Trágico

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Su cuerpo relajado no por menos, tenso y su mirada avellana fija al techo blanco, blanco como la piel de Gerard, como la había visto en todo lo que duró el velatorio, el terciopelo rojo no ayudaba a opacar la piel, ¿y cómo la iba a opacar? Gerard tenía una piel perfecta, blanca, tan blanca como el brillo de la luna, y cuando la última gran masa de tierra cayó sobre la cruz de plata, Frank pudo deducir que él lo seguiría. Se odiaba con todo lo que le quedaba de alma, y estaba realmente sorprendido de estar vivo o simulando, ¿porqué no había muerto todavía?¿era que la vida tenía que atormentarlo mucho más? Era su peor enemigo se odiaba. 'Frank Iero', se leía en negro en uno de sus bolsillos del uniforme blanco, grandes marcas negras al rededor de sus ojos hacían de éstos de un color único y más claro, no se movía, solo respiraba calmado con ambos brazos al costado de su cuerpo, sus pies desnudos a veces se movían solo para retorcerse, su boca seca se abría y cerraba dejando salir unos gemidos incomprensibles para todo médico que lo visitase. Frank Iero era el caso especial de la clínica de New Jersey. No era esquizofrénico, no era psicótico ni psicópata, estaba tocando fondo en la última etapa de una depresión grave, muchísimo más grave de lo que los médicos veían.

Frank obviamente quería hacer las cosas bien, más cuando Robert Bryar hacía todo lo posible por no darle los calmantes y la gran cantidad de antidepresivos que se le fue solicitado después del episodio en donde vio a Gerard morir. Frank se sorprendía cuando Robert entraba con una gran sonrisa, a lo que Frank solo atisbaba a mover la comisura de sus labios, y volver a su posición de siempre. Cuerpo recto en el maldito colchón duro sostenido por una cama metálica nada producido, de frente al techo blanco, blanco, tan blanco que Frank lloraba al recordar a Gerard. Tenía la cabeza hecha un gran desastre, culpa, odio a sí mismo, odio para con todo lo que pudiese ser feliz, envidia de la vida que no estaba hecha para vivir. Iba a morir y estaba convencido de ello, no sonreía, ni tampoco quería, y lloraba sin querer hacerlo. Comía poco y nada, solo se acostaba y veía el blanco techo.

-Frankie, tienes que reaccionar. - habló Robert cuando se sentó a su lado y tomó su mano derecha. Frank abrió y cerró los ojos lentamente, procesando la información frunció ambas cejas. ¿Reaccionar? ¿De qué?

De que lo asesinaste Frankie, de que nunca haces nada bien, de que estás postrado ahí, de que todavía estás ahí respirando no viviendo, y de que te escucho llorar Frankie. Lo mataste.

Los ojos de Frank estaban de a poco llenándose de lágrimas que no tardaron en salir, seguía estático. - ¿Frank, qué pasa? - preguntó Robert consciente de que era posible de que Frank no dijiese palabra alguna, se equivocó.

-Mi cabeza, - abrió lentamente su boca dejando salir un gemido ahogado, - me va a matar. Es mi cabeza. Mi cabeza, Bob. - suspiró dejando salir un pequeño alarido, cuando Robert lo tomó en brazos, se dio cuenta de que Frank pesaba mucho menos de cuando la primera vez lo cargó para levantarlo del suelo. Frank rodeó con sus brazos a la esbelta figura de Robert, pero Frank estaba frío y muerto por dentro. Apretó sus dedos en la espalda de Robert y suspiró. - Me duele la cabeza Bob. - mintió, no le dolía la cabeza, le dolía el alma, por más que lo intentase, por más que quisiese ser el Frank de antes, él no podía. No podía ordenar las ideas de su cabeza, no podía ordenar ni la culpa ni el odio, mucho menos el arrepentimiento. Veía en los ojos azules de Robert, algo de preocupación, y él lo recordaría por más que el tiempo pasase, lo recordaría cuando esté con Gerard en el otro lado.

-Extraño a Gerard, Bob. - susurró en un suspiro, que otra vez, había desencadenado en un largo llanto, que Robert había preocupado por callar entre sus brazos y con cortos besos a la cabeza castaña enredada y traspirada de Frank.

-Lo sé Frankie, necesito que te calmes, - susurró en su oído viendo como en la mejillas de Frank estaban creciendo los primeros bellos de su barba, una sombra negra estaba en sus mejillas y alrededor de su boca. Frank seguía comprimido en el pecho de Bob, y sus gemidos incrementaban el volumen a cada momento, - ¡Frank! - el grito de Robert hizo que Frank dejase de llorar automáticamente, - necesito que te calmes, van a venir a sedarte.

Vamos Frankie, ¿no es lo que querías?¿tranquilidad?¿drogas como cuando eras chico?

La voz de nuevo en su cabeza, lo hizo gritar separándose de Robert y tirándolo al suelo de espaldas, los recuerdos pegaban fuerte en la cabeza de Frank, cuando compartía la magnífica planta de marihuana que había plantado con Raymond, siguió gritando golpeando la cabeza contra la pared tirándo los recuerdos felices por la borda, todo se juntó, Robert gritándole tratando de pararlo inútilmente, su voz en la cabeza que lo pisaba como colilla de cigarrillo, y en menos de cinco minutos, hombres de uniforme blanco estaba shokeados viendo como la pared se había llenado de rojo, y las manos de Frank se aferraban a las sábadas ya en su totalidad manchadas, mientras el médico psiquiatra tomaba a Frank del torso, ambos hombres se acercaron tomándolo de sus extremidades, el castaño seguía moviendo su cabeza de atrás hacia adelante.

Ahí va Frank.

Todo su cuerpo entró en éxtasis, tanto que Frank comenzó a gemir sintiendo como el líquido iba entre, cuando todos sus músculos se relajaron y cayó brutamente sobre las sábanas manchadas. Robert estaba agitado, al igual que los otros dos hombres quienes se apoyaron en las paredes laterales. - Ve a llamar al conserje hay que limpiar ésto. - avisó Robert, tomando sus rubios cabellos, suspiró cuando estaba solamente con Frank, que tenía una sonrisa de oreja a oreja.

-Gerard, oh... - Frank gimió encorvando su espalda a la nada tirando su cabeza hacia atrás, y tocándose rápidamente la entrepierna, metió su mano derecha dentro de sus pantalones, Robert por su parte estaba sorprendido del comportamiento de Frank, nunca antes había visto un interno con esas características, puso los ojos en blanco, cuando vio la cabeza de Frank elevarse y un hilo de sangre lo separaba de las sábanas, - Gerard, Gerard... - gimió otra vez mucho más alto, Frank no tenía ningún problema o al parecer de masturbarse frente a su médico.

-Frank, no es tiempo para ésto. - dijo Robert finalmente levantándose del suelo sacando la mano de Frank de sus pantalones, cuando una enfermera entró con una caja de primero auxílios en sus brazos. - Marie, golpeó su cabeza, ten cuidado. - dijo mirando a la anciana que entraba con pasos delicados, mirando la escena con una ternura casi morbosa, así que ese era Frank Iero. Vio el cuerpo pequeño de Frank, y como su erección era totalmente evidente.

-Suéltame Bob, suéltame... - musitó moviéndose frenéticamente pero los brazos de Robert eran más fuertes.

-Déjalo muchacho, no hace falta. - dijo a Robert que estaba sosteniendo ambas manos desesperadas de Frank en el intento de tocarse para satisfacerse, - déjalo Bob, - dijo ella al ver que los ojos de Frank estaban llenos de lágrimas, y desesperados mirando su entre pierna. Ellos no sabían pero la voz de su cabeza se había transformado en la voz desesperada de Gerard protestando y pidiendo por más

Sin mucha opción atendiendo los deseos de su enfermera con más años, dejó que las manos de Frank vayan a su entre pierna, y Robert no pudo evitar ponerse rojo, cuando Frank comenzó a gemir desesperadamente al bajar completamente sus pantalones. Marie por otra parte se impresionó al ver como sus cadenas y parte de sus piernas estaban tatuadas, ¿cómo podría aguantar un jovencito tantos tatuajes en un mismo cuerpo?

-Déjanos solos Bob, - dijo Marie cuando Frank dio unas estocadas más a su pene erecto, cuando todo terminó en su blanca camisa, y con una gran sonrisa del castaño que solo cerró lo ojos, respirando agitado. - Ya no pasa nada, déjamelo a mí vamos a hablar un rato.

Sin chistar Robert se fue pensando en que Frank, realmente era un caso serio.

Tragician |Frerard| TerminadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora