Capítulo 7

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Dos personas nos separaban,una de ellas Don Casimiro, el carpintero que solía hacer algunos trabajos en la casa.

-¡Quiubole,Sebas!- me saludó el maestro. Siempre he odiado que me digan Sebas,pero nunca lo digo porque no creo que haya nadie que lo haga por mala leche.

-Buenas,don Casi- le respondí en venganza,pero don Casimiro ni se inmutó. La mirada verde no se despegaba de mi cara. Y yo,entre la molestia por el Sebas y el sentimiento de observación,pasé a ser presa de un tercer sentimiento,bastante desconocido por cierto. Tragué saliva,traté de aplacarme un poco el cabello, y al hacerlo,sentí como mis mejillas y mi nuca habían adquirido una temperatura inusualmente alta.

-Es el sol,¿eh?- le conteste a don Casimiro,quien no me había preguntado nada.

Fue la cola para comprar tortillas más larga que había hecho en mi vida. Seguí tratando inútilmente de aplastarme el pelo,de escapar de la mirada verde de aquella niña,pero también era imposible. Aunque me diera vuelta,aunque la tuviera de espalda,sabía que me seguía viendo y,además,sus ojos verdes parecían haberse grabado con cincel en mis retinas. Nunca había agradecido tanto mi turno.

-¿Tú trapo?

-Uy. Se me olvidó.

-Son cincuenta centavos más por el papel.

Revisé mi capital. Demonios. Ni trapo ni un excedente de cincuenta centavos para el papel, y una niña de ojos verdes que no me los quitaba de encima por nada del mundo.

Las manos empezaron a temblarme. De entre todo el espectro,no parecía existir ninguna posibilidad de salir bien librado. Cuando estaba a punto de convencerme de que lo mejor que podía hacer era salir corriendo de alli sin ninguna explicación y al llegar a casa inventar algún pretexto tipo "ya no había tortillas", sentí el borde de una moneda tocando mi hombro. La mano que la sostenía era la de don Casimiro. Era justamente el tostón que me faltaba. Quise creer que la niña de ojos verdes no se habia dado cuenta de nada. Después de agradecerle a don Casimiro con un guiño,camine hacia mi casa,pensando que de todos modos que me importaba. Nunca había visto a esa niña, y probablemente nunca la volvería ver,era común que vinieran de otras colonias y aprovechan una pasada para detenerse en la tortilleria.

Además,caramba,no era un pecado...un tostón mas,un tostón menos,que diferencia hacía...todos alguna vez hemos olvidado un trapo...un simple trapo...no,claro que no me importaba...no importaba nada.

Después de aquel dia,que fue como un "día zombi",pensé que la consecuencia necesaria era que a la hora de la familia Telerin,cuando mucho,estaría yo en cama,ahora si,en calidad del bulto de cemento.

Y así ocurrió,al menos durante un rato. No se ni que hora era cuando empecé a escuchar unos ruidos extraños,según mi sueño,provocados,por un buldozer con el cual los antagonistas de mi onírica historia estaban cavando la tumba del protagonista y su novia. El protagonista era yo,creo, y la novia tenía los mismos ojos verdes de la niña de la tortilleria. Me dio coraje despertar,porque el sueño aquel tenía un buen argumento y me estaba divirtiendo mucho. Pero no había manera de permanecer dormido con ese escándalo.

Y es que había dejado la ventana abierta. Claro que todas las noches dejaba la ventana abierta y nunca había escuchado nada parecido.

Por un lado que bueno que lo que vi al asomarme no fue el buldozer ni a los protagonistas de mi sueño,porque eso implicaba correr a despertar a mis papás para que me llevarán a la clinica psiquiátrica más cercana. Lo que vi fue un perro que parecía la sombra de un perro. Un perro negro,chico,que arrastraba algo en la azotea de la casa de junto.

Mi opción A, y unica de momento, era cerrar la ventana, y así lo hice, sin haber contemplado que las herrerias del edificio tenían como tres veces mi edad y supongo que ni un solo mantenimiento en su triste historia.

Historia sobre un corazón roto..y tal vez un par de colmillosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora