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Kevin dejó de correr cuando notó que su humana favorita realmente imploraba que se detuviera. Se encontraban en la playa, en las zonas rocosas que hasta hace diez minutos había estado habitada de visitantes. Las manos de May lo alcanzaron para tomarlo por el torso y levantarlo.

—Al fin. Diablos. ¿No entiendes que estamos en un problema gigante? —reprendió May. Kevin se giró a ella. La chica vio como su expresión pasó de terror a sorpresa, y nuevamente a terror—. ¿Que? ¿Qué sucede?

Kevin comenzó a agitar ambos bracitos de arriba hacia abajo.

—No te entiendo. Habla más claro.

Kevin se llevó la mano al rostro. Señaló detrás de ella. May dio la vuelta, y antes de poder reconocer la imagen, ese algo la golpeó y ella cayó al suelo.

Mientras tanto, Eddy y los demás se encontraban vagando por los campos exteriores. Habían ido a revisar primero a la casa de los tres. Eddy se temía que esos invasores hubieran atacado el único techo donde podía recostarse a descansar del hostil mundo todas las noches. Encima era la mejor casa que habían tenido.

—No. No han estado aquí —dijo Lee, al ver la entrada intacta.

—Entremos a revisar —propuso Eddy.

—Tendrás que hacerlo solo, May no debe estar aquí —espetó Marie. Estaba más preocupada por ella que por Doble D. Él era inteligente y tenía como defenderse bien.

—Oigan, no sean tontas. Si van solas serán historia.

—Chico Eddy, creo que ellas tienen razón. Nuestros amigos son la prioridad. Y Nazz también.

Eddy permaneció callado por unos segundos, posiblemente pensando en qué debía hacer. Casi había olvidado a la pobre Nazz, de quien nadie sabía nada desde las explosiones.

—Diablos... Nazz. De acuerdo. Pero si me quedo sin casa tendrán que darme un alojamiento temporal.

El corazón de Marie sintió una leve sacudida. Era otro hilo de esperanza, demasiado nuevo como para presentar hilachas, pero a su vez muy forzado por los sucesos. Si conseguían salir de ahí, muy probablemente Doble D y sus amigos necesitarían otro lugar donde vivir. Estimaba que algún ahorro debían tener en su hogar, alguno suficientemente bueno para rentar un apartamento cerca de donde vivieran ellas, por al menos un tiempo.

Marie sacudió la cabeza. No era momento para pensar en eso. Su hermana estaba en problemas, y Doble D también.

Bajaron por otra zona que hasta ahora no habían tenido tiempo de explorar. Había un sendero invisible que descendía bruscamente hacia la playa. Se bifurcaba del sendero por el que Doble D y ella solían escaparse hacia la casa para pasar el rato, y finalizaba abruptamente junto con la arboleda, en un brusco descenso hacia el mar. Eddy iba adelante, y aun así no vio la piedra con la que terminaría tropezando. Rodó hasta llegar al final de la pendiente, donde el campo finalizaba en hierbajos entre arena. Allí iniciaba la zona arenosa de rocas y la playa.

Efectivamente allí estaban. A unos veinte metros de Eddy, Ed estaba cara a cara con otro hombre de túnica. Este rodeaba el cuello de May, quien estaba aparentemente confusa, con un brazo. Kevin no se veía por ningún lado.

—¡Déjala, animal!

El hombre tomó la cabeza de May por la parte superior, e hizo un lento movimiento hacia un lado con ella, indicando a todos que era lo que planeaba hacer con ella.

—¡No! —gritaron Lee y Marie.

Pero antes de que lo hiciera, Kevin se apareció detrás de su gran espalda y se escabulló hacia dentro de la túnica del hombre, escalando rápidamente hasta su oculta cara. Este soltó a May y se llevó la manos al rostro para tratar de sacarse de encima al mono.

El mago [MariEdd]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora