2. ¿Estamos a mano?

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«¿Cómo sabes qué puede ser mentira y qué no, si ves las cosas desde un solo lado del cristal?»

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La Aishi abrió la puerta de su casa con prisa y dejó salir un suspiro cuando finalmente la lluvia dejó de caer sobre ella. Presionó su espalda contra la superficie a sus espaldas unos segundos, calmando sus piernas que parecían temblar por el trote apresurado que hizo una vez la lluvia se volvió más fuerte. Ignoró el silencio del recibidor y se quitó los zapatos perezosamente antes de subir las escaleras, escuchando los pasos mojados en cada peldaño, suspiró al entrar a su habitación calentita y no solo arrojó su bolso, sino que lo primero que hizo después de eso fue arrancarse la camisa del cuerpo como si la quemase viva, procediendo a lo mismo con toda su ropa para buscar la nueva muda.

Entonces recordó la chaqueta de su mayor al recoger su uniforme del suelo. Dejó el traje marinero sobre su cama y sujetó con ambas manos la chaqueta, abriéndola para observarla: era simplemente inmensa, algo rasgada, pero durante el camino a caso la mantuvo seca y cálida. No pudo evitar notar que los botones de las mangas no tenían la «A» de Akademi, sino una «Y»...¿Yokino High School? ¿Yisokkai? Habían muchas escuelas cuyo nombre iniciaba con la Y, pero la más cercana era Yisokkai; su viejo instituto.

«Debo lavarla» pensó; lo más probable sería que su mayor fuese al día siguiente y reclamase su chaqueta. Y qué horrible sería decir con la cara muy limpia "La dejé en mi casa" o entregarla con el olor a lluvia que, sabía, luego sería un desagradable aroma a humedad.

Pero, primero se daría un baño. Soltó la chaqueta dejándola sobre la silla, suspirando mientras se deshacía de sus medias, y al darse media vuelta se encontró con su reflejo en el espejo de cuerpo completo.

Levantó sus brazos todavía mirándose, y luego los bajo y giró sobre sí misma varias veces. Después de unos minutos allí seguía, probando distintas poses con las que seducir a Taro (o intentarlo): movía sus piernas de varias formas, inclinaba las caderas, estiraba la espalda y agitaba un poco su cabello; practicó por minutos pequeñas risitas dulces que a sus oídos sonaron perfectas y luego en el espejo hizo variedad de expresiones, adorando el brillo de sus ojos con solo pensar en Taro Yamada.

Se sentía tan viva.

Como una colegiala enamorada perdidamente se reía como tonta, sus mejillas tan adorablemente rosadas y una sonrisa que levantaba sus pómulos y encogía convenientemente sus inquietos ojos rasgados; estaba empezando a amar esa sonrisa tan real y cariñosa que había en su rostro. Ya no se miraba, le daba avergonzada la espalda al espejo acunando su rostro entre sus manos con esa sonrisa tierna y emocionada de las fantasías que corrían en su mente, desde la más inocente a la más pervertida, y burbujitas de sentimientos que explotaban en su pecho con sus risas.

En ella había tanta tranquilidad y alegría, que era como si el hecho de haber matado a alguien esa misma tarde no tuviese el más mínimo impacto en su conciencia.

La hija de Ryoba era tan parecida a ella.

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—Soy hijo de mi padre —balbuceó, sujetando al gatito negro entre sus brazos y apartando la mirada, con una gota de sudor resbalando por su sien.

—¡No hables mal de tu padre! —regañó su madre todavía secándole el cabello con la toalla, molesta pero sin ignorar que su insolente bebé podía pescar un resfrío si no se secaba pronto.

—¿Entonces hablo bien de él? —hizo una mueca cuando ella tiro con fuerza de su cabello al terminar de secarlo, lanzando su cabeza hacia atrás bruscamente y crujiendo su cuello como una papa frita. Su madre se alarmó de inmediato, pero no quitó la expresión molesta del rostro.

Princess [Yandere's Harem]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora