En fin, el caso es que después de los ciento veinte pasos de silencio,llegamos a su casa. Sacó sus llaves, y cuando estaba a punto de darle vuelta a la cerradura,dijo:
-Te invito.
¿Que clase de protocolo era ése de las invitaciones? Y,¿qué otra cosa se puede responder a eso que "gracias"? De modo que dije gracias y entramos a su casa. Y si, se veía tan oscura por dentro como parecía por fuera. Además de la oscuridad,no había alguna cosa fuera de lo común. Al menos nada que yo pudiera ver con tan poca iluminación. Era una suerte, al menos,ya que yo había empezando a preocuparme de nuevo por mi aspecto. Me sentia rojo,sudoroso, con el pelo a la inversa de cómo me habia estado molestando,es decir,en lugar de parado,embarrado en la frente por el sudor. Hice un giro de 360 grados y mi vista nunca se topó con un espejo. Sin embargo, en el descanso de la escalera había un reloj enorme, en cuyo vidrio pensé que podría reflejarme. Pero no, estaba demasiado oscuro. Creo que nunca en mis catorce años de vida había estado tan pendiente de los espejos. Bueno,al menos, por terrible que me viera, la oscuridad de la casa lo atenuaba.
-Espera un momento- dijo la niña de los ojos verdes. A la hora que subió,supuse que a recoger al perro, quise pedirle un vaso de agua. En ese momento me di cuenta de que ni siquiera sabía como se llamaba, y ni modo de decirle, en el papel que ya habia adquirido de galante pretendiente, "Oye,tu".
Todo sediento me quedé a esperar en la sala;seguía preocupado por mi aspecto,y ahora,con un poco más libertad,busqué un artefacto en donde verificarlo. Pues nada. Y,vaya,tal vez en esa familia no eran especialmente narcisistas, de ahí la falta de espejos....los cuales,por otra parte,no tienen que estar necesariamente en una sala. Entonces abrí una puerta que estaba cerca de la entrada y que la intuición y la lógica me indicaron que debía de ser el baño. Pues sí, era el baño. Y pues no, tampoco ahí había un espejo. Papel sí, el cual utilicé para secarme la cara. Con un de agua me rehice el peinado y nunca supe cómo quedó. Intenté encender la luz con la idea de que al menos lograr ver mi reflejo en el agua del excusado. No encendió. Ah,un apagón. Escuché los pasos de la niña acercarse muy nervioso, pues aparentemente ella era muy proclive a eso de las invitaciones, y yo estaba en su baño, al cual aún no me había invitado.
Cuando se aproximó a mi me di cuenta de que mi cara era la de alguien que acababa de hacer una travesura. Ella traia al perro en los brazos y con una mano le cerraba el hocico,fue muy notorio cómo se lo apretó a la hora en que yo entré en el espectro visual del perrito.
-¿Qué?- me preguntó casi en un susurro.
-Nada-respondí-. No tienes luz.
No quise decir de los espejos para que no pensara que fijado o que metiche.
-No grites-me dijo-. Mi papá está dormido.
-Ah,perdón.
Podía haber tomado eso para iniciar al menos un par de conversaciónes,desde que tan seguido se iba la luz en su casa hasta la ocupación de su papá, que debía ser algo extraño cuando estaba dormido a las cinco de la tarde. Pero era claro que yo no podía comportarme normalmente frente a ella. Antes de decir cualquier cosa pensaba cómo lo iría a tomar,si no se enojaria, si estaba usando la palabra y la sintaxis correcta, en fin. Tampoco era muy adecuado que pensara que yo fuera autista o tarado,pero,por lo pronto,era lo que exigía menos esfuerzo de mi revuelto cerebro.
En el momento que abrió la puerta de su casa,me hizo entrega formal del perro negro. Yo, sin pensar de momento en el lío en el que me estaba metiendo,lo recibí.
-¿Cuándo me lo devuelves?
-Número uno: Yo no puedo tener en mi casa un perro.
-Número dos: Mucho menos a un perro que detesto.
-Número tres: Deja de mirarme así, no me llevo al perro.
-Número cuatro: Mi mamá me va a matar.
-Número cinco:(y la única que llegó a convertirse en palabras) :Cuando este bien de nuevo.
Era evidente que no tenía idea de lo que estaba haciendo. Y también era evidente que el perro no estaba muy contento de tener que irse conmigo. Se negaba a seguirme, yo tenía que jalar la correa, y aquél intentaba pegar las patas al pavimiento, lo cual nos hacia vernos bastante ridículos. Hasta llegué a pensar que algún transeunte sospecharia que yo era un secuestrador de perros. Un secuestrador de perros que venía muy contento. Y no es que yo hubiera dejado de tener en cuenta que esa cosa que venía arrastrando significaba un problemon,pero,en verdad, hay cosas que en ciertos momentos de la vida pesan más que otras, y la niña de ojos verdes se había despedido de mi beso. ¡De beso! Ella,solita,espontánea, se acerco e hizo e movimiento apropiado. Después de que yo había meditado muy seriamente la despedida,habia descartado el apretón de manos porque me parecía demasiado oriental, no tuve que hacer nada. Ella se acercó, ella me dio el beso. Porque,además, me lo dio. Todo sabemos que la mayoría de las veces los saludos y despedidas de beso son más bien una Unión de cachetes y el tronido de besos que se quedan más en el aire que en la piel de alguien. Ella si me había dado un beso, y el problemon que a las dos cuadras parecía haberse resignado y olisqueaba un poste,era lo de menos. Y siguió siendo lo de menos hasta que me encontre en la puerta de mi edificio. ¿Que clase de pretexto iba a dar? ¿Que me había encontrado al perro en la entrada, en una canastita que tenía una nota donde pedían: "cuidenlo mucho"? Demasiado telenovelesco. En realidad no habia opciones. O lo metía de contrabando o no lo metia. Y conociendo el comportamiento nocturno del animalito,supe que lo primero era imposible. También, entre los imposibles,estaba el dejarlo ahí en la calle, o el regresarlo con su dueña,aunque esto último lo pensé,básicamente,como pretexto para volver a verla. Y parecia imposible también hacer que el perro cruzará la puerta del edifico. Ladraba como un lunatico, y no se le daba la gana subir el escaloncito.
-Tengo un compás,perro,no le provoques-le dije. Y más que las palabras ha de haber sido el tono,porque en ese instante se docilizo. Se quedó sentando junto al escalón. Y yo en el escalón.
-Qué idiota,otra vez no le pregunté como se llamaba. Tampoco se cómo te llamas tú.
Hago constar que en el diálogo anterior me dirigía al perro,esto como nota al margen nomas para que quede clarísimo mi estado mental vigente entonces.
Y,finalmente,¿a quién recurre uno cuando se enfrenta a semejante broncas? Pues a la buena voluntad de la familia. La de mi madre quedaba descartada en este caso particular, ya alguna vez había demostrado su aversión a los animales, cuando mi hermana llevó a casa un hámster y mi mamá dijo, maleta en mano, que escogieramos: o ella o el roedor.
Pero mi hermano acababa de mudarse. Y vivía solo. Y su departamento no quedaba lejos. Y,en resumidas cuentas,no tenía de otra.
Luis Esteban no me dijo que estaba loco; es más,demostró cierta simpatía por el animal y,extrañamente,parecía correspondido. Le conté a grandes rasgos la historia, y descubrí que jamás podría ser espía o alguna otra cosa que necesitará distracción.
-Te encanta la chavita,¿no?
-No,claro que no. Pero hize adicto a su perro.
Se la debo.
-Te encanta la chavita-repitió Luis Esteban, y no terminé por confesarlo, pero supe que no tenía caso seguir negandolo, a fin de cuentas mi hermano era casi diez años mayor que yo, y en cuestión de novias y demás, me aventajaba...casi diez años.
Bueno,el primer problema estaba solucionado. Lo único que me pidió Luis Esteban fue que le averiguara el nombre del perro para saber al menos como dirigirse a él.
Vaya. Ya tenía otro pretexto.
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Historia sobre un corazón roto..y tal vez un par de colmillos
RandomAlfaguara Juvenil M.B. Brozon