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—¿Cómo que no has hablado aún con Doble D, chico Eddy?

Eddy se apresuró en tragar el pedazo de hot dog que se encontraba masticando.

—Lo he estado pensando, y es mejor que no lo sepa. Si lo sabe, nos va a hacernos mudar a otro lugar más lejano, y no me quiero ir de aquí.

—Pero los Hombres Verdes, Eddy. ¿No te preocupan?

—Oye, no me hagas repetirte la cantidad de agujeros urbanos por los que hemos pasado. —Dio otra mordida—. Mondo A-Go Go es un paraíso al lado de eso. Y no pienso moverme de aquí solo porque un conocido tuyo haya visto a unos locos vestidos de verde. A lo mejor ni eran ellos

—No sé, Eddy amigo. La última vez casi ni la cuentan —dijo Rolf, rascándose la nuca.

—Si recibimos más noticias sobre ellos, le dire a Doble D. Pero mientras tanto no tiene por qué saberlo.

Estaban tan absortos en su conversación que no vieron llegar a Lee Kanker sino hasta que dio golpecitos a la mesa. Bajo los despiadados rayos del sol, con el peinado abultado de rulos parecía una diosa del fuego. Casi con solo verla, Eddy sabia que tipo de mal genio llevaba, acorde a su apariencia: no se veía nada mal. Llevaba unos vaqueros un tanto desteñidos que le llegaban casi hasta los tobillos, enfundando una magnífica cadera, y una musculosa blanca, ceñida y adecuada para el verano, aunque a ambos les dio curiosidad saber cómo sobrellevaba tener esa voluminosa cabellera en días como estos.

—Oye, Eddy. Solo por curiosidad, ¿a dónde llevó Doble D a Marie? —preguntó ella, apoyándose en la mesa.

Eddy escupió el hot dog que estaba comiendo gustosamente, y no precisamente por el hecho de que ella recordase su nombre.

—¿Qué? ¿Como que se la llevó?

—¿No sabías? Fueron a caminar y salieron de la feria. Y eso fue hace casi dos horas —respondió, sin despegar la vista de las afueras de la feria.

Eddy se giró a la salida y pensó en cierta posibilidad inevitable de considerar.

—Y luego yo soy el rápido —musitó asombrado.

—¿Qué dijiste? —preguntó la pelirroja.

—Ehh... nada, nada. Por allí hay un lindo camino hacia las praderas. Quizás solo fueron a pasear.

—Pero chico Eddy, por allí viven us...

—¡Cállate Rolf! —Eddy le tapó la boca con su hot dog. Lee lo escrutaba detenidamente, con un misterio que se le hacía perturbador, más por el hecho de que no se le veían los ojos. Eddy comenzó a reír nervioso—. Osos. Allí viven los osos, pero son osos cariñosos. Tu hermana no corre peligro con Doble D. ¿No es cierto, Rolfi? Osos cariñosos.

La chica levantó una ceja. Ya habían pasado casi dos horas y bajo los términos que había establecido mamá, era bastante tiempo para dejarla sola. Y no es que Marie fuese atrevida o traviesa, en el mal sentido de la palabra; ella odiaba a los chicos. Pero tendría que estar ciega para no darse cuenta acerca del genuino interés que tenía su hermana por este muchacho en particular, más allá de sus truquitos y poderes.

—Pues ya qué... —finalizó marchándose de la tienda. Una vez que se alejó lo suficiente, Eddy soltó a Rolf.

—¿Por qué impediste hablar a Rolf, Eddy amigo?

—Oye, es su hermana mayor. Si se entera de que Doble D la llevó a su casa para hacer ya sabes qué, volverá y nos cortará en pedacitos.

—¿Qué? Oh, ya entiendo —dijo Rolf riendo—. ¿Pero cómo sabes que el chico Doble D y la chica Marie harán eso que dices?

El mago [MariEdd]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora