Monstruo

170 15 6
                                    


Para esta canción he elegido la canción monster de Willyecho (sí, una canción muy original comparándola con el título).

· · ───────── ·●· ───────── · ·

El monstruo puede adquirir cualquier apariencia, desde la de un inocente niño hasta la de una candorosa anciana. Lo único que no puede engañar es su mirada, de una crueldad extrema.

Esto es lo que se suele comentar entre la gente del pueblo más cercano al extenso bosque.

El bosque ya mencionado solamente está habitado por una mujer. Ella tiene los ojos de color celeste con pequeñas motas grises en el centro. Su pelo es rojo intenso, rizado en bucles rebeldes. Su vientre está abultado, indicando un inminente parto.

La mujer odia al monstruo. Araña sus antebrazos llena de desesperación. Incluso se podría llegar a pensar que en cierto modo se lo ha quitado todo.

Sale de su casa, puesto que todas las mañanas va a caminar un rato. Su pequeño hogar se sitúa en el corazón del bosque, siendo este solo una pequeña casita desvencijada.

Empieza a andar a paso rápido por el sendero. El paseo transcurre sin incidentes la primera media hora, mientras ella contempla la luz del sol reflejándose en las hojas de las altas copas de los árboles y respira el aire puro del lugar.

Entonces ve los pájaros. Cuervos. A su mente vienen retazos de recuerdos, todo está manchado de sangre y siempre están presentes los odiosos pájaros negros. Estos son probablemente los peores recuerdos de su vida.

La chica suelta un grito de desesperación, haciendo que las aves salgan volando de los árboles en los que están posadas para que batan sus alas pasando continuamente de unas ramas a otras, agitadas. Hasta que sencillamente paran y se posan en el suelo, rodeándola, mirándola fijamente.

Los cuervos vuelven a alzar el vuelo a su alrededor, muy cerca de su cuerpo. Uno de ellos acerca una pata al cuello de la mujer embarazada dejando un profundo arañazo en él. Ella tiene las manos alrededor de su cabeza, apretándola.

No intenta protegerse de los cuervos, intenta alejar lo que representan, los recuerdos que le traen cuando los ve. No siente miedo porque los animales le puedan hacer daño, tan solo es a causa de que siente un dolor psicológico atroz.

No para de gritar y tirarse del pelo. Finalmente cae de rodillas, no pudiendo controlar su pánico. Otro cuervo le picotea la barriga por encima de su camiseta. Extrañamente la mujer no trata de protegerla, sólo se lamenta de aquello que la atormenta. Siempre es por el monstruo.

Cuando los cuervos ya se han ido, después de un largo tiempo la mujer aún sigue tendida sobre el suelo.

Finalmente, hace el esfuerzo de levantarse. Sus piernas tiemblan, se podría decir que se encuentra devastada y completamente rota por dentro.

En ese momento se da cuenta de que está lloviendo, su pelo y ropa están completamente empapados. Vuelve por el camino que ha recorrido anteriormente, tambaleándose mientras se desplaza.

Cree ver una sombra por el rabillo del ojo. En el caso de que su vista no le haya fallado y no solo sea producto de su imaginación, conoce lo que ocurrirá a continuación, lo sabe muy bien.

Intenta seguir por el sendero sin darse la vuelta, sin embargo, finalmente no puede contenerse y acaba girándose y quedándose quieta. Mirándolo.

Tan sólo tiene la apariencia de un muchacho de alrededor de veinte años. Tiene sangre en la ropa a la altura del costado y cojea notablemente.

— Ayuda por favor — pronuncia en un murmullo mientras se acerca a la mujer.

— No te acerques. ¡Mantente alejado!

— ¿Qué...? Yo solo me he caído en un barranco cercano. Necesito ayuda. — Explicó él desconcertado.

Ella duda un segundo, intenta echar a correr empleando toda su fuerza de voluntad, pero se queda parada delante del chico.

La mujer embarazada se acerca lentamente hacia él. La lluvia no ha parado, al contrario, cae con fuerza sobre los dos.

— Vale, tranquilo. Puedes venir a mi casa y te curaré las heridas, ¿de acuerdo? — Aunque ha aceptado sigue mirándolo con cautela mientras se aproxima hacia él.

Cuando ha llegado hasta él empuja la cabeza del joven contra el árbol a su lado. Una y otra vez. Hasta que este cae inerte al suelo.

La mujer vuelve corriendo por el camino hacia su casa lo más rápido que puede. Acelera hasta que siente dolor en el pecho, haciéndosele difícil respirar.

Entra por la puerta y en ese momento ve su imagen en el espejo que cuelga de una de las paredes del salón.

La mujer mira a los ojos a su reflejo.

Lo único que no puede ocultar el monstruo es la crueldad que se refleja en su mirada.

Esta frase forma parte de la leyenda que es transmitida de generación en generación por las gentes del pueblo.

Pero es mentira. Los ojos de la mujer tan solo transmiten culpa.

Se araña el vientre, en el que realmente no hay nada en su interior. La apariencia de mujer tan solo es una piel para ocultarse.

Ella es el monstruo, pero no quiere serlo.

Los cuervos siempre están presentes cuando sus manos se tiñen de sangre. Cuando intenta controlar sus impulsos, sin éxito.

En el episodio con el chico del bosque ella intentaba correr lo más lejos posible, sin embargo, no movió ni un músculo. Es más, había hecho que la vida abandonase su cuerpo. Como con tantas otras víctimas.

La mujer odia al monstruo, porque ella es el monstruo. Aborrece lo que hace, pero no puede detenerse.

Desafortunadamente siempre será quién se esconda en cientos de apariencias diferentes, siempre será la razón por la que nadie pisa el bosque, siempre será la asesina.

Siempre será el monstruo. Pero no quiere serlo.

Relatos de ciencia ficción y fantasíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora