XVI

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Cuando al fin se esfumó el destello, pudo ver a Marie tratando de quitar la espada del cadáver del hombre verde con dificultad. El color regresó a Doble D.

—Esta muerto... Tres... menos —murmuró Marie. Logró sacar la espada de su espalda, y la inercia casi la hizo trastabillar hacia atrás. Doble D la sostuvo para que no cayera. Ella se volteó a verlo, y el la abrazó.

—Gracias a Dios estas viva.

—Pues sí, ya lo entiendes —dijo ella, sin responder al abrazo—. Eso es lo que digo cada vez que te veo, porque nunca sé cuándo será la última vez. Y por cierto, gracias por abandonarme en casa.

Se apartó de él, tratando de mostrarse indignada.

—Marie, no debiste hacerlo. Sabias que yo iría por la espada, ¿por qué lo hiciste?

—¿Perdón? Ese hombre verde de allí abajo encontró la espada antes que tú. Si yo no hubiera llegado ya no tendríamos espada.

—Bueno... Pero, pero ese...

—Pero nada. Muy linda la nota que dejaste allí en casa. ¿«Ve a casa y sigue tu vida»? ¿Cómo puedes ser tan frío?

Doble D se abstuvo de responder. Quería dejarla desahogarse y decir lo que quería decir. Incluso aunque haya sido para protegerla, de alguna manera la había engañado. El Hombre Araña había terminado con Mary Jane para protegerla de los villanos, pero ella quiso seguir con él de todas maneras.

—Lo siento.

Marie abrió los ojos, sorprendida. Se encontró conmovida con su actitud. ¿No se supone que debía hacer un maldito berrinche como todo hombre haría? ¿O al menos continuar negando su responsabilidad hasta el final como hizo su ex? Claro que no. Porque Eddward es alguien distinto.

—Ya no importa. —Cuando pensaba que la conversación había acabado, Doble D continuó—. ¿Y cómo llegaste allí?

Marie le explicó a Doble D su razonamiento y su brillante idea a la altura de una película de terror.

—Te dije que era buena en eso.

—Cierto... Cielos, nunca me imaginé que tenía otro acceso.

—Pues lo tiene. Cuando estaba a punto de llegar a la cueva, me encontré con uno de esos hombres verdes. Doble D, yo... vi su rostro. Era un monstruo.

—Era una mujer.

—¡¿Qué?!

—Shhhh —siseó Doble D—. Estuve en el agujero que hiciste hace unos minutos, escuché que la llamaron Greta y en femenino.

—¿Era una mujer? Pero... parecía un hombre. Uno gordo y asiático.

—Pues parece que también hay mujeres verdes. Debe ser nueva.

—Ese tipo... bueno, esa mujer trató de matarme. Se colocó encima de mi y trató de estrangularme.

—Oh, Dios... —murmuró Doble D—. ¿Y...?

—Y el collar hizo su magia y me defendió. Espantó a esa cosa, tomé la espada y la destruí. Luego hice un agujero con la espada y también la usé para impulsarme y salir de ahí.

—Vaya...

—Tú sabías que el collar iba a hacer eso. Por eso me lo regalaste —aseguró Marie.

—Pues... sí.

—Me diste un objeto mágico protector como regalo de cumpleaños. Cuando tu madre te dijo que le dieras un buen uso, se refería a eso.

El mago [MariEdd]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora