EKATERINA

42 1 0
                                    


Mire el rostro de la anciana de cabellos platinados recogidos en su moño, podía sentir el calor crecer y expandirse dentro de todo mi cuerpo, estaba agradecida que la nieve había amortiguado mi caída- ¿te sientes mejor?

El paño frio refresco mi frente, podía sentir las pequeñas gotas de agua escurrirse por mi rostro sonrojado del calor- estoy bien.

Una sonrisa toco su rostro, suavizando las expresiones duras que su rostro mantenía- parece que el frio te afecto.

Asentí restándole importancia y me incorpore con cuidado, mi estomago dolía y las fuerzas en brazos parecían haber desaparecido después de haber recibido mi primera dosis del tratamiento- sí, eso parece- murmure escueta y sujete el paño con cuidado.

Mire la ventana, ¿Cuánto había dormido? Debian de haber sido un par de horas, la nieve caja densa contra la ventana y un lienzo blanco se asomaba a lo lejos- parece que la tormenta ya va a cesar.

Asintió y soltó un sonido de afirmación- el joven maestro a traído medicinas para ti- me paso una pequeña bolsa blanca con letras verdes.

Sonreí y sentí mis labios abrirse por el movimiento- mi ángel se preocupa por mí.

Me observo con las manos cruzadas en su regazo- eso parece.

Chasquee la lengua y parpadee- cierto, me llamo Ekaterina- extendí mi mano enguantada.

Miro mi guante colorido y lentamente apretó mi mano, contuve la expresión en mi rostro cuando me abatió el dolor de ese pequeño gesto- me llamo Alissa, soy la ama de llaves de esta casa.

-vaya, debe de ser mucho trabajo- murmure y mire el cuarto en el que había dormido, las paredes de color negro y el piso marrón le daba un aspecto fúnebre,

Parecía que mi ángel amaba la oscuridad, casi tanto como yo.

Soltó una pequeña risa y cubrió sus labios- no lo es cuando te acostumbras.

-yo no lo haría, aunque trabajara veinte años- sonreí y extendí los brazos, el paño cayo en la manta y volví a apretarlo contra mi frente, la manta formo una mancha oscura humedecida.

-el joven maestro dijo que debías tomar tu pastilla ahora, traeré algo para que lo puedas acompañar- se levantó y su delgada figura se deslizo por la habitación.

-espera- tome su mano.

-dime- inclino su cabeza mientras parpadeaba.

-¿Dónde está mi ángel?- pregunte mirando la puerta.

Una sonrisa más grande se extendió- debe de estar en su habitación, ¿quieres que le mencione que ya despertaste?

Aprete los labios y los relamí mientras saboreaba mi sangre reseca- no, está bien, no quiero fastidiarlo.

Asintió y solté su mano delgada- te traeré algo, no demoro.

Asentí escuchando la puerta cerrarse, la habitación se sumió en silencio y aprete la manta bajo mis manos, estaba luchando con la ansiedad. Aprete mi rostro con fuerza contra mis manos y solté un suspiro irregular.

-no quiero ir a casa- murmure y mire la ventana.

La nieve caía descuidada y la mire enojada- incluso tu eres libre de caer donde quieras.

Suspire, intente controlar mi respiración y mire de nuevo la bolsa en mis manos- al menos puedo verte.

No entendía del todo mi fascinación por este chico, quizás lo veía como mi salvación, era tan hermoso y sincero, necesitaba desesperadamente aferrarme a algo, necesitaba tener esperanza solo quería un rayo de esperanza, algo que me hiciera olvidar la basura de mi vida en estos momentos.

Amor en la Primera NevadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora