EKATERINA

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Observé a mi hermano despotricar sobre lo inútil que era, comenzó a lanzarme cosas y recibí el impacto de todas ellas mientras me encogía en el suelo, una taza se rompió en mis manos impactando un pedazo en mi sien.

La sangre fluyó y cayo como gotas de rocío en el suelo, el carmín brillante, fue lo único que resplandeció en la habitación a penas alumbrada.

-necesito dinero, maldición, vendrán por mi si no les pago lo que le debo- me lanzo un plato que rodo por el suelo después de impactar bruscamente contra mi estómago.

Aguanté el dolor y protegí aun mas mi cabeza con mis manos, pude sentir como de esta también caía sangre y cerré los ojos con fuerza deseando desaparecer.

Era tan injusto, la poca libertad que había tenido, mi vida se basaba en escapar para sobrevivir, en trabajar, ahora con mi enfermedad lo único que quería hacer era aceptar la muerte, mi condena como la persona que pierde un juicio y sabe que está destinada a la orca.

¿me pregunto que dirá ahora el doctor Mathew? Se enojará y querrá saber la razón de nuevo, de todas mis heridas.

Me quede en el suelo, mi vista estaba empañada por lagrimas no derramadas, mi cuerpo sin reaccionar- más te vale, más te vale- repitió de nuevo como un loro- tienes que conseguirlo, no me dejan entrar al bar hasta que no pague mi deuda, necesito bebidas, ¿lo entiendes?

Asentí con la cabeza, el dolor que sentía era escaso pero molesto para mi cuerpo inclinado en el suelo, debía aguantar, solo un poco más, unos días más y podría ir al albergue. Solo necesitaba sobrevivir unos días más.

-me iré, mas te vale llenar ese refrigerador- se inclinó sobre mí, su figura ensombreciendo mi cuerpo- ¿me oíste? - apunto con su dedo en mi cabeza varias veces- no sirves para nada.

Asentí de nuevo y miré sus zapatos, estaban desgastados- hey, hey, mas te vale no mirarme así, ¿quieres que te de una lección?

Negué con la cabeza y me encogí en el suelo. Lanzo un resoplido y se levantó- me iré, espero que me den cerveza en otro lugar, más te vale dejar la puerta abierta para cuando regrese.

Asentí de nuevo y no me levante del suelo hasta que oí la puerta cerrarse, solo entonces pude sentir mis lagrimas derramarse sin cuidado por mi rostro, me encogí y aprete mis brazos en mi cintura.

Estaba harta de esta vida.

El rostro del doctor Mathew regreso a mi mente, quizás si lo llamaba, quizás si le pedía ayuda, pudieran agilizar todo y tenerme en el albergue, quizás podía salir antes de aquí.

Me levante con cuidado, aun abrazando el costado de mi estómago, me apoye en la pared desgastada y camine hasta llegar a mi habitación, me incline en el suelo y busque con cuidado la abertura que había hecho en el suelo, con dificultad logre sacar la madera y levante el bote de las pastillas, tome una y la pase sin agua.

Pude sentir como se deslizaba con dificultad en mi garganta, las arcadas abriéndose paso y me forcé a pasarla con más fuerza. Las lágrimas seguían deslizándose por mi garganta, removí en el pequeño espacio una vez más, tomé el pequeño celular que había escondido y lo prendí.

Al menos debía intentarlo, le quite la carcasa y saque la tarjeta del doctor, la hice rodar y luego lo apreté en mis manos y marque los números en la pantalla, los timbres se sintieron como una eternidad.

-¿bueno?- solté un suspiro temblorosa.

-hola, doctor Mathew- murmure y mire la puerta alerta.

-¿Quién habla?- pregunto, el desconcierto tiñendo su voz cansada.

-soy... Ekaterina- murmure y me limpie las lagrimas del rostro- yo, necesito un lugar para quedarme, donde sea esta bien, solo por dos días, hasta que pueda ir al albergue, por favor- apreté el teléfono y contuve la respiración.

-¿Dónde estás? ¿te sucedió algo? - apreté la pequeña tarjeta con círculos celestes brillantes en mis manos.

-se lo contare, solo por favor, ¿puede ayudarme? - murmure y mire de nuevo la puerta, no quería que mi hermano regresara y descubriera que tenía el teléfono.

-esta bien, dime tu ubicación- solté un sollozo y se la dicte con cuidado- está bien, será difícil que pueda verte ahí, te recogeré en un lugar distinto, no quiero que nada te pase.

Asentí- esta bien, yo iré ahí, iré con un abrigo rojo, por favor... no demore.

Corte la llamada y aliste mis cosas, cogí la mochila desgastada que tenía, metí mis medicinas, el pequeño móvil que guardaba, metí mis pocas mudas de ropa y cerré la mochila. Mi corazón latía apresurado, necesitaba salir con cuidado sin que nadie me viera, a esta hora era peligroso, pero debía hacerlo.

Apague las luces y deje prendida sola la de la cocina, me coloque lo guantes tirados en el suelo y aprete las correas ajustándolas mucho más, abrí la puerta y mire para ambos lados, mi hermano no estaba. Cerré rápido y avance por la vereda rota y llena de pavimento roto y desgastado, la nieve continuaba cayendo así que al poco tiempo borraría mis huellas.

Apresure el paso y camine sin mirar atrás, podía sentir el escozor en mi rostro y en mi labio, lo mas probable era que lo tuviera inflamado, doble la esquina y seguí de frente, el latido de mi corazón en mis oídos.

-puedo hacerlo- murmure dándome aliento, mi voz se perdió en el denso vaho que salió.

Debía de caminar al menos diez minutos para llegar a la parada que me había indicado, esperaba que para ese tiempo la pastilla hiciera su efecto, sentí la punzada en el lado izquierdo de mi estomago- debo caminar mas rápido- murmure de nuevo, subí la chalina roja de nuevo contra mi rostro, para evitar sentir el frio.

Los copos de nieve apuñalaban mi cabeza, estaba segura de que a este ritmo la fiebre no tardaría en llegar, comencé a caminar mas rápido, di pasos apresurados, debía llegar a la parada, si era posible debía llegar lo más rápido y montarme al auto sin mirar atrás, esperaba que mi hermano consiguiera su cerveza lo más lento que pudiera.

La nieve se amontonaba por todos lados, corría mucho viento y apreté mis manos dentro de mi abrigo, me paralice al ver la figura de mi hermano viniendo en mi dirección, mire alrededor y sentí mi corazón apretarse, no había forma que no me notara, aun me quedaba mucho camino que recorrer.

Observé su caminar, estaba tambaleándose, aun tenia posibilidad de que no me viera, cruce la calle silenciosamente y apresure el paso, podía sentir el tambor de mi pecho y la respiración que trataba de contener, no quería hacer ruido, no quería que me descubriera.

Camine sobrepasándolo y apreté los puños ansiosa contra mi abrigo, gire con cuidado y solté lentamente el aliento cuando lo vi seguir de largo apoyándose en las paredes, me aleje lo suficiente y cuando desapareció de mi vista, corrí, mis pies se elevaban de la nieve y las lagrimas corrieron de nuevo desesperadas por mi rostro, estaba demasiado asustada, era cuestión de minutos para que el llegara al departamento y descubriera que me había ido.

Mis piernas protestaron de dolor por el movimiento brusco, sin importarme corrí, mi pecho se agito con el aire frio entrando a mis pulmones, seguí las calles y avance hasta que pude divisar la parada con mis ojos, iba a lograrlo.

Cruce la pista y me escondí detrás de la parada, un carro negro se estaciono y no se movió, temblorosa, me acerque y golpee la luna, está bajo y solté un suspiro cuando mire el rostro de Mathew, las ojeras cruzaban su rostro, me observó por unos segundos y soltó un suspiro- entra- abrí la puerta y me metí, mi cuerpo aun temblaba.

-por favor, te diré todo, solo salgamos de aquí, te lo suplico- implore y el asintió, poniendo en marcha el auto.

Cerré los ojos y el rostro de mi ángel apareció en mi mente.

¿Qué hubieras hecho si me hubieras visto así?

Amor en la Primera NevadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora