con fuerza, el me suelta el cabello y empieza a nalguearme, la mete más a fondo, cuando de repente la saca, me toma del pelo y me da vuelta, me arrodilla y ordena.

—Quítate la playera. —Me dice con fuerza mientras se masturba rápido. Yo obedezco y la lanzo a un lado, miro sus ojos y se lo que desea, abro la boca y saco la lengua, lo veo con pasión y el apunta su erección a mi cara y lo hace con más fuerza, lanza un poco y cae en mi mejilla, cierro los ojos y cae más por mi frente, nariz, párpados y directamente a mi garganta, le gotea encima como agua, lo saboreo todo, tan único.

Al terminar de acabar cierra los ojos, sonríe de placer y yo limpio mi cara, el me ve con una cara de felicidad que jamás había visto, creo que ahora lo tengo donde quiero, enamorado de mi como yo de él. Caminamos al baño y nos metemos a la ducha, agua tibia para el cuerpo cansado es lo mejor, nos duchamos abrazados, besándonos con tanto cariño, como nunca lo habíamos hecho, lo beso con tanto amor, con el sentimiento muriendo por salir de mí, con ganas de expresarlo como nunca lo he hecho, con nadie.

Salimos del apartamento y él decide hacer un cambio rápido de ropa antes de partir. Mientras tanto, yo agarro la playera que dejé tirada en la cocina y la coloco sobre mi cuerpo. Recojo la lencería que usé y la arrojo al cesto de ropa sucia. En ese momento, escucho el timbre de mi apartamento resonar por el pasillo. Con curiosidad, me dirijo hacia la puerta y al abrirla me encuentro con Mathew parado frente a mí. Ha venido por la invitación que le extendí ayer durante nuestro almuerzo, y sinceramente se me había olvidado que lo había invitado a la exposición.

—Hola princesa. —Dice con una sonrisa en los labios.

—Mathew, buenos días. ¿Qué tal estás? —Le pregunto nerviosa, estoy medio desnuda.

—Bien gracias ¿y tú hermosa? —Dice coqueteando, hoy me coquetea más, pensé que ya no le interesaba al verme con Melissa.

—Bien gracias, permíteme iré por tu entrada al evento. Camino a la habitación y Colín está abrochándose su cincho.

— ¿Quién era? —dice con intriga y celos, supongo.

—Es un viejo amigo que irá a la exposición, viene por su entrada. —Digo mientras busco entre mis cosas el sobre que la galería me entrego, estoy nerviosa porque no quiero problemas con Colín.

— ¿Y quién es él? —Dice levantando una ceja.

—Es Mathew. —Le respondo mientras regreso a la sala para entregársela. —Aquí esta, te veo el jueves. —Le digo, y nos despedimos, cierro la puerta y caminando a mi habitación sale Colín, agarra su saco del sillón, y camina a la puerta.

—Amor ¿qué sucede? —Le pregunto, está enojado.

—¿Qué sucede? Paso toda la puta noche contigo Julianne, dormimos abrazados, nos duchamos, hicimos todo lo que tú quieres que hagamos, solo por hacerte feliz y hablas con tu amante en mi cara. —No, Colín no es así. Mis lágrimas caen por mis mejillas ¿por qué putas lloro?

—No Colín, es Mathew Thom.... Perdóname no quería que pensaras mal y por eso me puse así, lo hice solo para que no hubiese problemas, no para que lo pensaras así. —Mi voz se quiebra poco a poco. —Tú lo conoces, tú me conoces y sabes que no haría algo así. — Quiero explicarle que es su viejo mejor amigo. No hemos estado tan bien, no he tenido tiempo de contarle que vive a seis pisos. Se me quiebra la voz, porque siento miedo. Siento que se está yendo por una estupidez.

— ¿Un amigo? Si como no Julianne. Si eso no es nada no te deberías de poner así, no soy idiota, maldita sea, la infantil acá eres tú. —Mi voz ya no sale, él se enoja demasiado, cierra la puerta de un golpe y se larga.

De nuevo volvemos a lo mismo, sola, llorando por él.


Mi TurnoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora