Apreté el papel entre mis dedos, pude sentirlos temblando, parpadee sin saber que decir, no tenía a nadie a quien recurrir, observe mi reflejo en la luna de cristal azulada, mi rostro sonrojado por la nieve cayendo, un día normal y ordinario.
Una chica normal y ordinaria. Todo parecía derrumbarse. Todo a mi alrededor parecía difuminarse, el dolor por la nieve derritiéndose en mi cuero cabelludo me hizo dar otro paso tambaleante. Mire de nuevo las letras en negritas escritas en el papel. Y parpadee desando que con el cerrar de mis ojos, las letras desaparecieran. Que todo a mi alrededor se esfumara, que fuera mentira.
-señorita, por favor. Se le olvido esto, el doctor Mathew dijo que necesitaba empezar su tratamiento ya- la enfermera me alcanzo un frasco, las pastillas sonaron como un tintineo en su interior.
Mire el frasco, no tenía el dinero para cubrir el tratamiento. Negué con la cabeza- gracias- tomé el frasco, mis guantes no hacían nada para alejar el frio en mi interior.
Removió su abrigo, su cabello negro soplando y cubriéndose de nieve- no se olvide de sacar la cita- asentí y removí mi chalina rosa contra mi rostro.
-está bien- se giró dudosa y regreso al hospital mientras apretaba aún más su saco negro contra su cuerpo.
Avance entre la nieve con dificultad, todo el recorrido parecía una neblina oscura a mis ojos, el papel apretujado al fondo de mi chompa, un recordatorio constante de lo efímera que era la luz. Mire la pequeña banqueta que se encontraba resguardada por el pino cubierto de nieve, camine y me deje caer en la banca, metí las manos en los bolsillos, el frio corriendo en los huecos de la chompa.
Recline mi cabeza contra la baranda de madera y observe la nieve caer constante en mi rostro, me dolía la garganta y sentía mi cuerpo entumecido- ¿disculpa? No puedes sentarte aquí.
Ignoré las palabras y apreté con más fuerza el papel en el bolsillo- hola, niña. Estas en mi jardín.
Abrí los ojos mientras el dolor en mi espalda se hacía presente, giré mi rostro al extraño- ¿a quién le importa?
Frunció el ceño- a mí. Estas en mi jardín, estas en mi casa, si no lo sabes eso es allanamiento de morada.
Solté un suspiro y miré los copos de nieve- denúnciame.
-mi señor, podemos sacarla- pude divisar por el rabillo del ojo a dos hombres vestidos de negro.
Observe el lugar en el que me encontraba, era un jardín muy amplio, había entrado sin darme cuenta. Miré mas allá, pude divisar los faroles negros, los guardias en los extremos. Comprendí el grave error que había cometido.
Gire de nuevo mi mirada, las pastillas haciendo poco a poco el efecto esperado de adormecer el dolor- si me tocas, sin duda eso es más grave que un simple allanamiento de morada.
El chico se cruzó de brazos, giro la cabeza mientras me examinaba- estoy seguro de que será bueno comprobarlo.
Asentí con la cabeza y miré de nuevo los copos. A estas alturas no me importaba, alce la mano y tome el pequeño copo de nieve, lo aprecie mientras se derretía rápidamente en mis manos- esta bien, igual de alguna manera todos vamos a morir, si no es de una denuncia, de una enfermedad, y si no es por esta, de vejez, un accidente.
Me encogí de hombros y observé al chico parado delante con las piernas extendidas. Sus ojos negros me examinaron y chasqueo la lengua- ¿Quién eres tú? ¿Cuál es tu nombre? ¿alguien te envió aquí?
Cerré los ojos, sintiendo mi cuerpo pesado- a nadie le importa la existencia del otro, no finjas interés. Es asqueroso.
-niña insolente- pude sentir un jalón de mi muñeca, agradecí tener el medicamento, no podía sentir ningún dolor.
-está bien Rick, suéltala, no es más que una simple vagabunda- prendió un cigarrillo, busco entre sus bolsillos y lanzo los billetes al suelo, mientras el chico llamado Rick se alejaba con reticencia- toma, ahora desaparece de aquí.
Sonreí- ¿eso significa que cada vez que venga me lanzaras tu dinero?
Frunció el ceño y su cabello negro se agito. Era muy guapo, con el rostro duro que parecía tallado en granito, su abrigo negro descansaba en sus hombros, mientras su camisa y su pantalón negro plisado se aferraban a su figura fornida.
-¿Cuántos años tienes?- exhalo el humo, el olor familiar para mí.
Subí mis pies a la banqueta, mire el paisaje que se extendía en frente de mí, los arboles altos aferrándose por alcanzar el cielo- ¿debería preguntarte lo mismo?
Chasqueo la lengua de nuevo- la gente como tú, me repugna.
Asentí mientras seguía mirando la nieve caer, no tenía previsto llegar a casa todavía- entonces no me mires.
Volvió a exhalar el humo- que interesante, nunca había conocido este lado de la vida, dime, ¿Qué se siente estar hundida en la miseria?
Pude sentir su mirada de desprecio incluso aunque no lo viera, toda mi vestimenta gritaba que necesitaba un reemplazo, algo que no podía permitirme. Me encogí de hombros, lo que él me dijera no era algo que me hiciera sentir mal, había escuchado cosas peores- descúbrelo por ti mismo-incliné mi cabeza de nuevo contra la nieve.
Se acercó y pude apreciar su rostro de cerca, sus ojos con espesas pestañas me observaron y boto el humo en mi rostro- niña, no juegues conmigo, quiero que te largues de mi patio.
Observe su cabello cayendo mientras él esperaba mi respuesta- eres muy lindo, casi como un muñeco.
Frunció el ceño para después chasquear la lengua- estás haciendo que pierda mi tiempo, te quiero fuera- se giró y comenzó a caminar, pude divisar a lo lejos su casa, sin duda era alguien que poseía mucho dinero. Los hombres a su costado iban delante de él resguardándolo.
Exhale un suspiro, mire el vapor saliendo y cerré los ojos. No quería ir a casa.
Me levante después de unos minutos, sacudí mi ropa mojada y camine de nuevo por el lugar, no estaba segura de dónde dirigirme, nunca había estado tan lejos. Mire a los lados- ¿quizás debería ir hacia allá?
Me encogí de hombros, caminé con cuidado en la espesa nieve. Recorrí sin rumbo fijo, hasta dar con el camino de vuelta a casa, apreté la manija, pude escuchar la música saliendo de la habitación, había encontrado de nuevo el lugar.
Contuve el aliento. Ni bien entre pude verlo revisando el refrigerador, su figura ocupando el pequeño espacio al que había considerado hogar por un corto periodo de tiempo, se giró, sus ojos inyectados en sangres, lo tatuajes brillaron bajo la tenue luz amarillenta- Ekaterina- parpadeo y cerro de golpe.
Apreté el papel con fuerza- ¿Qué haces aquí?
El golpe vino después de mi pregunta, mi cuerpo se tambaleo hacia atrás- ¿Qué hago aquí? Parece que olvidas cuál es tu posición- la patada en mi estómago me hizo escupir sangre.
Me encogí en el suelo mientras cerraba los ojos sin emitir quejidos. Solo lo enfurecería más- soy tu hermano, me debes la vida. No eres más que una simple escoria egoísta- una patada en los labios, la sangre broto cuando se rompieron.
Agradecí que estuviera borracho, los golpes dolían menos- huyes, ¿Quién crees que debe cocinarme? ¡contesta! - siguió golpeándome.
Cuando termino cayo rendido en el suelo, sus ojos mirándome con disgusto- eres una escoria, más te vale conseguir dinero mañana, se acabó la cerveza.
Me quedé tendida en el suelo hasta que sentí sus pisadas alejarse del pequeño cuarto que había conseguido rentar. Las lágrimas cayeron calientes por mi rostro. Arrugue el papel contra mi cuerpo.
La palabra Leucemia linfática crónica repitiendose una y otra vez en mi cabeza.
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Amor en la Primera Nevada
Teen FictionEkaterina Ivanova, un chica con muchos problemas se encuentra enredada en la prueba más grande de su vida, con un hermano abusador, un alquiler que pagar y una enfermedad. Se encuentra resignada de la vida y los constantes golpes que esta le da. Ale...